Llegamos de noche al Aeropuerto Internacional John F. Kennedy. Tras pasar el control de pasaporte bastante rápido estuvimos esperando nuestras maletas en la cinta. Y esperamos y esperamos y no aparecían. Mientras poníamos la reclamación una de las maletas apareció por la cinta, pero ninguna más hizo acto de presencia. Cansados y algo frustrados, tomamos nuestro transporte privado que teníamos contratado y nos llevó hasta nuestro hotel Pestana CR7, situado muy cerquita de Times Square. Teníamos dos maletas perdidas y una de ellas era la de nuestro bebé. Nunca hasta ahora nos había sucedido esto. Gracias Air France.
El día siguiente amaneció soleado, aunque el aire que corría de vez en cuando era bastante fresco. Con la pérdida de las maletas, tuvimos que modificar toda la planificación del día. Las primeras horas las dedicamos a compras básicas, priorizando las necesidades de nuestro bebé.
Primero, fuimos a CVS Pharmacy, una cadena de farmacias muy conocida en Estados Unidos, donde compramos productos de higiene y pañales. Esta cadena es famosa por su amplia gama de productos de salud y bienestar, y su presencia en casi todas las ciudades del país.
Luego, nos dirigimos a los almacenes más grandes de Estados Unidos: Macy’s Herald Square. Este icónico almacén, situado en Herald Square, ocupa un edificio histórico con 116.000 m² de espacio comercial, abarcando prácticamente toda la manzana. Macy’s Herald Square no solo es conocido por su tamaño, sino también por su historia y su estatus como un Hito Histórico Nacional.
Mientras yo entretenía al peque en la planta de ropa infantil, que también cuenta con una juguetería con un Toys R Us incluido y un parque con tobogán perfecto para no aburrirse, mamá se dedicaba a hacer las compras necesarias para poder cubrir al menos un par de días. Tocaba cruzar los dedos para que terminaran apareciendo las dichosas maletas o nos tocaría volver.
Tras volver al hotel para soltar todas las compras, ahora sí, comenzaba nuestro viaje a Nueva York. Teníamos la suerte de tener un alojamiento muy bien ubicado y en pocos minutos a pie ya estábamos en la bulliciosa y deslumbrante Times Square.
Esta plaza se encuentra situada en el cruce de la Séptima Avenida con Broadway. Conocida antiguamente como Longacre Square, cambió su nombre en 1904 cuando el periódico The New York Times trasladó sus oficinas al entonces Times Building, hoy conocido como One Times Square. Posteriormente, el periódico presionó para que adoptara su nombre actual. A pesar de que atravesó un periodo oscuro de decadencia, marcado por la delincuencia y la prostitución, ha resurgido como uno de los destinos más emblemáticos y populares de la Gran Manzana. Hoy en día, es imposible no quedar maravillado por sus gigantescas pantallas publicitarias que iluminan la noche, creando un espectáculo visual sin igual. De hecho, allí se encuentra la pantalla más grande del mundo que mide 23 metros de ancho por 100 metros de largo.
La plaza está siempre llena de vida, con personajes disfrazados que buscan tomarse una foto contigo a toda costa a cambio de algunos dólares, tiendas de todo tipo, restaurantes para todos los gustos y, por supuesto, los mejores musicales de Broadway. Debajo de las escalinatas rojas, uno de los puntos más reconocibles y fotografiados, se encuentran los quioscos TKTS que ofrecen descuentos de última hora para no perder la oportunidad de ver un musical. Al lado de la escalinata, en el mismo suelo, hay un mapa con la ubicación de los 39 teatros de Brodway. La opción de ver un musical, a pesar de que nos hubiera encantado, la descartamos desde el principio ya que no lo veíamos con un bebé.
Pero si hay algo que hace a Times Square verdaderamente especial, es su famoso evento de fin de año. Cada 31 de diciembre, decenas de miles de personas se congregan aquí para presenciar la icónica caída de la bola, un espectáculo que marca el inicio del Año Nuevo con fuegos artificiales y música.
