Preparativos para viajar a la Costa Oeste de los Estados Unidos
Hasta ahora no había pisado Estados Unidos. Siempre pensé que mi primera vez sería haciendo la ruta 66 o conociendo New York; pero Rocío, mi pareja, me hizo cambiar de idea. Me planteó recorrer la costa oeste del país del Tío Sam y enseguida nos pusimos a mirar lugares y fotos de otras personas que habían realizado ya dicho viaje. Nos empezamos a ilusionar y, rápidamente, comenzamos a ojear vuelos. Descartamos verano por precios y porque el tiempo se nos echaba encima. Buscamos en el mes de octubre y encontramos un vuelo directo Barcelona - San Francisco a un precio muy económico: 398,5€ ida y vuelta cada uno. Despegaría el 6 de octubre y aterrizaría en España el 23 del mismo mes. La compañía era Level, la low cost de Iberia; y la pega está en que no incluye maleta facturada ni comidas durante el vuelo. La facturación de una maleta nos costó 80€, el resto lo llevaríamos en equipaje de mano.
Como los vuelos los pagamos con una tarjeta de EVO Banco, el seguro de viajes estaba incluido. Esta tarjeta incluye un seguro de viajes con coberturas bastante decentes al comprar cualquier billete de avión que cubre tanto al titular como hasta 5 acompañantes. Te protege en situaciones como retrasos en tus vuelos, cancelaciones, pérdida de maletas, robos, extravíos, necesidad de asistencia médica o legal.
Lo siguiente fue comenzar a planificar la ruta durante esos 17 días. Empezamos a mirar guías por Internet y nos leímos los mil y un viajes de otros viajeros. Comenzamos a trazar lo que sería nuestra ruta. Compramos también la Lonely Planet de la Costa Oeste de EEUU, la cual desaconsejo ya que es muy flojita; y la guía de Trotamundos titulada EEUU (Oeste) Parques Nacionales, que sí que nos fue muy útil a pesar de que omite una parte importante de California al centrarse en los Parques Nacionales.
Decidimos dejar San Francisco para el final y el primer día trasladarnos a las afueras de la ciudad para comenzar nuestra ruta. Nuestro orden de sitios que visitar quedó de la siguiente manera: Yosemite, Death Valley, Las Vegas, Bryce Canyon, Antelope Canyon, Monument Valley, Grand Canyon, Ruta 66, Los Ángeles, Big Sur y San Francisco.
Con la ruta definida pasamos a la reserva de alojamientos. La mayoría las hicimos por Booking.com; y, excepto en las grandes ciudades, nos incluían el desayuno. Todos tenían parking gratuito, filtro importantísimo a la hora de reservar. Los precios en Estados Unidos son elevados, pero al no ser temporada alta, creo que nos salió bastante bien de precio. Uno de los primeros alojamientos que reservamos fue The View, también el más caro; está dentro de Monument Valley y sus vistas son espectaculares. Es necesario reservar con tiempo ya que está muy solicitado. A medida que vaya contando el viaje iré comentando el alojamiento de cada día.
Hubo algunas visitas que también compramos de manera adelantada:
Nuestro siguiente punto a atar fue el alquiler de un coche. Lo hicimos vía rentalcars.com. Escogimos un coche SUV de cambio de marchas automático que, según indicaba la web, sería un Toyota Rav 4 o similar. Nos decantamos por un coche de este tipo por varios motivos: por comodidad, porque nos meteríamos por carreteras de tierra y porque en EEUU está todo pensado para coches grandes. Tras leer comentarios de casi todos los proveedores que ofrecía rentalcars, nos decidimos por Alamo; nos salió 15 días por 537.40€ sin ningún tipo de extras, con los seguros que se incluyen es suficiente.
Respecto al dinero, tiraríamos de tarjetas y de los ATM del país que hay en todos lados. Rocío iba con tarjeta EVO, que no cobra cambio de divisa; y yo me saqué una tarjeta BNEXT, que es perfecta para viajar ya que se trata de una tarjeta de prepago VISA que tampoco cobra cambio de divisa a la hora de pagar con ella y permite hasta 3 retiradas de cajeros sin comisiones.
Ya solo nos quedaba por zanjar dos cositas más que son imprescindibles: el ESTA y el carnet de conducir internacional. Para viajar a Estados Unidos es necesario el ESTA que es una autorización emitida por el Department of Homeland Security. Solicitarlo es sencillo, simplemente se accede a https://esta.cbp.dhs.gov (ojo, hay mucha web que se ofrece para tramitarte el ESTA, no hagáis ni caso porque os saldrá mucho más caro), se rellena el formulario y se paga una tasa de 14$ por persona; tardan en tramitártelo un máximo de 72 horas. Para el carnet de conducir internacional simplemente se ha de concertar una cita previa en Tráfico desde la web oficial (puedes pulsar aquí, hay que hacerlo con algo más de un mes de antelación ya que a nosotros nos dieron cita para después de 3 semanas de solicitarla), presentarse con una fotografía y pagar la tasa que son 10.30€. Tiene una validez de un año.
Y ahora ya, con todo listo, solo quedaba esperar, ilusionarse y ¡a viajar!
1º día 06/10/2019: Llegada al aeropuerto Internacional de San Francisco
Tras 13 horas de vuelo, llegamos al Aeropuerto Internacional de San Francisco sobre las 19h sin ningún incidente. Apenas perdimos tiempo con el control de pasaporte, algo que nos sorprendió gratamente. Todo en el aeropuerto estaba bastante bien indicado. Fuimos siguiendo las señales de alquiler de coches. Tomamos la línea azul del AirTrain hasta el Centro de Alquileres y allí, en la cuarta planta, estaba Alamo, nuestro proveedor.
Nos ofrecieron varios tipos de seguros que rechazamos; siempre intentan venderte todo lo que pueden, pero nada es necesario. A la hora de recoger el coche simplemente nos indicaron los que podríamos pillar. Escogimos un Nissan Rogue que equivale al Qashqai en España. No nos explicaron absolutamente nada ya que de golpe desaparecieron, así que nos subimos al coche y nos pusimos en marcha.
