Viena nos llamaba con su aire imperial y cultural, la que fuera la capital del poderoso imperio austrohúngaro junto a Budapest. Aprovechamos el puente de octubre de Todos los Santos para escaparnos a esta ciudad fascinante.
Nuestro vuelo salía el viernes 28 de octubre por la mañana y volvíamos el martes 1 de noviembre, también por la mañana. Así que teníamos tres días y medio para disfrutar al máximo de esta ciudad llena de encanto e historia. No íbamos solos, sino con unos amigos con los que compartimos un apartamento fantástico en el barrio de Landstraße. Desde allí podíamos coger fácilmente la línea 3 de metro que nos llevaba al corazón de Viena.
Nuestro primer día dio para poco, pero lo suficiente para tener una muy buena toma de contacto con Viena. Para ello hicimos un free tour que reservamos previamente por Civitatis. También aprovechamos para comprar la tarjeta de metro y tranvía válida para 72 horas desde el momento en el que fichas y que tiene un coste de 17.10€. El resto de días lo organizamos de la siguiente manera:
Día 1: Naschmarkt, Museo de Historia Natural, Palacio Imperial de Hofburg, Ópera Estatal y Catedral de San Esteban
Lo primero que hicimos fue ir a la parada de metro Rochusmarket, situada en un pequeño mercado de nombre homónimo. Allí compramos unos pretzel para desayunar mientras nos dirigíamos a nuestro destino. Tras realizar trasbordo para tomar la línea 4, bajamos en Karlsplatz.
Cerca de Karlsplatz se encuentra Naschmarkt, el mercado más famoso de Viena. Tiene más de 120 puestos de alimentos y una gran oferta gastronómica. Aprovechamos para tomar un buen desayuno vienés y disfrutar del ambiente. La historia de este mercado comenzó en el siglo XVI vendiendo principalmente botellas de leche. Los sábados suelen montar un rastro que no visitamos ya que el tiempo era oro para poder exprimir nuestros pocos días en Viena.
Continuamos hacia el Barrio de los museos, conocido como MuseumsQuartier, uno de los complejos culturales más grandes del mundo. Ocupa una superficie de 60.000 m² y alberga diversos museos, restaurantes, cafés y tiendas. Destacan el Mumok y el Museo Leopold, que tienen una gran colección de arte moderno austriaco. En este último se puede ver el cuadro “La muerte y la vida” de Gustav Klimt. Estuvimos pensando si entrar en alguno de los museos, pero decidimos seguir adelante porque nuestra siguiente visita nos iba a ocupar toda la mañana.
En frente de MuseumsQuartier se encuentra la Maria-Theresien-Platz, una bonita y llamativa plaza con dos espectaculares edificios gemelos enfrentados. Fueron construidos en 1891 e inaugurados por el emperador Francisco José I, concebidos para alojar la formidable colección de arte de los Habsburgo y hacerla accesible así al gran público. Ahora son el Museo de Historia del Arte de Viena y el Museo de Historia Natural de Viena.
Visitamos el Museo de Historia del Arte, uno de los primeros museos de bellas artes y artes decorativas del mundo. La entrada nos costó 18€ por persona y el horario es de martes a domingo de 10h a 18h. Si hay mucha cola en la taquilla, siempre se puede optar por comprar la entrada online. En su interior hay colecciones de arqueología, escultura, artes aplicadas, armas, numismática y medallística. Expone cuadros de artistas tan conocidos como El Bosco, Velázquez, Rafael, Brueghel el Viejo, Rubens, Tiziano o Caravaggio. Unas de las pinturas que más nos llamó la atención, y que más curiosidad teníamos por ver, son los frescos que realizó Gustav Klimt en los arcos de la escalinata principal. Pasan casi desapercibidas ya que se encuentran a 12 metros de altura. Las imágenes representadas repasan diferentes estilos y épocas artísticas, desde el Antiguo Egipto hasta el siglo XIX.
Después fuimos al centro de la ciudad paseando por las bonitas y concurridas calles Kohlmarkt y Graben. La primera, con el Palacio Imperial de Hofburg como telón de fondo, tiene varias tiendas de lujo y recoge las marcas internacionales más prestigiosas. La segunda, Graben, es el centro neurálgico de la ciudad y se encuentra rodeada de edificios emblemáticos como la Catedral; en ella también está la Columna de la Peste que ordenó construir Leopoldo I para celebrar que la plaga de peste que azotó a toda Europa en 1679 había terminado.
