El sábado 27 de diciembre de 2014, partimos desde el aeropuerto de Barcelona rumbo a Fráncfort con la aerolínea Lufthansa. Sin embargo, tuvimos un susto de por medio, pues nuestro vuelo programado había sido cancelado debido al temporal de nieve que azotaba a Europa. Por suerte, nos ubicaron en otro avión que partía antes y que estaba con retraso, así que finalmente pudimos llegar y antes de lo previsto. Ya sabéis… nunca vayáis con el tiempo justo al aeropuerto, gracias a esto pudimos llegar a nuestro destino.
Día 1: Toma de contacto con Fráncfort.
Tras llegar a media tarde al aeropuerto de Frankfurt, uno de los más grandes del mundo, cogimos un taxi rumbo a nuestro hotel, NH Frankfurt City Center. El precio del trayecto salió a unos 30€. También está la posibilidad de coger el metro que es muchísimo más económico, pero con el frío que hacía preferimos coger el taxi para que nos dejara en la misma puerta. Por el trayecto pudimos comprobar la nevada que había caído sobre la ciudad. Estaba todo blanco. Muy bonito para una persona que no está acostumbrada a ver la nieve.
Al llegar a nuestro hotel, que siempre lo recordaré por esas alfombras manchadas, dejamos las maletas, nos abrigamos bien y salimos a dar una primera vuelta de reconocimiento a la ciudad.
Caían algunos copitos de nieve mientras nos dirigíamos a la gótica Catedral de San Bartolomé. Es preciosa verla de noche con su destacado color rojizo. De ahí fuimos al punto más conocido de la ciudad: la plaza Römerberg. Una pintoresca y bonita plaza donde, antiguamente, el pueblo celebraba la coronación de los emperadores. Una pena que por pocos días no viéramos montado ahí el mercado de navidad más famoso de Europa. Lo suelen montar desde finales de noviembre hasta un par de días antes de navidad. Pero aun así la plaza estaba muy bonita, totalmente nevada y con un enorme árbol de navidad enfrente del Römer (el ayuntamiento). Tuve la mala suerte que en el momento que me fui a hacer la foto en la plaza apagaron las luces del árbol. ¡Qué casualidad!
Con el frío que hacia decidimos marcharnos al hotel a descansar. Por el camino, pasamos por la calle Zeil, la calle comercial de Fráncfort. Entramos al centro comercial MyZeil para hacer un par de compras y entrar un poco en calor. Con esto dábamos por finalizada esta primera toma de contacto.
Día 2: Zona universitaria y alrededores.
Al día siguiente nos abrigamos mejor. Esta vez doble pantalón y camisetas térmicas junto a gorros, bufandas y guantes (y aún con esas se pasa frío).
Fuimos hacia la zona universitaria. Decidimos ir a pie a pesar de que se encuentra un poco lejos, pero así íbamos viendo la ciudad. Pasamos por la Torre Eschenheimer, Hauptwache y el Alte Oper antes de coger la larga avenida Bockenheimer Landstraße que nos dejaría en la boca de metro más sorprendente de la ciudad. La entrada de la estación de metro Bockenheimer Warte recrea un tranvía antiguo introduciéndose en la tierra, un punto que merece pararte para hacer la típica foto graciosa.
Nuestra primera visita del día fue al Senckenberg, el museo de historia natural más importante de Alemania con la colección de esqueletos y fósiles más grande de Europa. El precio son 9€ y vale la pena visitarlo si te gusta el mundo de los dinosaurios y los fósiles, sino, igual, se te hace algo aburrido.
Y de museo en museo, nos dirigimos al Struwwelpeter Museum. Allí nos recibió una señora en la entada que nos dejó claro que el museo estaba orientado a niños pues trataba sobre la obra de Heinrich Hoffmann, el escritor de cuentos infantiles más famoso del país. Nos explicó que todos sus cuentos tienen la misma base: el protagonista tiene un vicio por el que acaba siendo castigado al final de la historia. Su libro más famoso estaba traducido al español como "Pedro Melenas". El sitio me pareció de lo más curioso y sus cuentos un tanto crueles pero divertidos.