Antes de viajar, leímos algunas normas básicas a la hora de conducir en Estados Unidos que difieren respecto a nuestro país. Cito algunas:
Era la primera vez que conducíamos con un coche de cambio de marchas automático, pero enseguida te haces a él y una vez probado no querrás volver al cambio de marchas manual. Nuestro GPS era Google Maps. Rocío tenía roaming y podía navegar sin problemas; en mi caso, que no tenía, me descargué los mapas offline, lo cual recomiendo enormemente aunque tengáis datos, ya que en este viaje se recorren grandes distancias en las que no hay cobertura. Es importante tener en cuenta que las distancias en EEUU se miden en millas y no en kilómetros; 1 milla equicale a 1.6 kilómetros. La velocidad máxima en autovía depende del estado, siempre está señalizada. Vimos desde señales a 65 millas por hora, que era lo normal en el estado de California, a señales de 80 millas por hora en el estado de Utah. Por poblado suele ser entre 25 y 35 millas por hora.
Nos dirigíamos ahora hacia Lathrop, situado a hora y cuarto del aeropuerto. Escogimos esta ciudad para pasar la primera noche y así hacer algo de camino hacia Yosemite, nuestro destino para el siguiente día. El hotel escogido era Comfort Inn Lathrop que nos salió por 89.24€ la habitación doble. Sus instalaciones estaban geniales, era tranquilo, silencioso, amplio, cama grandísima y comodísima e incluía el desayuno.
Tocaba por fin descansar e intentar adaptarse a nuestro nuevo horario, aunque el jetlag hizo que durmiéramos menos de lo deseado.
2º día 07/10/2019: Yosemite National Park
Comenzaba ahora nuestro viaje de verdad, nos dirigíamos a Yosemite National Park. Lo primero que decidimos es qué ruta tomar ya que se nos presentaban dos opciones: entrar por el norte por Big Oak Flat o entrar por el sur por Mariposa. Ambas opciones nos llevarían entorno a las 3h; algo menos la entrada norte. Aunque en un principio pretendíamos ir por Mariposa para ver el pueblo, ya que leímos que era de película del oeste, finalmente optamos por la opción más rápida y con algo más de curvas.
De camino, enseguida te das cuenta que en EEUU se conduce bastante bien y las carreteras son amplísimas. Se respeta bastante la distancia con el coche de delante y no son tan agresivos como en España conduciendo. Además, los camiones circulan a bastante velocidad, adelantar uno no es tan sencillo. También tuvimos nuestra primera experiencia con las gasolineras. Tienen para pagar con tarjeta, pero exceptuando una vez, nunca logramos que nos la aceptara. Lo que solíamos hacer era entrar en la tienda, dar X dólares a la dependienta, llenar hasta arriba el depósito y volver a por el cambio. El deposito se mide por galones y no por litros; un galón equivale a 3.78 litros y los precios que tuvimos durante todo el viaje oscilaron entre 2.70$ a 4.40$ el galón, cuanto más a la costa más cara estaba la gasolina.
Llegábamos a la caseta de entrada a Yosemite. Íbamos dispuestos a comprar el Annual Pass, un pase que vale 80$ por coche y te permite visitar un sin fin de Parques Nacionales; pero en la caseta no había nadie y solo se mostraba un cartel que decía que se pagaba a la salida del parque, así que continuamos carretera adelante.
Yosemite National Park fue la primera zona protegida del mundo por un decreto firmado por el mismo Abraham Lincoln en 1864. Además, está declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO desde 1984. El origen de este extenso parque es glaciar, aunque hoy en día solo queda el río Merced como evidencia que discurre a lo largo del valle rodeado por grandes acantilados de granito y bosques de secuoyas gigantes.
Nos detuvimos en un par de puntos por la carretera antes de llegar al Visitor Center. Nuestra primera parada fue en el Half Dome View que se encuentra en Big Oak Flat. Desde este punto hay unas vistas preciosas a una de las montañas de granito más representativas del parque: el Half Dome, que literalmente significa "media cúpula". Y es que es lo que parece: una cúpula partida por la mitad. La otra parada que realizamos fue sobre el mismo valle donde pudimos contemplar El Capitán, el farallón monolítico más alto del planeta con 900 metros de altura. Este punto nos encantó.
Tras aparcar en el parking de la villa, fuimos al Visitor Center, primer lugar que se debería visitar en un Parque Nacional para obtener cualquier tipo de información, mapas o para que te recomienden qué hacer durante el periodo que vas a estar. Allí nos comunicaron que el parque cuenta con autobuses gratuitos para moverse a cualquier punto y nos aconsejaron realizar el Mist Trail Trailhead, un recorrido que llega hasta Vernal Fall y que puedes alargar hasta Nevada Fall. Nos pareció súper útil lo de los autobuses, ya que de esta manera evitas que las carreteras del parque se llenen de coches y a la misma vez evitas contaminación. Además, este medio era común en casi cualquier Parque Nacional.
Cerca del Visitor Center vimos un pequeño restaurante de autoservicio que se llamaba Degnan's Kitchen. Era buen momento para recargar energías. Compramos dos pizzas y un par de Coca-Colas que salió por cerca de unos 25$. Delante de este mismo lugar partía la línea de autobuses que nos interesaba para el siguiente punto que íbamos a visitar: Yosemite Falls. Nos bajamos en la parada número 6 y caminamos por un pequeño sendero de unos 800 metros muy fáciles. Supuestamente, son las cascadas más altas del parque, y digo supuestamente porque cuando llegamos no había ni gota de agua, solo una alta pared vertical de granito con señales de haber corrido el agua por allí. Estas cascadas dicen que son espectaculares en primavera, durante el deshielo, pero en octubre, como pudimos comprobar, no hay nada que ver. Fue gracioso, al menos, ver a algunos turistas hacerse fotos con la pared vertical de granito donde debería de estar cayendo agua.
Cuando salimos de nuevo a esperar el bus, nos dimos cuenta de que al fondo se podía ver el Half Dome. Desde luego es espectacular. También nos percatamos de que el cielo comenzaba a ponerse gris, muy gris, y no era porque se avecinara mal tiempo, sino porque, por desgracia, se había producido un incendio en el parque por la entrada de Mariposa. Nos acordamos en aquel momento de que esa era la entrada por la que habíamos pensado en un principio acceder a Yosemite. Si lo hubiéramos hecho así nos hubiera tocado deshacer todo el camino para volver a entrar por donde finalmente lo hicimos. Hubiera sido casi un día perdido. La suerte estaba de nuestro lado en este viaje.
