Tras pasar el día anterior en el precioso pueblo zamorano de Puebla de Sanabria para que el viaje desde Valencia no se nos hiciera tan pesado, por fin poníamos los pies en tierras gallegas. Nuestra primera parada fue en Tui, una ciudad tan importante que en su día fue capital de una de las 7 provincias del antiguo Reino de Galicia.
Lo primero que nos llamó la atención fue que en toda la ciudad corre un hilo musical. Esta iniciativa comenzó este mismo año para apoyar la actividad comercial durante la época estival y, la verdad, que le daba muchísimo ambiente. Caminamos por el Paseo de la Corredera, una calle peatonal con edificios nobles en la que transcurre la mayor actividad de Tui; hasta llegar al Monumento al Caballo Salvaje, una obra en bronce a tamaño real de Juan Oliveira situado al final del paseo sobre un mirador con bonitas vistas al río Miño.
Era la hora de comer. Allí mismo se encuentra la Tapería La de Manu, un restaurante del que habíamos leído muy buenas críticas en algún blog de viajes. Por suerte, tenían sitio para nosotros, aunque es recomendable llamar para reservar. Nos colocaron en la terraza con vistas al río Miño. Al mediodía, tienen un menú a muy buen precio en el que puedes elegir 2 platos cualquiera de la carta. Como éramos dos, en total pedimos 4 platos que fueron: ensalada templada de gulas y ventresca, salteado de gambas y pulpo, zamburiñas y solomillo de pato. Lo acompañamos con una copa de albariño y rematamos con un postre casero y cafés. Todo estaba espectacular, las zamburiñas a destacar sobre todo. Salió por 26,50€ los dos. No podía comenzar mejor nuestra experiencia gastronómica gallega.
Desde el mirador se podía contemplar una iglesia que no quedaba muy lejos, nos dirigimos hasta allí. Se trata del Monasterio de Santo Domingo, lugar en el que se enterraba a la nobleza de la región. De estilo neoclásico y barroco, data del año 1329. A pesar de que estaba cerrado, dimos un paseo por el bonito jardín que se encuentra en la parte posterior. Desde aquí teníamos las vistas más bonitas de Tui con el río Miño a un lado y el casco antiguo medieval al otro. La ciudad se encontraba coronada por lo que parecía ser una fortaleza, pero no, se trataba de la Catedral de Santa María de Tui, la única catedral de la provincia de Pontevedra.
Continuamos callejeando por sus preciosas calles medievales del casco antiguo hasta llegar a la Catedral que data del año 1120 y que fue consagrada en 1225. De claro estilo románico y agregados góticos presentes en su entrada principal, su estructura es impresionante. Como mencioné antes, su apariencia es de fortificación por sus torres almenadas. Esto se debe al carácter defensivo de la ciudad debido a su importante punto estratégico como cruce de caminos.
Para ver el templo por dentro, se ha de comprar un ticket por 5€, está abierto todos los días. Solo Rocío entró, yo me quedé esperando sentado aquejado por un fuerte dolor en la rodilla procedente de días previos. Una de las cosas más destacadas en esta visita es su bello Claustro, el más antiguo de Galicia. En la parte posterior de la Catedral se encuentra la Capilla de San Telmo, un ejemplar del barroco portugués edificada sobre la casa donde falleció el santo dominico, San Telmo.
Abandonamos Tui para visitar a su vecina portuguesa Valença do Miño, situada justo al otro lado del río. Atravesamos el curioso Puente Internacional de Tui, del que dicen que fue diseñado por Gustave Eiffel, aunque lo cierto es que lo diseñó el riojano Pelayo Mancebo y Ágreda. A pesar de que está desaconsejado el paso de vehículos, Google Maps nos mandó por este puente por el que apenas cabe coche y medio, cuando venía uno de frente había que ir con mucho cuidado.