Llegaba el momento de hacer una pausa y buscar un lugar para comer. Fuimos al restaurante en funcionamiento más antiguo de la ciudad, el Gösser Bierklinik situado en el número 4 de la calle Steindlgasse. Allí nos deleitamos con el plato estrella de Viena, el schnitzel, y acompañamos con unas deliciosas cervezas austriacas. El precio fue un poco elevado, pero valió la pena por la calidad y el ambiente del lugar. Pagamos unos 30€ por persona.
Después de reponer fuerzas, nos fuimos a conocer el Palacio Imperial de Hofburg, la fastuosa residencia de la realeza austriaca, especialmente de la dinastía de los Habsburgo. Con 2.600 estancias repartidas en 18 alas, es el segundo palacio más grande del mundo. Dentro de sus muros se encuentran los antiguos salones imperiales, museos, dos capillas, la Biblioteca Nacional de Austria, la Escuela Española de Equitación, el Museo de Etnología de Viena y los despachos del presidente de la República.
Teníamos ganas de conocer la Biblioteca Nacional, una joya arquitectónica que alberga millones de libros y que está considerada una de las bibliotecas más bonitas del mundo, pero por desgracia estaba cerrada por restauración hasta el 31 de diciembre. Así que tuvimos que cambiar el plan y nos propusimos visitar el Museo de Sisi, abierto cada día de 9.30h a 17h. La entrada cuesta 16€ con audioguía e incluye también la colección de platería de la corte y los apartamentos imperiales. Allí nos sumergimos en la historia de Isabel de Baviera, la enigmática emperatriz que nos fascinó con la exposición de más de 300 objetos personales, entre los que destacaban sus vestidos.
La visita nos llevó poco más de una hora y al salir nos deleitamos con el encanto de las plazas exteriores del palacio. También entramos a la Iglesia de los Agustinos, testigo de muchas bodas reales como la de Francisco José I e Isabel de Baviera en 1854. Nos llamó especialmente la atención el monumento dedicado a María Cristina de Austria, una obra maestra del genial Antonio Canova.
Salimos a Albertinaplatz, donde se alza el Mahnmal gegen Krieg und Faschismus (Memorial contra la Guerra y el Fascismo), una obra de arte compuesta por cuatro partes que conmemora las atrocidades del nazismo. De allí nos dirigimos a la Ópera Estatal de Viena, una de las compañías de ópera más prestigiosas del mundo. El edificio actual es una reconstrucción del original, que fue inaugurado en 1869 con una obra de Mozart y destruido por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. El diseño neorrenacentista del edificio fue muy criticado en su época y causó la muerte prematura de sus dos arquitectos que no vieron finalizar su obra. Uno se suicidó y el otro murió de un ataque al corazón ante la presión.
Nos hubiera gustado visitar el interior de la ópera, pero había largas colas para comprar entradas. Durante esos días estaban representando “La traviata”. Así que nos tuvimos que conformar con admirar esta maravilla arquitectónica por fuera, que ya de por sí impresiona. En sus alrededores se encuentra el Café Sacher, una de las cafeterías más conocidas de la ciudad.
Continuamos nuestro paseo por la calle peatonal Kärntner Straße, llena de tiendas y restaurantes, hasta llegar a Stephansplatz, donde se encuentra la Stephansdom (Catedral de San Esteban), el templo más importante de Viena. Fue levantado en 1147 sobre las ruinas de una antigua iglesia dedicada a San Esteban. Su exterior llama la atención por su tejado multicolor, formado por 250.000 azulejos que muestran el águila bicéfala imperial y real, y su impresionante torre sur de 137 metros de altura. Su interior es de estilo gótico y alberga los sarcófagos de varios miembros de los Habsburgo en las catacumbas. Como entramos en horario de misa, no pudimos acceder a estas zonas ni subir a la torre sur. Sin embargo, sí que pudimos subir a la torre norte por 6€. Aunque con la neblina continua que había en Viena, las vistas no decían nada.
Con esto dábamos por finalizado el día, nos dirigíamos a nuestra casa para cenar y descansar. Viena tenía todavía muchísimo que ofrecernos.
Día 2: Palacio Belvedere, Iglesia de San Carlos Borromeo, Cripta Imperial y MAK
Una de las visitas imprescindibles en Viena es el Palacio Belvedere, un conjunto palaciego de estilo barroco que fue construido en el siglo XVIII como residencia de verano del Príncipe Eugenio de Saboya, uno de los héroes militares más importantes de la historia de Austria. El complejo está formado por dos palacios: el Alto Belvedere y el Bajo Belvedere, unidos por unos hermosos jardines llenos de fuentes, esculturas y flores.