Muy cerquita de Times Square, en la calle 48 con la Séptima Avenida, se encuentra la tienda M&M’s World New York. Si te gustan los M&M’s este es el lugar perfecto para llenarte una bolsa para que te dure durante todo tu viaje tal y como hicimos nosotros. 2300 metros cuadrados de merchandising y dulces M&M'S exclusivos, incluyendo productos de la marca con motivos de Nueva York.
Seguimos nuestro recorrido a pie dirección a Rockefeller Center. Este impresionante complejo de 19 edificios de claro estilo Art Decó está ubicado sobre una superficie de 89.000 metros cuadrados. ¡Casi nada! El magnate del petróleo John D. Rockefeller invirtió parte de su fortuna en proyectos inmobiliarios y en 1931 comenzó a levantar los primeros edificios convirtiéndose en el proyecto más grande de la Gran Depresión. Entre sus joyas se encuentran el famoso Radio City Music Hall y el emblemático rascacielos 30 Rock, sede de la cadena de televisión NBC.
El corazón vibrante de este conglomerado es Rockefeller Plaza. Aquí se erige el árbol de Navidad más famoso del mundo, iluminado con miles de luces en una ceremonia espectacular que marca el inicio de la temporada navideña en Nueva York. Y, aunque no fuera Navidad, lo que sí que estaban terminando de montar era la pista de patinaje sobre hielo. Tras ésta, la estatua dorada de Prometeo, todo un símbolo del lugar. Y, conectando este lugar con la Quinta Avenida, se encuentran los Channel Gardens, unos jardines con fuentes que cambian su decoración en base a la estación del año.
Era mediodía y aún no habíamos comido. Nos encontrábamos en un lugar perfecto para encontrar algo a buen precio, ya que en el subsuelo del rascacielos 30 Rock, (hay ascensores exteriores que permiten el acceso al área subterránea), existe una gran variedad de restaurantes asequibles. Muchos de ellos ofrecen opciones para llevar, lo que te permite comer al aire libre en la misma plaza, que cuenta con mesas y sillas para ese fin, tal como hicimos nosotros. Compramos tres ensaladas en SweetGreen por 54,46$. Mientras disfrutábamos de nuestra comida, consultamos los horarios para subir al Top of the Rock, uno de los observatorios más famosos de Nueva York, ubicado en las últimas plantas del 30 Rock. Para nuestra sorpresa, parecía haber disponibilidad durante todo el día, por lo que decidimos que esa sería nuestra siguiente visita.
El acceso al Top of the Rock se encuentra en la calle 50, entre la Quinta y la Sexta Avenida. A pesar de contar con la tarjeta Go City, tuvimos que pasar por taquilla, aunque afortunadamente no había cola. Sin la tarjeta turística, los precios comienzan desde 43,55$, siendo las horas del atardecer las más caras y las más demandadas. Además, tuvimos que pasar un control de seguridad similar al de los aeropuertos, aunque mucho más relajado y menos estresante. Antes de subir al observatorio, nos proyectaron un video que relataba la historia del Rockefeller Center. Finalmente, el ascensor nos llevó rápidamente al piso 67 en solo 42 segundos, la primera de las tres plantas que conforman el Top of the Rock.
La primera planta del observatorio es casi todo interior y, a pesar de que está todo acristalado, lo mejor está en los siguientes dos pisos. La planta 69 tiene unas enormes terrazas al aire libre, aunque rodeada de cristales. En ella se encuentra la atracción The Beam Experience, con vistas a Central Park, donde podrás recrear la mítica foto de los obreros almorzando sobre una viga en vuelo. Las atracciones tienen un coste adicional y, en esta en concreto, los más peques no pueden subir a no ser que midan más de 42 pulgadas (unos 106 cm). La última planta tiene vistas 360° sin ningún tipo de cristal y en ella está la atracción Skylift que te eleva un poquito más y que, bajo mi opinión, la veo totalmente innecesaria.
Las vistas desde el Top of the Rock son, sin duda, de las mejores de Nueva York. Desde este observatorio, puedes disfrutar de una panorámica espectacular que abarca desde Central Park a un lado, hasta el Empire State Building al otro, con los imponentes rascacielos del Downtown de fondo, destacando entre ellos el One World Trade Center. En días despejados, si agudizas la vista, incluso podrás divisar la Estatua de la Libertad en la distancia. Quizás, por poner una pega, es que el Chrysler Building queda parcialmente oculto por otros rascacielos.