Era raro imaginarnos un año sin visitar otro país y, aunque fuera por un ratito, lo íbamos a hacer. Valença forma junto a Tui una eurociudad desde 2012 como muestra de cooperación e integración. Lo más destacado de ésta es que se encuentra totalmente fortificada, una fortaleza que se remonta al siglo XII y que nos recuerda el pasado bélico y estratégico del lugar. De hecho, era la primera línea de defensa contra los ataques del país vecino. Valença también es conocida por sus innumerables tiendas de sábanas y toallas, nosotros aprovechamos para hacer alguna que otra compra. Recorriendo su casco antiguo pudimos ver sus casas con fachada de azulejos tan representativas de Portugal.
El tiempo se nos echaba encima, aunque Rocío no era consciente ya que se estaba guiando por el horario portugués; le tuve que recordar que en España era una hora más, así que seguimos con nuestro camino. De hecho, descartamos visitar el Miradouro do Cervo, un lugar que se ha hecho muy famoso en Instagram gracias a un columpio con unas vistas del Miño muy bonitas y que se encuentra en Vila Nova de Cerveira (Portugal).
Llegábamos a A Guarda, a media hora de Tui en coche. Fuimos directamente al Monte Santa Trega, famoso por tener los restos de un castro de origen celta cuya ocupación data del siglo IV a.C. El acceso tiene un coste de 1€ por persona y supuestamente cierra a las 20h. Digo supuestamente porque lo que sucede después es que desaparece el hombre de la caseta y puedes acceder gratuitamente, por lo que en realidad no tiene horario.
Una espesa niebla empezó a invadirnos a medida que subíamos. Al bajar del coche el frío era notorio. El antiguo castro amurallado tenía una extensión aproximada de 20 hectáreas y se estima que vivieron cerca de 3000 personas sobre cabañas ovaladas que se asentaban sobre la roca. Alguna de estas cabañas se encuentra parcialmente reconstruida para que nos podamos hacer una idea de como eran. Aunque la división general del castro pueda parecer un poco caótica, existía un orden lógico alrededor de unidades familiares. En 1931 fue declarado Monumento Histórico Artístico y también está considerado Bien de Interés Cultural. Otra peculiaridad del lugar son sus petroglifos elaborados 2000 años antes de la ocupación del castro, aunque ya están bastante desgastados.
Desde el monte se supone que hay unas espectaculares vistas a la desembocadura del río Miño, pero con la intensa niebla era imposible ver nada, así que bajamos hasta la Playa del Muiño. Dimos un tranquilo paseo. A lo lejos se podía divisar la fortaleza portuguesa de Ínsua que se sitúa sobre una pequeña isla en la propia desembocadura y que está declarado como Monumento Nacional. Es posible visitarlo tomando un barco desde el embarcadero de la Playa de Foz do Minho (situado al otro lado del río, ya en Portugal). Dentro de esta fortaleza, que cuenta con muchas historias de piratas, se encuentra un pequeño monasterio levantando por franciscanos de Galicia que data del siglo XIV.
Y con todo esto dábamos por finalizado nuestro día. Nos habría gustado conocer algo más de A Guarda y visitar su bonita villa marinera para descubrir por qué la llaman la Capital de la Langosta; pero teníamos que llegar a tiempo para poder hacer el check-in en nuestro hostal de Pontevedra donde pasaríamos las 3 próximas noches. Pontevedra estaba a una hora de A Guarda por autopista de peajes, hay opción de carreteras secundarias, pero, sinceramente, no nos fiábamos mucho de las carreteras secundarias de Galicia. Cuando llegamos, era tan tarde, que casi todos los restaurantes de la zona estaban cerrados, nos tocó cenar en un japonés que no nos entusiasmó.
El hostal se llama Peregrino y, con dicho nombre, os podéis imaginar que tipo de alojamiento es. Se encuentra muy próximo a la estación de trenes de Pontevedra, una zona demasiado tranquila y algo alejado del centro histórico de la ciudad, lo cual era el punto negativo que le veíamos. La habitación era amplia y cómoda, con todas las necesidades, aunque sin aire acondicionado, cosa que no nos hizo falta en toda la estancia en Galicia. Las noches veraniegas son muy agradables. Las 3 noches salió por 165€ la habitación doble con baño privado. No estaba incluido el desayuno, pero tenía una cafetería anexa a buen precio.
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