Los dos palacios albergan diferentes museos que muestran la riqueza artística y cultural de Viena. El Bajo Belvedere contiene el Museo de Arte Barroco y el Museo de Arte Medieval, mientras que el Alto Belvedere acoge la famosa Galería Belvedere, donde se exhibe una de las colecciones más importantes de arte austriaco, desde la Edad Media hasta la actualidad.
Nosotros compramos las entradas anticipadas para visitar la Galería Belvedere, ya que allí se encuentra una obra maestra que no queríamos perdernos: El Beso de Gustav Klimt. Este cuadro es uno de mis favoritos y tengo una réplica pintada por mi madre, que es una gran artista, en el cabecero de mi cama. El Beso es la obra más famosa del pintor vienés y representa a una pareja abrazada sobre un fondo dorado. La expresión del amor y la belleza me cautivó desde el primer momento en que vi este cuadro.
Tomamos la línea 0 del tranvía y bajamos en Wien Quartier Belvedere que te deja a la entrada de los jardines del Alto Belvedere. Había una extensa cola para comprar la entrada físicamente. Existen varios tipos de tickets con los que se puede visitar el Bajo Belvedere, Alto Belvedere y el Belvedere 21 que es un espacio moderno creado para el arte, el cine y la música contemporánea austriaca e internacional. Hay cupos para acceder cada 15 minutos siendo el primer cupo a las 10h. Una vez dentro se puede estar el tiempo que se desee. En nuestro caso, adquirimos solo las entradas para el Alto Belvedere para las 10.15h ya que el primer turno se había agotado. Aun así, nos colocamos en la entrada cuando abrieron las puertas para el primer acceso y no nos pusieron pegas para entrar. Aunque sí que vimos a algunas personas que las tiraron para atrás, supongo que porque su horario sería bastante posterior.
Prácticamente fuimos de los primeros en entrar, así que aprovechamos para ir directamente a la sala donde se encontraba El Beso. Estábamos completamente solos y pudimos disfrutar visualmente de esta obra de arte. A los pocos minutos, una horda de turistas comenzaba a llegar. Así que tocaba decirle adiós al cuadro y visitar el resto de la galería que tiene más obras de Gustav Klimt y otros grandes artistas como Claude Monet, Vincent Van Gogh o Edvard Munch.
Al salir, recorrimos el resto de sus extensos y bellos jardines que llegan hasta el Bajo Belvedere. Aunque en esta época del año, el otoño, los jardines de flores no están todo lo bonito que deberían. Justo a la salida, a la parte derecha, se encuentra uno de los restaurantes más emblemáticos de Viena: Salm Bräu. Se pueden realizar reservas, aunque tiene un extenso salón donde se atiende a todo aquel que se presenta sin ella, como hicimos nosotros. Se puede degustar cervezas artesanales y platos tradicionales vieneses, entre ellos el gulash y el codillo, plato estrella de la casa. El codillo que sirven es para 2 personas y está tremendamente bueno, con la piel crujiente. Salimos entorno a unos 26€ por persona.
A pocos pasos del Palacio Belvedere se encuentra la Iglesia de San Carlos Borromeo (Karlskirche), una obra maestra del barroco vienés que combina elementos de diferentes estilos arquitectónicos: griego, romano y rococó. Esta iglesia fue construida por orden del emperador Carlos VI en honor a San Carlos Borromeo, el santo patrón contra la peste, como agradecimiento por el fin de la epidemia que mató a casi 80.000 personas en Viena en 1713.
Lo que más llama la atención de esta iglesia es su fachada, coronada por una gran cúpula verde y flanqueada por dos columnas espirales inspiradas en las de Trajano y Marco Aurelio de Roma. Estas columnas muestran escenas de la vida y los milagros de San Carlos Borromeo en relieve. La entrada a la iglesia cuesta 9.5€ por persona, pero para grupos de al menos 6 personas el precio es de 7.5€ cada uno. Nosotros éramos 4 y nos unimos a una pareja de españoles que también querían visitarla.
El horario de visita es de lunes a sábado de 9h a 18h y domingos y festivos de 11h a 18h. Dentro se puede admirar el impresionante fresco del siglo XVIII que cubre la bóveda, obra del pintor Johann Michael Rottmayr. El fresco representa la intercesión de San Carlos Borromeo ante Dios para pedir el fin de la peste, rodeado por las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad. Para verlo mejor hay un ascensor que te lleva hasta lo alto de la cúpula, donde también hay una terraza con vistas panorámicas a Viena. Desconozco si la instalación del ascensor es temporal por obras de restauración.