Llegaba el momento de comer. Íbamos como zombis buscando un lugar sin éxito hasta que paramos a preguntar y nos indicaron una zona donde habían varios restaurantes. Comimos en una franquicia alemana que se llama Cafe Extrablatt especializada en Hamburguesas y Pizzas. Nos pedimos dos buenas hamburguesas.
La tarde la reservamos para visitar el Jardín Botánico, conocido como Palmengarten. La verdad que manda narices ir a ver un jardín con toda la nevada que había caído pues todo era un manto blanco, pero aún así el Palmengarten tiene su encanto. Además de que puedes ver los múltiples invernaderos que tiene (y en los que se está calentito). El invernadero que más nos gustó fue el Palmenhaus que estaba lleno de palmeras y helechos. Allí probamos por primera vez algo muy típico de Fráncfort, el Apfelwein, que es como la sidra solo que en época de invierno la sirven caliente. Muy bueno. Dimos una vuelta por todo el jardín que a mi particularmente me encantó sobre todo por lo especial que lo vi todo nevado.
Cuando la noche empezaba a entrar e íbamos a abandonar ya el Palmengarten, en unas de las fuentes comenzaron a hacer un espectáculo de luces muy bonito; flores y corazones se proyectaban sobre el agua. Me hubiera gustado visitarlo en otra época del año. Su precio de 7€ es algo elevado para no poder disfrutarlo al 100%.
Con todo esto dábamos por finalizado nuestro cupo de visitas del día. Fuimos hacia el metro pasando previamente por la Universidad Johann Wolfgang Goethe. Ahora todo lo que nos quedaba por ver estaba más cerca.
Día 3: Visita al centro de Fráncfort.
Comenzaba el que iba a ser nuestro día más completo pues lo teníamos preparado para visitar todo el centro de la ciudad.
Lo primero que hicimos fue ir a la oficina de turismo, que se encuentra la plaza Römerberg, para comprarnos la Frankfurt Card. Hay dos modalidades de esta tarjeta: una que es para 1 día y otra que es para 2 días. Compramos la que vale para dos días por 14.50€, con ella teníamos descuentos del 20% al 50% en la mayoría de las principales atracciones turísticas (ya fueran museos o paseos por el río Meno) y acceso al trasporte público. Si vale la pena o no comprarla lo mejor es hacer cuentas con las cosas que se quiera ver. En nuestro caso nos salió rentable (tampoco es que llegues a ahorrar una barbaridad).
La primera visita del día fue para la Goethehaus, la casa donde vivía Johann Wolfgang Goethe, la persona más ilustre de Fráncfort, escritor de la famosa obra Fausto. La casa está convertida en un museo en la que se explica como vivía él y su familia durante su infancia y juventud. Al entrar puedes coger un folleto donde está explicado cada habitación al detalle. Recomiendo la visita, me pareció de lo más curioso pues te puedes hacer a la idea de como vivía una familia adinerada en el siglo XVIII.
De aquí nos fuimos al distrito financiero de la ciudad, la zona donde se acumulan todos los rascacielos. Empezamos con la Eurotower, edificio que es sede del Banco Central Europeo. Allí se encuentra uno de los elementos más fotografiados de Fráncfort, un €uro de 5 metros de alto. El siguiente punto era subir al observatorio de la Main Tower, el que fue el rascacielos más alto de Europa cuando se finalizó su construcción en el año 2000, pero por desgracia se encontraba cerrado pues nos comentaron que la antena tenía hielo y eso suponía un peligro...
Terminamos de atravesar los rascacielos y salimos a Alte Oper, el edificio de la Ópera donde en 1880 se estrenó Carmina Burana de Carl Orff. Queríamos visitarlo por dentro pero no veíamos ni una indicación, no sabemos si es que estaba cerrado o es que no es posible visitarlo. Finalmente encontramos una puerta abierta por un lateral pero no había nadie... el caso es que por esa puerta accedías dentro, subimos escaleras y por las puertas se veía el teatro pero todo estaba cerrado y apagado así que finalmente nos salimos. Cabe destacar que durante esos días estaba la obra "We Will Rock You" que trata sobre el grupo Queen.
