Llegábamos por la noche a Ribadeo, último municipio pesquero de Galicia limitando ya con Asturias y bañado por el mar Cantábrico. En verano, se llena de veraneantes y tiene muchísimo ambiente aún estando en época covid. No es de extrañar si tenemos en cuenta que tiene una de las playas más bonitas del mundo: La Playa de las Catedrales.
Fuimos directamente a nuestro hotel. Habíamos realizado la reserva en el Hotel Ros Mary que se encuentra en la Rúa San Francisco, una de las calles con mejor oferta hostelera de la ciudad. Situado a continuación de la Iglesia de Santa María Do Campo, el hotel está reformado por completo y se veía todo bastante nuevo. Nos salió por 150€ dos noches en una habitación doble que disponía de un pequeño balconcito. El desayuno no estaba incluido, pero en esa zona no hay ningún problema. El coche lo pudimos dejar en sus proximidades, la propia calle en sí es peatonal y cortada al tráfico rodado.
Para cenar fuimos al Restaurante la Botellería, situado en frente del hotel. Pedimos unas anchoas del cantábrico, un lacón asado con cachelos y un par de copas de albariño. Salimos por 31.80€. La comida estaba buena, pero no estuvimos muy a gusto ya que el techo estaba plagado de mosquitos. De esto nos dimos cuenta a mitad de la cena por lo que ya poco podíamos hacer. El trato del camarero fue correcto, pero en cambio, había alguno que parecía saltarse las normas covid con el tema de la mascarilla.
Al día siguiente, tras desayunar unos churritos con chocolate en la cafetería de al lado, fuimos a conocer Ribadeo realizando una ruta que nos había recomendado la recepcionista del hotel y que se salía un poquito del típico trazado turístico. Hicimos un largo camino hasta llegar a la Praia dos Bloques y, desde ahí, fuimos parando en cada lugar que nos llamara la atención hasta llegar al paseo marítimo. La belleza de la Ría del Eo no tiene palabras, un verde intenso la rodea. El pueblo de Castropol, que pertenece ya a Asturias, nos mostraba su mejor estampa desde Galicia. Además, tras el mal tiempo de los días anteriores, lucía un intenso sol que, junto a la humedad de la lluvia, hacía que los colores estuvieran más vivos. La Praia dos Bloques era un remanso de paz, estábamos prácticamente solos mientras contemplábamos cómo un grupo de personas practicaban remo dentro de la ría.
Seguimos caminando por una ciudad muy tranquila. El paseo marítimo de Ribadeo, donde se sitúa el Real Club Náutico, está rodeado de restaurantes que empezaban a llenarse. Tras el largo paseo realizado, decidimos parar en uno también para comer. Entramos dentro del Restaurante Marinero y pedimos una botella de albariño y una mariscada para 2 que tenía buey de mar, nécoras, percebes, mejillones, gambones, cigalas y navajas. Nos pusimos las botas. En esta ocasión el marisco no estaba tan limpio y bien presentado como en O Grove, pero no estuvo nada mal. Salimos por 91,50€ los dos.
Subimos por una de sus empinadas calles hasta salir a la Plaza de España. Allí se encuentra el Pazo de Ibañez, un edificio de estilo neoclásico que alberga el Concello de Ribadeo. Junto a él está el edificio más emblemático de la villa: la Torre de los Morenos. De estilo indiano y proyectado por Julián García Nuñez, discípulo de Gaudí, está considerado Bien de Interés Cultural. Y con es esta vuelta de reconocimiento volvimos a nuestro hotel para preparar las mochilas, ponernos los bañadores e irnos a la Playa de las Catedrales.
Para visitar la Playa de las Catedrales durante los meses de julio, agosto y septiembre es necesario realizar una reserva ya que solo dejan acceder a un número limitado de personas al día. Es totalmente gratuito y la web para realizarlo es https://ascatedrais.xunta.gal/. El procedimiento es muy sencillo, basta con marcar el día en que se quiere ir y proceder a rellenar un formulario. No hay que indicar ninguna franja horaria, se puede pasar el día completo sin problemas. En la misma web te indica también los horarios de la pleamar y la bajamar de cada día. Lo aconsejable es visitar la playa en bajamar ya que con la marea alta muchas zonas son inaccesibles. Con estar 2 horas antes de la bajamar, se podrá disfrutar lo suficiente de esta maravilla natural. Existe otra opción si estás alojado en Ribadeo y es tramitarlo directamente con el hotel y ellos se encargarán de todo.
De Ribadeo a Las Catedrales hay menos de 15 minutos en coche, se puede optar por ir por una nacional o por la A-8. A medida que íbamos llegando el tráfico se hacía más denso. Existen dos amplios parkings, nosotros paramos en el primero que vimos, el segundo está más cerca de la entrada, pero dábamos por hecho que ya estaría casi completo. Desde este parking hay un pequeño camino de a penas 5 minutos.