Volvimos a tomar el bus para realizar ahora el Mist Trail Trailhead que nos habían recomendado en el Visitor Center. Nos bajamos en la parada número 16. El sendero, que posiblemente sea de los más transitados, comenzaba en Happy Isles. El recorrido era agradable, aunque nos deteníamos cada poco rato ya que era en continua subida. A mitad de camino atravesamos un puente con unas vistas hermosas. También había fuentes y baños, aunque estos estaban fuera de servicio. En el último tramo del recorrido para llegar a Vernal Fall tuvimos que subir bastantes escaleras de piedra que poco a poco iban pasando factura a las rodillas. Al fin llegamos: una potente cascada de agua creaba un bonito arco iris al golpear contra las piedras. El esfuerzo había merecido la pena, aunque el chorro de agua no era nada comparado con lo que hemos visto en fotos de este lugar en primavera. Ahora tocaba deshacer lo recorrido: los descensos siempre son peores para las piernas.
Volvíamos al parking para coger el coche y dirigirnos a Touolumne Grove, un pequeño bosque de secuoyas gigantes. Estos árboles son los más grandes del mundo y pueden alcanzar los 3.000 años de vida. Para llegar hasta las secuoyas primero recorrimos un sendero de unos 25 minutos. En este bosque se encuentra la primera secuoya-túnel que se talló, una práctica que se extendió por California y que a día de hoy está prohibidísima. El túnel, que se hizo en 1875 simplemente para promover el turismo y crear nuevas rutas de acceso, se talló sobre una gigantesca secuoya que fue alcanzada previamente por un rayo y estaba sentenciada a morir. Realizando la ruta nos comenzó a anochecer, así que aligeramos el paso todo lo que pudimos para volver al coche.
Teníamos casi 2 horas de camino para llegar a nuestro hotel. Salimos a Tioga Road, un paso de montaña que en temporada de nieve está cerrado. Estuvimos mirando bien antes de viajar para asegurarnos de que podríamos ir por aquí porque si no la ruta hubiera sido muy distinta. Hay que mirar esta web (pulsa sobre el enlace), donde sale el histórico con las fechas de apertura y cierre de la carretera para poder planificar bien esta parte de la ruta. Al pasar por las casetas de salida de Yosemite allí no había nadie por lo que, finalmente, no pagamos nada por el parque y no porque no quisiéramos. Suponemos que entre que ya era de noche y el frío que empezaba a hacer, nadie querría estar ahí esperando a los tardones.
Llegamos al pueblo de Lee Vining y ojeamos desde el coche varios restaurantes. Finalmente, entramos en Nicely's. Pedimos dos sándwiches, aunque todavía tengo dudas de que el mío se le pudiera llamar de tal manera. El de Rocío tenía muy buena pinta, pero el mío estaba cubierto por 3 dedos de una salsa que no sé muy bien de qué era; nada agradable a la vista y tampoco estaba bueno. El precio salió a 32$ contando los dos refrescos que nos tomamos y las propinas. Sobre el tema de las propinas lo normal es dejar entre un 15% y un 20% del precio final dependiendo de la satisfacción del servicio ofrecido.
Al fin llegamos a Redwood Motel, situado en el pueblo de Bridgeport. Estaríamos cerca de los 0 grados. Por toda esta zona, al llegar la noche, hay que abrigarse bien. El motel era el típico motel de película de terror, pero sin dar miedo. La habitación nos salió por 101€. Teniendo en cuenta que todos los alojamientos por esta zona cuestan un ojo de la cara, no estaba nada mal de precio.
3º día 08/10/2019: Bodie y Mono Lake
Tras tomar un ridículo desayuno en el que solo te incluía el café de la habitación y un par de dulces de bolsa, pusimos rumbo a la ciudad fantasma de Bodie que se encontraba a unos 40 minutos. Las últimas 3 millas del camino transcurrían por una pista de tierra que te introducía en el lejano oeste. Al llegar, había una caseta donde se tenía que depositar el precio de la entrada que eran unos 5$ por adulto; no había nadie vigilando, pero todos depositábamos el dinero de manera fehaciente.
Bodie Ghost Town tiene una historia bastante curiosa. En 1859, un tal Bodey encontró oro en este lugar. De hecho, lo primero que nos encontramos al entrar al pueblo, es el punto exacto donde se encontró ese oro. En poco menos de dos décadas pasó de tener 20 mineros a fundarse un pueblo con más de 5.000 habitantes que venían atraídos por la fiebre del oro. El pueblo creció de tal forma que llegó incluso a ser la segunda ciudad más grande de California alcanzando los 10.000 habitantes. El oro y el aumento de población provocó que se llegaran a abrir 65 saloons, infinidad de burdeles, 4 tiendas de cigarros y hasta un Chinatown. Todo esto llevó a que se llenara de ladrones, pistoleros, prostitutas y mineros que, al terminar su jornada, iban rápidamente a gastarse su dinero. Bodie se había convertido en una juerga constante sin control con asesinatos diarios hasta tal punto que un religioso indicó que era "un mar de pecado, azotado por las tempestades de la lujuria y la pasión". Para lavar la imagen del pueblo, no se les ocurrió otra cosa que construir una iglesia, pero ningún pastor quiso acudir pues se rumoreaba que el dinero procedía de los burdeles; fue una iglesia sin uso. Cuando el oro empezó a escasear de las minas, el pueblo fue vaciándose poco a poco y, más tarde, la ciudad sufrió un incendio que arrasó con el 95% de Bodie dejando sus restos en esta actual ciudad fantasma.