Nuestro siguiente punto era La Bolsa de Fráncfort, la tercera más importante a nivel mundial. El edificio, que es conocido como el Kapitalistendom, estaba en obras pero se dejaban ver una serie de estatuas que representaba cada una a un continente. Entramos dentro pero salimos rápido pues todo el mundo iba trajeado y nos hicieron una serie de miradas asesinas, creo que no pintábamos nada allí (tampoco se si es posible visitarlo por dentro de manera turística). La plaza que se encuentra a sus puertas recibe el nombre de Börseplatz, en ella hay una escultura de un oso y un toro que representan las subidas y las bajadas en bolsa, un punto también muy fotografiado. Aprovechando que había un Starbucks en la misma plaza entramos dentro para meternos al cuerpo algo caliente.
Cerca de la bolsa está la Torre Eschenheimer, una torre de estilo gótico que pertenecía a las antiguas murallas de la ciudad. Ha sido la única que ha sobrevivido de las 60 que existían originalmente. Hoy en día se encuentra un restaurante dentro de la torre. Queríamos subir o curiosearla por dentro pero no había más puerta que la del restaurante así que entramos y preguntamos. La camarera muy amable nos dijo que sí, que se podía acceder hasta cierta altura sin necesidad de tener que consumir. La verdad que no tiene nada del otro mundo, sus vistas son nulas, lo más interesante su escalera de caracol, al menos nuestra curiosidad fue saciada.
Con el olor del restaurante nos entró hambre por lo que fuimos a buscar un sitio para comer (nos podíamos haber quedado en la torre pues tenía muy buena pinta pero sus precios eran caros). Acabamos en un restaurante típico alemán de comida bávara, su nombre era Römer Pils Brunnen y se localiza en Töngesgasse 19 (cerca del museo de arte moderno). Lo recomiendo. Pedimos la especialidad de la casa (y casi del país) un codillo asado y también un plato de rindswurst, que son unas salchichas típicas alemanas que estaban muy especiadas, muy bueno y a 35€ en total dos personas.
Con la barriga llena y siendo españoles... que mejor que volver al hotel a pegarse una pequeña siesta y así descansar las piernas y quitarnos el frío de encima.
De nuevo salimos a la calle, rumbo al Cementerio Judío. Lo más llamativo del cementerio, que fue usado del 1462 al 1828 y actualmente se encuentra cerrado al público, son sus muros. En ellos se pueden ver los nombres de aquellos judíos que murieron en la segunda guerra mundial y el lugar de su muerte, muchos de ellos en campos de concentración nazi. Si seguimos el muro encontraremos una pequeña puerta con verjas por la que se puede contemplar el cementerio por dentro, las lápidas se encuentran todas arrinconadas en una esquina. Un lugar que nos dio mucho respeto.
Llegaba el momento de visitar la Catedral de San Bartolomé por dentro, conocida popularmente como la Kaiserdom por ser el lugar en el que se coronaban los antiguos emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico. Su acceso es gratuito y personalmente me gusto. Además, como estábamos en fechas navideñas, tenían montado un belén por dentro. Al salir dimos una vuelta a su alrededor para ver si era posible subir a su campanario, había un quiosco donde supuestamente vendían los tickets pero estaba cerrado, según el horario que indicaba debería de estar abierto, suponemos que era debido al temporal.
Comenzaba a anochecer y queríamos ver la ciudad desde un poco más lejos para ver el skyline de los rascacielos con el atardecer. Creo que la vuelta que dimos es la perfecta para tomar buenas fotos y disfrutar de un buen paseo. Tomamos el puente que cruza el río Meno más cercano a la Catedral. Desde ahí se podía contemplar la Catedral de San Bartolomé, el Eiserner Steg (el Puente de Hierro) y el skyline de los rascacielos. Las fotos desde este punto salen muy bonitas. Al finalizar el puente nos dirigimos desde el otro lado del río al Eiserner Steg. Una vez en el Puente de Hierro, lo primero que nos llamó la atención es la de candados que se encuentran sobre él, siguiendo la costumbre italiana, pero no solo candados... si no ¡hasta cacerolas y sartenes nos encontramos!
Con la noche ya encima nos apetecía tomar algo, fuimos al Hauptwache, una cafetería que está situada en lo que era el edificio de la antigua guardia en el siglo XVIII con prisión incluida, posteriormente pasó a ser una comisaría hasta que en 1904 ya se convirtió en una cafetería. Como curiosidad, mientras construyeron el metro subterráneo, el edificio fue totalmente desmantelado y reconstruido encima de la estación de metro actual que recibe el mismo nombre que el edificio y la plaza en la que se encuentra. La cafetería es realmente bonita, merece la pena entrar y tomarte algo dentro, si lo hacéis fijaros en las fotos que hay en sus paredes donde se muestra parte de la historia del edificio.