Nos quedamos estupefactos al ver la larguísima cola que había de entrada. Pensábamos que el aforo estaría mucho más limitado por estar en época covid. La entrada y la salida se hace por el mismo lugar, por lo tanto, y adaptándose al protocolo, se hacían turnos para entrar y para salir, motivo por el que se formaban semejantes colas. Al fin pisábamos el arenal de la playa, dejamos nuestras mochilas cerca de las paredes rocosas de pizarra y extendimos nuestras toallas. Había gente que incluso se había llevado sus neveras y mesas para pasar todo el día entero. Nuestra sensación fue que había muchísima gente, tanta que hacía que este paraíso natural perdiera algo su encanto.
El nombre real es Playa de Aguas Santas y está declarado Monumento Natural por la Consejería de Ambiente de la Junta de Galicia. El mar y el tiempo han esculpido en estas rocas una auténtica obra de arte, gigantescos arcos, similares a los de los templos católicos, le han valido el sobrenombre de la Playa de las Catedrales. Hay que darle la enhorabuena a la naturaleza que ha sabido proyectar una de las Catedrales más bonitas del mundo.
Primero dimos una vuelta al lado izquierdo de la playa. Es recomendable llevarse unos escarpines para andar, a pesar de que la playa es arenosa, existe una gran cantidad de rocas. No recomendaríamos para nada calzado deportivo pues se acabará mojando seguro. Numerosas cuevas se abrían entre las rocas, en algunas nos introdujimos con algo de cuidado ya que no son seguras. Pero la parte más escultórica y bonita se encuentra al lado derecho. Un gigantesco arco se abría paso al mar, quizás sea una de las imágenes más icónicas de la playa. Y ya, casi al final del todo, se encuentra el precioso conjunto de arcos que parecen emular los arbotantes de una Catedral. Una pena la cantidad de personas que había en este punto intentando hacerse la foto de turno (nosotros no fuimos menos).
Tras nuestro paseo por toda la playa, llegaba el momento de darse un baño. Hay que recordar que estamos en una de las mejores playas de España y que dispone de bandera azul, cosa que parece que a muchos se les olvida por la indumentaria con la que bajan, más pendiente de la foto que de disfrutar. Las olas golpean con fuerza, pero la temperatura del agua era muy buena para estar en el mar Cantábrico. A medida que iba cayendo la tarde, la temperatura iba disminuyendo y la gente abandonaba el lugar. Aprovechamos ese momento para dar una última vuelta, con una marea que comenzaba a subir. Con esto finalizábamos nuestra visita a la playa más bonita de España y una de las mejores del mundo según National Geographic.
Comenzaba a atardecer mientras abandonábamos la playa y volvíamos a Ribadeo. Cenamos de nuevo cerca de nuestro hotel, en la terraza del restaurante Mar de Rinlo. Pedimos un par de cervezas, un par de copas de albariño, una ensaladilla de pulpo muy rica, unas zamburiñas y un flan de queso. Nos costó 33,90€. Esta fue nuestra última comida en Galicia, un lugar donde nos hemos deleitado tanto con la vista como con el paladar. Una de las comunidades de España con mejor gastronomía sin duda alguna.
Al día siguiente abandonamos Ribadeo bordeando la ría del Eo. Los paisajes que nos presentaba la carretera eran asombrosos. Antes de abandonar la comunidad hicimos una parada en O Cebreiro, el primer pueblo gallego del Camino de Santiago Francés. Esta aldea, que pertenece a la provincia de Lugo, se encuentra a 1330 metros sobre el nivel del mar. Cuando llegamos, un banco de nubes cubría el valle, nosotros estábamos por encima con un sol radiante. O Cebreiro es famoso por contar con un conjunto de pallozas, viviendas prerromanas de planta ovalada con paredes de piedra y tejado cónico de paja.
También cabe destacar la iglesia de Santa María del siglo IX. Sobre ella corre una leyenda medieval que cuenta que el cura de la iglesia estaba comenzando a perder la fe ya que no entendía como era posible que la santísima hostia y el vino con el que se oficia la eucaristía pudiera convertirse en la sangre y el cuerpo de Cristo. Un domingo de tormenta y fuerte nevada en el que era prácticamente imposible llegar a la iglesia, un vecino que vivía a media legua y que era tan devoto que no había tempestad que le detuviera, llegó al templo justo cuando el cura iba a oficiar la eucaristía completamente solo. El sacerdote se quedó mirándolo sorprendido y dijo: "¡Cuál viene este otro con una grande tempestad y tan fatigado a ver un poco de pan y de vino!". Y en ese momento se obró el milagro pues la hostia se convirtió en carne y el vino en sangre. El cáliz que se uso para esa eucaristía se encuentra custodiado en el templo románico y este hecho es conocido como el Milagro Eucarístico.
Tras dar una pequeña vuelta, ya que la aldea es diminuta, y tomarnos un refresco, continuamos nuestro camino abandonando después de 8 días la comunidad de Galicia.
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