Una de las visitas más curiosas que hicimos en Viena fue a la Cripta Imperial (Kaisergruft), también llamada Cripta de los Capuchinos porque se encuentra bajo la Iglesia de los Capuchinos. Desde 1633 ha sido el lugar de sepultura de la dinastía de los Habsburgo. En sus bóvedas subterráneas se pueden ver 149 sarcófagos de diferentes épocas y estilos, algunos muy sencillos y otros muy ornamentados. Doce emperadores y 18 emperatrices yacen para la eternidad en este lugar. Destacan los sarcófagos de algunos personajes históricos como el emperador Francisco José I y su esposa Isabel de Baviera.
La entrada a la cripta cuesta 8€ por persona y se puede visitar todos los días de 10h a 18h. Aunque es una visita interesante para conocer un poco más sobre la historia de Austria y ver cómo era el arte funerario de los Habsburgo, hay que reconocer que no es una visita imprescindible ni muy entretenida. Si no tienes mucho tiempo o presupuesto, quizás puedas prescindir de ella.
Nuestra última parada del día fue el MAK, el Museo de Artes Aplicadas y Arte Contemporáneo, que se aloja en un impresionante y majestuoso edificio de 1863 ubicado entre el parque Stadtpark y la Universidad de Artes Aplicadas de Viena. El museo exhibe una colección de más de un millón de objetos y obras impresas procedentes de cinco siglos. Entre sus tesoros se encuentran muebles, cristales, porcelanas, platas y textiles de diferentes épocas y estilos. Pero mi principal motivo para visitar este museo es porque allí se encuentran los bocetos a tamaño real que Gustav Klimt hizo para su obra “El árbol de la vida”, que decoraría el Palacio Stoclet de Bruselas, que es de propiedad privada. Fue una experiencia única poder admirar los detalles y las anotaciones a mano sobre los bocetos del genial artista.
La entrada al museo cuesta 15€ por persona y se puede visitar de miércoles a domingo de 10h a 18h y martes de 10h a 21h. Si te gusta el diseño y el arte contemporáneo, este museo te encantará. Si no, quizás puedas saltártelo o simplemente entrar al hall, que es gratuito y muy bonito. Nosotros fuimos porque teníamos mucho interés en ver los bocetos de Klimt, pero reconozco que algunas partes del museo nos resultaron un poco aburridas.
Día 3: Hundertwasserhaus, Palacio de Schönbrunn, Parlamento, Ayuntamiento y Prater
A primera hora, aprovechando que estaba muy cerquita de nuestro alojamiento, fuimos a visitar Hundertwasserhaus, una obra maestra surrealista y fantasiosa de la arquitectura ubicada en el distrito de Landstraße. Es un complejo residencial municipal que fue construido entre 1983 y 1985 por el artista Friedensreich Hundertwasser y el arquitecto Joseph Krawina. Su fachada es una explosión de colores, formas curvas y plantas que se mimetizan con el entorno.
Este edificio tan singular atrae a muchos visitantes que quieren admirar su originalidad, pero también tiene algunos inconvenientes. No todo podía ser fantasía en este edificio y debido a sus peculiaridades han llevado a una serie de problemas. Por ejemplo, las tejas de la azotea se han deteriorado, las raíces de las plantas han causado problemas estructurales y los cristales de la fachada son difíciles de limpiar requiriendo el uso de andamios y elevadores.
En frente de Hundertwasserhaus se encuentra Hundertwasser Village, un centro comercial con el mismo estilo artístico que ofrece tiendas de recuerdos, exposiciones y cafeterías. Si quieres conocer más sobre la obra de Hundertwasser, puedes visitar este lugar o el museo dedicado a él muy cerquita de este edificio.
Tomamos la línea de metro U4 en Landstraße para bajarnos en Schönbrunn. Nos disponíamos a visitar el Palacio de Schönbrunn, antigua residencia de verano de los Habsburgo. Habían unas colas enormes para comprar las entradas, así que decidimos obtenerlas a través de su página web oficial. Hay varios tipos de tickets con diferentes precios dependiendo del número de salas que puedes visitar. Nosotros compramos la que incluye 22 salas y cuesta 22€. Todas las visitas cuentan con audioguía.
Como la entrada la compramos para acceder al palacio a las 14.30h, aprovechamos la mañana para visitar los bellos jardines del palacio que comprenden un total de 160 hectáreas. Los jardines del Palacio de Schönbrunn fueron diseñados en estilo barroco y se inspiraron en los de Versalles. En él se esconden impresionantes fuentes, estatuas, monumentos, árboles y flores que invitan a pasear y admirar la belleza del lugar. Un edificio destaca sobre todos los demás: la espléndida Glorieta. Situado en lo alto de una colina que ofrece unas vistas espectaculares de Viena, fue construida en 1775 y sirvió como comedor, salón de baile y sala de desayunos para el emperador Francisco José I. Hoy en día alberga un café público y una plataforma de observación.