Paseamos tranquilamente por la ciudad fantasma. Quedan unos 170 edificios en pie y solo uno es visitable por dentro, el resto nos tuvimos que conformar con mirar por sus ventanas; de esta manera han logrado mantener el mobiliario original intacto. La iglesia permanecía allí, aguantando el paso de los años como si todavía estuviera esperando su primera misa. Algunos saloons permanecían en pie, también una tienda de tabaco, un hotel, el colegio, la morgue e incluso una estación de bomberos que tuvo que ser poco efectiva en su momento. Nuestras mentes pudieron viajar en el tiempo e imaginarse por un momento todo lo que tuvo que ser en su día. Nos encantó Bodie.
Al tomar el camino de vuelta, nada más salir de Bodie, tuvimos que hacer una mini parada. Las vistas eran tremendas con Sierra Nevada como telón de fondo. Continuamos nuestro viaje por la carretera US395, las vistas a Mono Lake eran también increíbles, este lago iba a ser nuestro siguiente destino. La verdad que conducir por EEUU es todo un placer teniendo vistas así.
Tomamos una salida que indicaba Mono Lake Tufa. Al bajar del coche lo primero que nos vino fue un fuerte olor como a marisco podrido o a alcantarilla, suponemos que por el contenido de azufre del agua. El lago se formó hace más de 700.000 años y su agua es hasta tres veces más salada y 9 veces más alcalina que la del mar. También posee una de las mayores concentraciones de arsénico del planeta. Con esta descripción lo normal es pensar que es un lago muerto, pero no, hay dos pequeños seres bastante curiosos: las artemias y las moscas alcalinas. Ambas se alimentan de una pequeña alga que se reproduce por escisión. Además, es lugar de paso de miles de aves migratorias.
Las moscas alcalinas formaban casi un manto negro alrededor del lago. Cuando nos acercábamos, apenas alzaban el vuelo. Una de las cosas más curiosas de ellas es que han desarrollado una forma de bucear bajo el agua creando una burbuja de aire. En esta parte del lago, el terreno estaba algo pantanoso y teníamos que andar con ojo con dónde meter el pie. De todas maneras, había una pasarela de madera para acercarte un poco más. A lo lejos se veían sus famosas tufas: torres de roca caliza muy porosas, que más tarde veríamos de cerca.
Seguimos nuestra ruta del día y paramos a comer en Whoa Nellie Deli, un restaurante con muy buena crítica situado en Lee Vining. Por mi parte pedí una bacon cheesburger de carne de Angus y Rocío un wild buffalo meatloaf, para beber 2 Coca-Colas; la comida era abundante, estaba muy buena y la carne que pidió Rocío estaba exquisita, se deshacía sola. Salimos por 42$, prácticamente habíamos comido para todo el día.
Nuestro siguiente punto fue visitar la parte sur de Mono Lake. Su entrada está señalizada como Mono Lake South Tufa Area. En esta zona había una caseta donde tenías que comprar un ticket para poder acceder. Preguntamos por el Annual Pass y ¡bingo! Lo compramos ya que era válido para el lago y así ya lo teníamos para el resto de Parques Nacionales.
Había un pequeño sendero hasta llegar a Mono. Por el camino te indicaba distintos puntos por donde llegaba el lago hace apenas unos años, y es que en 100 años ha perdido un tercio de su volumen total debido al desvío de su cuenca para abastecer de agua a una ciudad que está a 575 kilómetros de distancia como Los Ángeles. Lo que la tierra no ha logrado destruir en 700.000 años, es capaz de provocarlo el hombre en un corto periodo. Muchas tufas han ido quedando en tierra firme, aunque la parte más bonita, o extraña, de todas fue al llegar a la orilla del lago y ver las tufas, que pueden llegar a los 7 metros de altura, alzadas como eternas guardianas del lago reflejadas sobre el agua. La imagen parece sacada de otro planeta. Como curiosidad, el mítico grupo Pink Floyd usó la imagen de Mono Lake para crear una postal para su disco Wish you were here.
Con todo esto poníamos ya rumbo a nuestro alojamiento del día, estaba a unas 3 horas de camino y se llamaba Olancha RV Park and Motel. Este lugar tenía una peculiaridad: sus habitaciones eran tiendas tipi. Nos pareció bastante original y estaban muy chulas. Contaban con todo lo necesario, la única pega que los baños eran compartidos y que el desayuno no estaba incluido. Nos salió la tienda por 80,86€ para una noche.
4º día 09/10/2019: Death Valley y llegada a Las Vegas
Después de tomar un desayuno bien completo dentro de nuestro alojamiento por unos 25$ los dos, despedimos nuestra cabañita india y fuimos a buscar la típica tienda de gasolinera para comprar unos sándwiches y bebidas ya que íbamos a pasar el día en el famoso Valle de la Muerte o Death Valley en inglés.
El nombre de este desierto viene dado cuando, en 1849, un grupo de exploradores compuesto de unos 100 carruajes, y llevados por la fiebre del oro, se perdieron por el valle varias semanas viéndose obligados a comerse algunas de sus reses y quemar las maderas de sus carros para poder sobrevivir. Cuando encontraron la salida del valle una de las mujeres del grupo se giró y dijo: "Adiós, valle de la muerte". Curiosamente, solo una persona de la expedición murió.
Poco después de media hora llegábamos al cartel que nos daba la bienvenida a Death Valley, la zona desértica más inhóspita de los Estados Unidos que llegó a registrar la temperatura más alta del planeta en 1913 con 56.7º. Cuando bajamos del coche para hacernos las típicas fotos con el cartel, nos sorprendió el clima. En verano suelen tener temperaturas cercanas a los 50º y se hace difícil estar 15 minutos fuera del coche, pero en octubre las temperaturas son más agradables y la máxima en todo el día fue de 40º. Como un día de mucho calor en nuestra ciudad.
Gracias a nuestra guía de Parques Nacionales, trazamos la ruta que íbamos a realizar para conocer el que es el Parque Nacional más grande de los Estados Unidos con 13 kilómetros cuadrados extendidos por los estados de California y Nevada. El primer lugar donde nos detuvimos fue en un mirador que había en la carretera llamado Father Crowley Vista Point desde el que pudimos ver un estrecho cañón que desembocaba al valle.