Nuestro pequeño cayó rendido, bastante estaba aguantando. Al bajar del Top of the Rock, fuimos a visitar la Catedral de St. Patrick’s, situada en la Quinta Avenida. El terreno donde se encuentra este imponente templo católico de estilo neogótico y cuyas torres alcanzan los 100 metros de altura, iba a ser destinado en un principio a un cementerio. Fue el arzobispo John Hughes quien se empeñó en la construcción de la catedral, que quedó inaugurada en 1879 con un presupuesto que superó con creces los iniciales, alcanzando los 2 millones de dólares. Hoy en día, los neoyorquinos pueden presumir de tener uno de los edificios más bonitos de estilo neogótico. La visita al interior de la Catedral es gratuita y realmente vale la pena. Personalmente, me pareció espectacular, y eso que no suelo sorprenderme fácilmente con los templos católicos después de haber visitado tantos. La arquitectura, los vitrales y los detalles de St. Patrick’s son simplemente impresionantes.
Justo en frente de St. Patrick, al otro lado de la Quinta Avenida donde se encuentra Rockefeller Center, hay una escultura muy llamativa de bronce que representa al titán griego Atlas sosteniendo los cielos sobre sus hombros. Fue diseñada por el escultor Lee Lawrie y el arquitecto René Paul Chambellan en 1937. Como curiosidad, Atlas era el hermano de Prometeo, la escultura principal de Rockefeller Center.
Nuestras siguientes paradas fueron dos jugueterías donde tanto niños como adultos pueden disfrutar muchísimo: LEGO y FAO Schwarz, ambas ubicadas en Rockefeller Center.
La tienda LEGO es un paraíso de dos plantas repletas de juguetes Lego de todo tipo y asombrosas recreaciones como la Estatua de la Libertad, varios de los rascacielos más emblemáticos de la ciudad, el puente de Brooklyn, un taxi a tamaño real, superhéroes de Marvel y DC, ¡y mucho más! Pero lo que más ilusión me hizo encontrarme fue la recreación de los Cazafantasmas. Como dato curioso, cada figura tiene una plaquita que indica el número de piezas utilizadas y las horas dedicadas a su montaje.
FAO Schwarz es una de las jugueterías más antiguas y la más grande de la ciudad. Aunque no se trata de la original ya que esta estaba situada sobre la misma Quinta Avenida y cerró en 2015 para, posteriormente, reabrir sus puertas en 2018 en el 30 Rock. Tenía muchas ganas de visitar esta tienda porque aparece en la película Big de Tom Hanks, una de mis favoritas de la infancia. La escena más famosa se grabó en la antigua tienda, donde Tom Hanks tocaba un enorme piano con los pies. Hoy en día, hay una recreación de este piano y, aprovechando que nuestro peque se había despertado de su siesta, ¡nos pusimos a tocarlo juntos! La tienda en sí es una pasada y merece muchísimo la pena visitarla.
Comenzaba a anochecer, íbamos recorriendo la Quinta Avenida dirección hacia el sur. Esta famosa avenida, que está considerada de las más caras del mundo, está repleta de apartamentos y tiendas de lujo como Tiffany & Co., Cartier SA, Gucci o Louis Vuitton por citar algunas. Aunque también las hay más económicas como Mango o H&M. Llegamos hasta la Biblioteca Pública de Nueva York, que ya estaba cerrada por las horas que eran. Detrás de la Biblioteca está uno de los parques con más vida de Nueva York: Bryant Park.
Antes de volver al hotel, entramos en el Whole Foods Market de la Sexta Avenida, frente a Bryant Park, una cadena de supermercados que recientemente fue adquirida por Amazon. Me recordó a un Mercadona, pero a lo grande, con una enorme variedad de comida preparada al momento, que se cobra al peso, y con mesas donde puedes comer allí mismo. Es una de las maneras más económicas de comer en Nueva York y, además, la mejor opción para encontrar alimentos para un bebé de año y medio. Cenamos por unos 30$ los tres.
Y con esto, ahora sí, nos volvíamos al hotel a pie. Día completo a pesar de los contratiempos.
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