Los jardines del Palacio de Schönbrunn están abiertos todo el año y son gratuitos, aunque algunas atracciones requieren entrada como el Museo de Carruajes Imperiales, el jardín del Príncipe Heredero, el jardín Oraniengarten, el laberinto, el zoológico más antiguo del mundo, la Casa de las Palmeras y la Casa del Desierto. Los jardines, junto al Palacio, forman parte del Patrimonio de la UNESCO desde 1996.
Para comer, decidimos salir del recinto y buscar algo en los alrededores. No fue tarea fácil ya que era todo barrio residencial. Finalmente, terminamos en un restaurante de gastronomía de los Balcanes llamado Marengo. Como buen restaurante balcánico, tenía muchas opciones de carnes a la brasa. Buena relación calidad/precio para estar en Viena.
Ahora sí, nos disponíamos a visitar el Palacio de Schönbrunn. Construido en el siglo XVII como un regalo del emperador Leopoldo I a su hijo José I, su nombre significa "fuente bella" y hace referencia a una fuente natural que se encontraba en el terreno. El palacio fue ampliado y remodelado varias veces a lo largo de los siglos, hasta adquirir su aspecto actual de estilo barroco. Cuenta con más de 1400 habitaciones, pero solo se pueden visitar unas 40, aunque en nuestro caso fueron 22 salas. La audioguía está muy orientada a la estancia que tuvieron Francisco José I y Sisi en el palacio, por lo que me pareció que repetía la visita del Museo de Sisi, incluso juraría que algunos de los audios eran exactamente los mismos. Pudimos admirar el lujo y el esplendor con el que vivían los Habsburgo destacando la Gran Galería, el salón más grande y suntuoso del palacio donde se celebraban banquetes, bailes y recepciones oficiales. Tiene 40 metros de largo y está decorado con espejos, lámparas de cristal y frescos en el techo.
Tomamos la línea 60 del tranvía y seguimos con la línea U3 de metro para bajarnos en Volkstheater. Nos disponíamos a ver 2 de los edificios más espectaculares de la Ringstrasse: El Parlamento de Austria y el Ayuntamiento de Viena. El Parlamento fue construido entre 1874 y 1883 en estilo neoclásico, inspirado en la antigua Grecia. Su fachada está adornada con columnas, estatuas y relieves que representan a personajes y escenas de la mitología griega. En el centro se alza una fuente coronada con Palas Atenea, diosa de la sabiduría. En su interior se encuentra la cámara del Consejo Nacional y la cámara del Consejo Federal. El Ayuntamiento de Viena se encuentra en la plaza del mismo nombre, frente al Parlamento. Es un edificio gótico construido entre 1872 y 1883 por Friedrich von Schmidt. Su torre principal mide 98 metros de altura y está rematada por una aguja con una estatua del caballero Rathausmann, símbolo de la ciudad. A penas pudimos ver con claridad la fachada del Ayuntamiento ya que se encontraban instalando el mercadillo navideño.
A unos pasos del Ayuntamiento se encuentra el Burgtheater, el Teatro Nacional de Austria. Y junto a él está el histórico y elegante Café Landtmann, donde paramos a descansar y saborear el pastel de chocolate más famoso del país: la tarta Sacher.
Llegaba nuestra última noche en Viena. Era la noche de Halloween y no había mejor lugar donde celebrarlo que en el Parque Prater, el parque de atracciones más antiguo del mundo y, además, de acceso gratuito, ya que se paga por atracción. Ese día, el Prater se transforma en un escenario terrorífico donde zombies, momias, vampiros y otras criaturas espeluznantes se apoderan de las atracciones y coloridas carrozas desfilan animando al público. Entre sus atracciones más famosas se encuentra La Noria de Viena de 60 metros de altura, que es testigo de los chillidos de las personas desde que se inauguró en 1897 para celebrar el 50 aniversario de la coronación de Francisco José I. Disfrutamos como niños en un parque con estética vintage y sin duda fue la mejor manera de poner punto y final a este viaje.
Viena nos ha enamorado con su belleza y su cultura. Hemos disfrutado de sus palacios imperiales, sus museos, sus jardines y sus cafés. Hemos paseado por sus calles llenas de historia y arte. Hemos probado su gastronomía y sus dulces típicos. Sin duda, Viena es un lugar que se ha de visitar al menos una vez en la vida.
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