Nos dirigimos a Mosaic Canyon, un precioso estrecho de mármol. Para llegar hasta él tuvimos que meternos con el coche por un pequeño camino de tierra. Un sendero recorre el cañón y lo mejor está al principio, donde está la parte más estrecha del recorrido. Millones de años e innumerables inundaciones repentinas han pulido sus paredes dotándolo de formas y colores increíbles. Solo anduvimos un pequeño tramo ya que era mucho lo que teníamos que ver en Death Valley.
Continuamos el recorrido y nos paramos en una pequeña villa llamada Stovepipe Wells para tomar unos refrescos. Esta pequeña villa está ambientada en el oeste más profundo y tiene todo tipo de servicios incluido una gasolinera, aunque más vale tener el depósito lleno en Death Valley ya que las pocas gasolineras que existen dentro del parque son carísimas. También aprovechamos para comprar algunos recuerdos y un sombrero vaquero para meternos en el papel. Antes de hacer este viaje ya le dije a mi pareja que quería conseguir uno allí sí o sí, así que misión cumplida.
Seguimos hasta llegar a las Mesquite Flat Sand Dunes, unas dunas preciosas y enormes de arena. Aunque no son las más grandes de Death Valley ya que ese honor lo tiene las Eureka Dunes a las que no fuimos por quedar bastante lejos de la ruta trazada. Parecía que, por un momento, nos habíamos teletransportado al desierto del Sahara. Dicen que las mejores horas para vistar estas dunas son al amanecer y al atardecer porque los colores son preciosos; a nosotros nos pareció un espectáculo igualmente. La arena estaba ardiendo y nos sorprendía ver personas en chanclas que iban dando saltitos porque se quemaban los pies. Había troncos secos de árboles arrojados por las dunas que le otorgaban un toque mágico. La mayoría de los turistas se quedan en los primeros metros, así que nos adentramos un poquito para hacer fotos como si estuviéramos solos. Hay que resaltar que estas dunas han sido uno de los escenarios de rodajes de la saga de Star Wars. Exactamente aparecían en el episodio IV (la primera que se rodó) y sobre ellas andaban C3PO y R2D2 perdidos por el desierto. Hay más puntos de Death Valley donde se rodaron otras escenas.
Fuimos al Visitor Center que se encuentra en el poblado de Furnace Creek. Había carteles que indicaban que solo te atenderían si tenías el pase comprado, en nuestro caso teníamos el Annual Pass, aunque no solicitamos ninguna información porque teníamos claro qué queríamos hacer. A pesar de que no vimos ningún sitio para comprar la entrada al Parque Nacional, si algún Ranger te detiene y no lo tienes, puede caerte una multa considerable. Aprovechamos para comernos nuestros sándwiches y refrescarnos con el aire acondicionado. Dentro del centro de visitantes había salas de exposiciones para explicar tanto el origen de Death Valley como su fauna. Hay cosas muy curiosas como el fenómeno Super Bloom en el desierto que se produce cada vez con más frecuencia en periodos de lluvia. A pesar de ser el lugar más seco de los Estados Unidos, las ocasionales precipitaciones provocan arrastres de tierra e incluso la formación de un lago; cuando esto sucede, se produce una floración masiva en el valle conocido como Super Bloom. El último se produjo en 2016.
Nuestro siguiente punto fue Golden Canyon, otro de los lugares donde se rodaron escenas de Star Wars. Este cañón de color dorado, como su nombre indica, ofrece uno de los senderos más famosos del valle; aunque nosotros solo nos adentramos un poquito ya que para ver el parque y realizar algún trekking se necesitaría destinar más de un día. La caminata es de una 1.5 millas y lleva hasta Red Cathedral, del que no puedo opinar porque no llegamos; el último tramo tiene bastante dificultad por lo que no quiero imaginar hacerlo en verano a más de 50 grados. También se puede alargar hasta Zabriskie Point que serían 2.9 millas de recorrido total. A este último punto iríamos para ver el atardecer, pero en coche.
Tomamos una carretera de tierra para llegar a Devil's Golf Course, que significa literalmente "el campo de golf del diablo". Aquello me pareció más bien un patatal. La tierra hacía formas muy curiosas que terminaban en punta; es por eso por lo que se dice que solo el diablo podría jugar al golf aquí. El origen de estas extrañas formas viene de lo que en su día fue el Lago Manly, un lago salado que terminó secándose con el paso de los siglos. Algunos estudios indican que los sedimentos salados llegan hasta los 2.700 metros de profundidad. A pesar de que estábamos a varios metros por debajo del nivel del mar, no es el punto más profundo del valle, ya que éste se encuentra en Badwater Basin que está a 86 metros bajo el nivel del mar.
Llegaba el momento de visitar uno de los puntos más fotografiados del Valle de la Muerte: Artist's Palette. Sus alrededores también han servido como lugar de rodaje de escenas de Star Wars. Tomamos la Artist's Drive, una carretera de un único sentido de 9 millas que te devuelve a la carretera principal. Paramos en el primer parking que vimos y comenzamos a andar por un sendero que te llevaba a un mirador mientras un fuerte viento nos golpeaba. Me quedé un poco decepcionado, me esperaba ver colores y solo veía unas rocas con algo verde difuminado. Volvimos al coche para proseguir la ruta y todo comenzó a cambiar cuando llegamos al mirador emblemático de Artist's Palette. Ahí estaba, una auténtica paleta de colores sobre las montañas. Era increíblemente bonito. Estos colores son causados por la oxidación de diferentes metales: los compuestos de hierro producen rojo, rosa y amarillo; la descomposición de la mica derivada de toba produce verde; y el manganeso produce púrpura. Tomamos las mil y una fotos y, aunque parezca mentira, ninguna era capaz de reflejar el colorido del lugar, todas nos salían con menos color del que captábamos con los ojos. Posteriormente, seguimos un difuminado sendero para acercarnos más al lugar.