Antes de marchar hacia el hotel entramos a un centro comercial bastante famoso de la calle Zeil, este se llamaba Zeilgalerie, tiene cerca de 70 tiendas y desde arriba hay buenas vistas de los rascacielos de la ciudad.
Día 4: Día cultural de visita a los museos.
La mayoría de los museos no abren los lunes ni días festivos como lo es nochevieja, por este motivo decidimos reservar los museos para este martes 30, además había que amortizar nuestra Frankfurt Card.
El primer museo que visitamos de buena mañana fue el Museo de Arte Moderno. De todos los museos que vimos el Museum für Moderne Kunst, como se dice en alemán, fue el que menos me gustó. Quizás no entienda este arte pero es que me resulta inevitable acordarme de aquel capítulo de los Simpsons donde Homer se hace un hueco en este arte al exponer una barbacoa que no fue capaz de montar. Lo más llamativo visualmente para mi gusto era donde se exponía el Pop Art.
Al salir fuimos una vez más a la Catedral de San Bartolomé para ver si estaba abierto el campanario. De nuevo cerrado... Desde la Catedral a la plaza Römerberg hay una calle donde se encuentra el Schirn Kunsthalle, fue nuestro siguiente destino.
La Schirn Kunsthalle es una de las galerías de exposiciones con más nombre en Europa, de esto me he enterado luego. Entramos totalmente a ciegas sin saber en qué consistía. Al comprar el ticket el hombre nos preguntó para qué exposición era pues en esos momento habían dos, lo elegimos a boleo porque no teniamos ni idea de qué iba cada exposición. German Pop fue la elegida, como su nombre indica iba de Pop Art alemán, mucho cuadro colorido y vídeo piscodelico, había bastante referencia al nazismo, fue interesante.
Era el momento de poner rumbo a la famosa Orilla de los Museos (Museumsufer en alemán), y esque en la ribera sur del Meno se localizan 9 museos de gran nivel. Para llegar hasta allí pasamos una vez más por la bonita plaza Römerberg donde aprovechamos para visitar por dentro la Alte Nikolaikirche (la iglesia que se encuentra en la plaza); luego por la Haus Wertheim, que es la única casa que no fue devastada por los bombardeos de la segunda guerra mundial; y por último cruzamos el río por el Eiserner Steg. Esta vez nos dimos cuenta que a la entrada del puente hay una inscripción en griego que pone ΠΛΕΩΝ ΕΠΙ ΟΙΝΟΠΑ ΠΟΝΤΟΝ ΕΠ ΑΛΛΟΘΡΟΟΥΣ ΑΝΘΡΩΠΟΥΣ lo que viene a ser traducido en español como Navega por los mares de color del vino hacia gentes de otras lenguas, una frase sacada de La Odisea de Homero (esto lógicamente lo busqué luego, yo no se griego).
Puesto que no hay tiempo para ver tanto museo y que además agota bastante, tomamos la decisión de ver solo dos. El primero de ellos el Museum für Kommunikation (Museo de las comunicaciones) ya que tenía interés en verlo pues me considero un amante de la tecnología. Disfruté bastante viéndolo y me hizo mucha gracia un rebaño de ovejas que había en la entrada las cuales estaban hechas con cables de teléfonos y teléfonos antiguos.
Antes de visitar el siguiente museo las tripas empezaban a crujir, fuimos a un italiano que se llamaba Gennaro's. Nos pedimos un plato de gnocchi y otro de tortellini al limón rellenos de jamón acompañado con un vino de la casa. Nos salió todo por 36.5€. El dueño de este restaurante sabe hablar español pues resulta que su mujer es extremeña, se nos acercó un rato a hablar con nosotros, mi familia es toda extremeña. Trato inmejorable y buena comida.