Se acercaba el atardecer y nos dirigíamos a Zabriskie Point para ver la puesta de sol. Para llegar al mirador subimos un pequeño sendero de unos 5 minutos. El terreno amarillento estaba extrañamente plegado. Sus formaciones se deben a los sedimentos de un lago que se secó hace 5 millones de años, mucho antes que el Lago Manly anteriormente mencionado. Nos sentamos a contemplar el ocaso del sol entre las montañas y cañones de Death Valley, todo un espectáculo que disfrutamos. Un broche de oro a un lugar que nos enamoró e impresionó muchísimo. Jamás me hubiera imaginado la grandeza de Death Valley y la gran variedad de cosas que nos ofreció; y eso que nos quedó mucho por ver, vimos prácticamente lo esencial. Mientras abandonábamos el Parque Nacional, veíamos como el cielo se volvía rojo, la noche se nos echaba ya encima y poníamos rumbo a Las Vegas. Decíamos hasta luego al estado de California y le dábamos la bienvenida a Nevada.
Teníamos 2 horas y media de carretera para llegar a la ciudad de las luces de neón. A medida que nos acercábamos, con la música de Viva Las Vegas sonando en bucle en el coche, el deslumbramiento de la ciudad se iba haciendo mayor. Fue fácil llegar a nuestro hotel, de hecho, vimos fácil moverse en coche por Las Vegas. Nuestro hotel era Best Western Plus Casino Royale que estaba súper bien ubicado, en pleno Strip de Las Vegas con el famoso hotel Venecia a un lado y en frente el Caesars Palace. Para llegar a la recepción del hotel tuvimos que atravesar todo el casino entero, luego vimos que esto era así en casi todos los hoteles. Las habitaciones estaban geniales, totalmente insonorizadas y con todo tipo de comodidades. Fue una gran elección y de precio nos salió por 187€ dos noches. Eso sí, el desayuno no estaba incluido.
Tras quitarnos toda la tierra del desierto y asearnos, nos disponíamos a conocer un poco de la noche de la ciudad que nunca duerme. Y como dice el dicho... lo que pasó en Las Vegas se queda en Las Vegas, así que pasemos al siguiente lugar que fuimos... ¡Que no! Es broma, ¡¡os lo voy a contar todo!!
Lo primero que llama la atención del Strip de Las Vegas, que es la calle principal donde están los hoteles más famosos y más grandes del mundo, es la iluminación. Todo tiene luz en esta calle. Y la música, suena música de todos lados. Todo parece alegre en esta ciudad. El ambiente perfecto para el ocio.
Fuimos directos a visitar el Hotel Bellagio que estaba cerquísima. Por dentro todo era muy lujoso, cuidado con muchísimo detalle; pero lo que realmente queríamos ver nosotros estaba fuera del hotel: Su famosa fuente bailarina, las Fuentes del Bellagio. Cada 30 minutos se realiza un nuevo espectáculo con 1.200 chorros de agua bailando, junto a las luces, al ritmo de la música. Es bastante difícil ver dos espectáculos iguales ya que tienen programados alrededor de unos 30 diferentes.
Cuando terminamos de ver el show del Bellagio, fuimos al Hotel Paris (que está justo en frente) a buscar un restaurante para cenar. En el exterior de este hotel había una réplica del Arco del Triunfo y de la Torre Eiffel. Cuando accedimos al interior nos quedamos bastante impactados; se tiene la ilusión de estar al aire libre con el cielo pintado en sus techos de tal manera que me costó darme cuenta, fue una sensación de pasar de ser de noche a ser de día de golpe. El casino era quien daba la bienvenida con una pata de la Torre Eiffel que atravesaba el cielo y caía en mitad del hall. Al pasar el casino comenzaba la zona más bonita: había calles recreadas con sus casitas que respiraban el mismo romanticismo que al pasear por la ciudad parisina en la Belle Époque. Fue en esta misma zona donde cenamos. Entramos a un restaurante japonés que se llamaba Sekushi Japanese Restaurant. Pedimos un tartar de atún, un ceviche con aguacate y un roll de filadelfia todo a compartir que junto a dos cervezas salió por 63$ con propina incluida.
Con esta primera toma nos fuimos a descansar, estábamos agotados tras el largo día en el desierto.
5º día 10/10/2019: Viva Las Vegas!!
Lo primero que hicimos fue ir a tomar un brunch a Le Village Buffet, un buffet libre del Hotel París. El precio salía a 31$ por cabeza y podías comer y beber hasta reventar. Su interior era precioso, recreaba un pequeño pueblo francés que te hacía sentirte como en el cuento de la Bella y la Bestia. La variedad de comida era infinita, aunque me dio pánico cuando vi "la paella". Comimos de todo y nos pusimos morados con la pastelería. Salimos rodando.
Pasear por el Strip de Las Vegas es como dar una vuelta al mundo rápida y en línea recta. Cada hotel está tematizado y puedes visitar en un mismo día El Cairo, New York, París, Venecia o viajar al pasado y estar en la Antigua Roma. Hay algo bastante peculiar en los hoteles de Las Vegas, y es que prácticamente todos se comunican entre sí ya sea por pasillos o por pasarelas, por lo que puedes plantarte de punta a punta paseándote por ellos. Otra cosa curiosa es que en sus casinos nunca verás ni ventanas ni relojes para que pierdas la noción del tiempo, además, se puede fumar en ellos para que no tengas que salir fuera.
Queríamos ir a la famosa señal de Las Vegas para hacernos la típica foto. Tomamos un autobús que recorre el Strip y tiene parada en cada hotel, el precio para 24 horas era de 8$ y se puede comprar dentro del bus. Al llegar, vislumbramos una enorme cola de personas para hacerse la dichosa foto; nosotros no queríamos perder tiempo así que nos pusimos a un lado, esperamos un poco para pillar la foto sin personas y solucionado, ya teníamos la nuestra. Muy cerquita de aquí hay unas enormes letras con "Las Vegas" en la tienda de Harley Davison donde las fotos también salen muy chulas y no hay nadie en ellas.
Comenzamos ahora la ruta de los hoteles por el Strip de sur a norte. El primer hotel con el que nos topamos fue el Mandalay Bay al que no entramos. Tristemente, este hotel se ha hecho más famoso después de que en el 2017 se produjera un tiroteo donde murieron 59 personas y 851 quedaron heridas. Pegado a él se encuentra el Luxor, un hotel que recrea a escala real la gran pirámide de Gizeh con una esfinge que aguarda a la entrada; en su interior se encuentra el vestíbulo más grande del mundo. Por supuesto, entramos dentro y por sus pasillos accedimos al siguiente hotel: Excalibur. Estábamos en el interior de un castillo medieval ambientado en el Rey Arturo, por fuera parecía más bien un castillo de Playmobil. Fue aquí donde me fijé por primera vez en uno de esos famosos bares de oxigeno que sólo había visito en las películas y que dicen que quitan cualquier resaca.