Y ahora tocaba visitar el último museo, nos habíamos dejado el mejor para el final, el Städel Museum. Este museo recoge una colección de arte europeo que contempla hasta 7 siglos abarcando así cuadros del renacimiento italiano, el barroco, el modernismo y otros estilos más vanguardistas como el cubismo convirtiéndolo en una de las colecciones más importante de Europa. Vimos cuadros de Edvar Munch (autor de mi cuadro favorito que es el grito), Monet, Tiziano, Raffaello e incluso de autores españoles como Velázquez o Picasso. Nos hubiera gustado dedicarle más tiempo a este museo porque vale la pena pero no queríamos perder lo que sería nuestra última atracción del día...
Nos dirigimos una vez más al Puente de Hierro, esta vez para realizar un crucero turístico por el río Meno de una hora aproximadamente, cogíamos el último del día y del año. El barco nos llevó hacia el puerto pasando por el nuevo edificio del Banco Central Europeo y dejando a la otra orilla del río el barrio de Sachsenhausen. Las vistas al centro financiero son fantásticas, la lástima es que con el frío que hacia nadie se atrevía a salir a cubierta (solo los fumadores que parecen que estén vacunados al frío). El precio del crucero es de 9€ y con la Frankfurt Card tienes un descuento del 20%.
Y con esto finalizaba nuestro día cultural, ahora ya tan solo quedaba descansar para afrontar nuestro último día en Frankfurt y del 2014...
Día 5: Fráncfort desde las alturas.
Por fin un día que nos levantamos sin alarmas, ya teníamos los deberes hechos y habíamos visitado todo lo que nos habíamos propuesto... ¿Todo? No. Aún teníamos la espinita clavada de no haber podido subir al campanario de San Bartolomé ni a la Main Tower. Al salir a la calle nos llevamos la sorpresa de que ya no había nieve en las calles, la temperatura por fin superaba los cero grados aunque fuera por poco. Así que nuestro último intento para ver si estaba abierto el campanario de la Catedral... Y ¡sí!! el quiosco donde se compraba los tickets estaba abierto.
Para subir por la enorme torre gótica de 66 metros de altura (hasta donde se puede subir) tenemos una estrecha escalera de caracol de 328 escalones, agobia un poco sobre todo si te cruzas con otros turistas pero por suerte éramos de los primeros de la mañana y no estaba muy transitado. Las vistas son impresionantes, había merecido la pena insistir todos los días hasta encontrarlo abierto. Hay unas preciosas panorámicas en las que se ve la plaza Römerberg, la Paulskirche y por detrás todos los rascacielos de Frankfurt. Tras dar la vuelta al campanario de nuevo a bajar, y bajar este tipo de escaleras siempre cuesta...
Y de nuevo a la plaza Römerberg que cuanto más la ves más te gusta, esta vez nos detuvimos en un puestecito que venden las típicas salchichas de Frankfurt pero no fue para pedirnos unas si no para probar una bebida muy típica alemana, el Glühwein, que es básicamente vino caliente con especias, canela y algún cítrico como el limón. Muy bueno y con el frío entra muy bien.
En vista de que el campanario se encontraba abierto pusimos rumbo hacia la Main Tower pero previamente pasamos por Paulskirche, que se encontraba cerrada, actualmente no tiene uso de iglesia y llego a ser la sede del Parlamento de Fráncfort. Después entramos a la bonita iglesia de Nuestra Señora, Liebfrauenkirche en alemán. Salimos a Hauptwache y nos fijamos en una escultura que representa los cuentos de Heinrich Hoffmann, después de haber visto el museo los reconocíamos todos.
Y llegamos a Main Tower y... ¡premio! también estaba abierto. Subir al observatorio cuesta 6.50€, a pesar del precio no nos íbamos a quedar con las ganas. Una vez arriba, a 200 metros de altura, la ciudad parece una maqueta, todo es diminuto desde ahí, hasta la Catedral de San Bartolomé que tan alto nos parecía cuando estuvimos. No había buena visibilidad porque había algo de niebla y el frío se multiplicaba por 1000 por lo que no estuvimos mucho rato. Me quedo con las vistas desde la Catedral.
De vuelta a la plaza Römerberg a buscar sitio para comer, por el camino entramos a Katharinenkirche, la iglesia que se encuentra en Hauptwache. Nos decantamos por un restaurante que estaba en la misma plaza que se llamaba Römer Bembel, el hombre que nos atendió nos habló en un idioma totalmente nuevo, nos mezclaba el inglés con el italiano y con el alemán, imposible entenderle, solo sabemos que nos quería vender el plato más caro de la carta cuando nosotros solo queríamos probar las típicas salchichas de Frankfurt, que fue lo que finalmente nos pedimos. No nos gustó el sitio por el trato, la comida normalita.
A lo tonto habíamos hecho una mañana muy completa y ahora sí que teníamos el cupo de todo lo que queríamos hacer. Como ese día era nochevieja y había que aguantar algo más, pero no demasiado porque nuestro vuelo de vuelta salía por la mañana del día siguiente, nos fuimos al hotel a dormir una larga siesta.
Salimos ya por la noche en busca de sitio para cenar, estaba todo o cerrado o completo, era difícil encontrar algo... Finalmente y por casualidades de la vida, terminamos en el mismo sitio donde comimos ese día, esta vez nos atendió una mujer que parecía la doble de Terminator, nos dijo que tenia sitio y nos subió una planta superior, allí nos puso en mesa compartida sin avisar (algo típico alemán pero que creo que deberían de avisarte antes). Estuvimos en la esquina de una mesa grande donde un grupo de amigos estaban celebrando su nochevieja, parecía no importarles pero nosotros no nos sentíamos muy cómodos. Para cenar nos pedimos una parrillada de salchichas para dos, así ya terminábamos de probar todos los tipos. El grupo de alemanes de la mesa se nos quedaron mirando y nos desearon "good luck" con la comida, se ve que para ellos era demasiado. Cuando ya estábamos terminando la cena me dio por pedir una "big beer", Terminator me sacó una cerveza de litro. Yo feliz con mi cerveza. Los alemanes de nuevo se quedaron asombrados. En fin, una vez más el trato fue espantoso pero desde luego fue una cena de nochevieja difícil de olvidar, diferente a lo que siempre había hecho.
Llegaba el momento de ver que hacían los francforteses en nochevieja. Nos habíamos informado antes y por lo visto allí, como en todos los lados, son típicos los fuegos artificiales. Fuimos al Eiserner Steg donde se empezaba a acumular bastante gente, nos dimos cuenta la de inmigrantes que hay en la ciudad, nos dio la sensación de que no había ni un solo alemán. Aquello era una locura, no es que se tirara un castillo de fuegos artificiales, es que todo el mundo tenía sus propios fuegos artificiales que lanzaban sin control ni uno. El momento cumbre fue a las 12 de la noche, cuando nosotros sacamos nuestras latas de 12 uvas y nos las comimos al ritmo de petardos (porque campanas no se escuchaban) para seguir nuestra tradición española. Ver para creer, yo como valenciano que soy, que estoy acostumbrado a las fallas, y lo que estaba viendo me parecía de locos. A la media hora intentamos volver para al hotel pero el puente se había convertido en un embudo humano, nos costó muchísimo salir, me pareció increíble el desorden.
Ya solo quedaba descansar, al día siguiente había que levantarse temprano para abandonar la ciudad de las salchichas y volver a nuestra cálida Valencia...
Conclusiones
La elección de viajar a Frankfurt fue porque encontramos una buena oferta de billete de avión, muchas veces es mejor dejarse llevar y que el azar marque tu destino. Además creo que cualquier sitio siempre es bueno para viajar. Por desgracia Frankfurt fue brutalmente bombardeada en la segunda guerra mundial provocando casi su completa destrucción. Las reconstrucciones que han realizado son fieles a las originales pero es imposible volver a recrear la ciudad al completo, eso ha provocado que Frankfurt se reinvente teniendo así ese contraste de moderno y antiguo convirtiéndola en una ciudad única. No es un lugar que tengamos que tener en la lista de sitios para ver antes de morir pero sí donde dejarse caer si tienes la oportunidad. No tendrá grandes atracciones turísticas pero sí muchos puntos de interés o museos de gran nivel.
Considero que los días dedicados fueron los justos. Quizás no fue la mejor época del año aunque si se va a principios de diciembre debe de ser bonito ver el mercado navideño. Nosotros nos quedamos al menos con la sensación de haberlo visto todo o casi todo. Destaco su bellísima plaza Römberberg, viendo esta plaza, si la ciudad se hubiera conservado, posiblemente sería una de las ciudades más bellas...
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