Nuestro siguiente hotel a visitar fue el New York New York que recrea por fuera los rascacielos más emblemáticos de Manhattan a una escala de un tercio con la Estatua de la Libertad en primer plano junto con el puente de Brooklyn; y, por si fuera poco, una motanaña rusa recorriéndolo. Y si el exterior nos encantó, su interior nos enamoró con una reproducción en miniatura de los barrios de Time Square, Chinatown, Greenwich Village y Little Italy. Empezábamos a comparar estar en Las Vegas con estar en Disneylandia.
Con tanto andar el cansancio se iba apoderando de nosotros, los hoteles son gigantescos y se recorren kilómetros y kilómetros a lo tonto. Así que, cogimos el autobús y nos volvimos a nuestro hotel para darnos un pequeño descanso y reponer fuerzas para continuar ya que quedaba mucho por ver todavía.
Volvimos a la calle al atardecer y entramos en el Caesars Palace, el hotel más bestia de todos los que pueda haber en Las Vegas. La Antigua Roma en todo su esplendor con gigantescas columnas, bellas esculturas y preciosas fuentes. Las tiendas más lujosas están en su villa romana cuyo color del cielo va cambiando según la hora del día. Su delirio llega a tal forma que tiene una sala de espectáculos que fue realizada según los planos del Coliseo Romano. Estuvimos perdiéndonos por sus calles interiores y visitando alguna de sus tiendas, aunque sin comprar nada porque no eran aptas para nuestros bolsillos.
Y si el Caesars Palace nos pareció una bestialidad, el The Venetian, que fue el siguiente que visitamos, no se quedaba atrás. El complejo reproduce la ciudad de Venecia con la plaza de San Marcos, su campanile, el Gran Canal y el Puente Rialto. En su interior, las góndolas recorren un canal de 365 metros; un paseo que puede llegar a salir hasta por 100$ por pareja, ya te puede cantar bien el gondolero. Las callejuelas interiores llenas de tiendas están construidas con materiales traídos de Italia. Nosotros aprovechamos para cenar en este hotel en una zona que había varios restaurantes de comida rápida; pedimos dos pizzas y dos refrescos por unos 25$.
Tomamos el autobús para ir a la zona más al norte del Strip y bajarnos en la Stratosphere Tower, la torre de observación más alta de los Estados Unidos con 350 metros de altura; se asemejaba bastante a la Torre CN de Toronto. Compramos los tickets, que valían 24$ por persona, para subir al SkyPod que es el observatorio. Las vistas son impresionantes, parecía un mar de luces. También hay varias atracciones arriba del todo como un carrusel en el exterior de su techo, una lanzadera que te catapulta a 50 metros de altura, una montaña rusa y el Skyjump más alto del mundo con 253 metros de caída libre. No subimos a ninguna por su elevado coste.
Subíamos de nuevo al autobús para ir a Fremont Street, el corazón del Dowtown. Allí se encuentra una gigantesca bóveda de cañón de 416 metros de largo con 12.5 millones de bombillas que la convierten en la pantalla gigante más grande del mundo. Fue posible gracias a un acuerdo de los hoteles y casinos de la zona para reactivar el turismo que había sido desplazado al Strip. Llegamos justo a la 1 de la madrugada, en el mismo momento que comenzaba el último espectáculo lumínico del día reproduciendo un concierto de Linkin Park. Merece muchísimo la pena vivirlo. En Fremont también están alguno de los carteles de luces de neón más míticos como el famoso vaquero del Pioneer Club; y el primer casino, el Golden Nugget, inaugurado en 1946 y que por mucho tiempo ostentó el record del casino más grande del mundo. También hay 4 escenarios donde montan conciertos al aire libre, pero a esas horas ya solo quedaban algunos homeless y borrachos.
Con esto retomábamos de nuevo el autobús para volver al hotel. Nos encantó Las Vegas; pero, por otro lado, personalmente, me decepcionó un poco. Igual fueron las expectativas que me ha creado la televisión de fiesta sin control ni horarios; pero que a las 2 de la madrugada no hubiera casi nadie ya por las calles y los casinos estuvieran casi desérticos, me dejó un poco descolocado. Quizás fuera debido a que era un día entre semana y no estábamos en temporada alta.
6º día 11/10/2019: Bryce Canyon
Sobre las 11h salimos de Las Vegas para partir a Bryce Canyon. Abandonábamos Nevada para ir al estado de Utah. Teníamos alrededor de 4 horas de viaje. Cuando planificamos nuestra ruta, este tramo nos lo replanteamos varias veces pues estábamos entre Zion National Park y Bryce Canyon. Zion está a unas 2 horas y media de Las Vegas y podríamos aprovechar más el día, pero pensamos que Bryce era un parque mucho más distinto de lo habitual y finalmente nos decantamos por él.
En mitad del camino pillamos retención, la única que cogimos en todo viaje. Al menos media hora estuvimos entre parados y a paso de tortuga por un tramo de montaña. El cambio de marcha automático viene genial para estos casos, solo tienes que estar pisando y soltando freno. Cuando paramos a echar gasolina, el GPS nos sugirió una ruta similar que en lugar de por la autovía tiraba por la montaña. Era la Cedar Canyon Road que bordea el Dixie National Forest y estaba señalizada como carretera escénica. La verdad que las vistas eran bonitas y la carretera fue menos monótona que las interminables rectas de autovía, pero nos hizo retrasarnos 30 minutos más ya que la velocidad a la que se podía ir no era la misma que la que sugería Google Maps.
Llegando a Bryce Canyon se pasa por Red Canyon. Nos hubiera gustado pararnos si no fuera porque íbamos con el tiempo al límite. Se veía precioso con las rocas rojizas y arcos naturales por el que pasaba la carretera.
Al final llegamos a Bryce Canyon a las 16h. Era la primera vez que nos pedían nuestro Annual Pass en la misma entrada al parque. Tras mostrarlo, fuimos al Visitor Center para ver qué nos recomendaban hacer en tan poco tiempo y ya de paso aprovechar para comernos unos sándwiches que habíamos comprado en Las Vegas antes de salir. Hacía muchísimo frío, estábamos a unos 2500 metros de altitud y el aire era gélido.
Decidimos visitar el parque con nuestro propio coche en lugar de con el autobús ya que queríamos aprovechar al máximo el tiempo antes de que anocheciera. Bryce Canyon tiene forma de un enorme anfiteatro y los distintos miradores están como si fueran el escenario que miran al público; que en este caso son sus famosas chimeneas de hadas o hoodoos que se formaron hace millones de años por la erosión causada por el viento, agua y hielo. Según las leyendas indias los hoodoos fueron considerados restos petrificados de seres antiguos que habían sido condenados por malos comportamientos. En cierta manera, recuerda a la Capadocia de Turquía.
Comenzamos en el Sunrise Point, el mirador más cercano al Visitor Center. Por primera vez veíamos los hoodoos aunque en esta zona no destacan tanto. Queríamos hacer una ruta de unos 15 minutos que llevaba hasta Sunset Point, pero nos equivocamos y fuimos justo en dirección contraria. Cuando nos dimos cuenta volvimos lo más rápido posible y nos plantamos en Sunset Point en coche. No había tiempo que perder. Este mirador nos gustó mucho más, eran increíbles las vistas a las chimeneas. Había un sendero que llevaba hasta abajo por lo que parecía un cañón. Bajamos un poco para ver los hoodoos más de cerca. Nos encantó este tramo, parecía totalmente mágico.
Nos quedaba un mirador más por ver: Inspiration Point. Son las mejores vistas de Bryce. Me quedé sin palabras y no por el frío que hacía. Desde aquí se divisaba una legión de hoodoos que ocupaba todo el campo visual. Podíamos ver una paleta de colores plasmada en las chimeneas que comprendía el blanco, rojo, naranja y amarillo. Hay otro punto más con vistas similares que se llama Bryce Point, pero a él ya no llegábamos. El sol se despedía y nosotros todavía teníamos un par de horas de viaje para llegar a nuestro siguiente destino.
No sé cómo sería Zion, pero Bryce era justo lo que esperábamos, algo totalmente distinto a lo que hayamos visto, algo único. Estuvimos poco rato, algo más de 2 horas y nos hubiera gustado dedicarle un día entero y poder hacer una de sus tantas rutas. Pero en este tipo de viajes, no todo cabe, creo que lo aprovechamos bastante bien.
Poníamos rumbo a Page, nuestro siguiente destino. Fueron las 2 horas y media más largas en coche de todo el viaje. Totalmente de noche, el sueño se nos echaba encima. Paramos en un restaurante que se llamaba Thunderbird que estaba en Mt Carmel Junction. Al bajar del coche casi nos congelamos, estábamos a algo menos de 0 grados. Pedimos una hamburguesa cada uno y unos refrescos que salió por 35$ con propina.
Cuando llegamos a Lake Powell Canyon Inn, nuestro alojamiento para las siguientes dos noches, la recepción ya estaba cerrada. Nos habían dejado las llaves en un buzón con las indicaciones para llegar a nuestra habitación. Las dos noches salió por 207€ con desayuno incluido. El lugar no estaba nada mal y contaba con todas las comodidades. Caímos rendidos en la cama.
7º día 12/10/2019: Antelope Canyon, Horseshoe Bend y Marble Canyon
Amanecíamos en Page, un pueblo del estado de Arizona dedicado al turismo, el cuarto estado que pisamos en este viaje. Pero lo más curioso es que, además de estar en Arizona, estábamos en la Nación Navajo. Se trata de una reserva india que comprende unos 71.000 km cuadrados que ocupa parte de Arizona, Utah y Nuevo México; está en manos de una tribu india nativa y cuenta hasta con un poder ejecutivo, una cámara legislativa y un sistema judicial. Estas tierras fueron dadas a los navajos por el Departamento del Interior de los Estados Unidos para usos tribales comunales. Hasta cuenta con su propio huso horario que difiere de los estados en los que está.
Madrugamos bastante pues teníamos a las 8.45h reservada nuestra visita al Upper Antelope Canyon y había que estar 60 minutos antes. Nos presentamos en las oficinas de Antelope Canyon Navajo Tours y allí nos recibieron los navajos que físicamente se parecen bastante entre ellos, no había duda de que eran indios. Seriamos en torno a 200 personas y nos separaron en grupos de 10. Para llegar al Antelope nos llevaron en una pick-up. No había camino señalizado, marchábamos entre campos de tierra.
Al fin llegamos al famoso Antelope Canyon. Hay que resaltar que hay dos cañones: el Upper y el Lower. Nosotros íbamos a visitar el Upper. Ambos están gestionados por los navajos y no hay manera de visitarlos por cuenta propia; en cierta manera, parece una atracción de feria por las visitas guiadas. En realidad, todo lo que está gestionado por los navajos parece una atracción de feria, a todo le sacan dinero.
Nuestro guía era majísimo. Lo primero que hizo fue configurar cada teléfono móvil para que las fotos salieran bien ya que la iluminación en el cañón es baja. A pesar de que éramos muchísimos a la entrada del Antelope, al ir en grupos de 10 y dejar tiempo entre grupo y grupo, la visita se hacía muy agradable dando la sensación de que prácticamente estaba solo nuestro grupo en el interior.
El Upper Antelope Canyon fue descubierto en 1931 por una pastora navajo; tiene 2 metros de ancho por unos 200 metros de largo; y su nombre se debe al gran número de antílopes americanos que vivían por sus alrededores. Al entrar nos quedamos con la boca abierta, era como si nos introdujéramos en el interior de una meseta. Sus paredes de color rojizo están preciosamente esculpidas por el viento y las inundaciones formando suaves olas en su corteza. Es de los sitios más bonitos que hayamos podido visitar, y gracias al guía pudimos tomar hasta la misma foto que se encuentra en uno de los famosos wallpaper de Windows. Se trata de una visita cara que dura una hora y media, pero obligatoria de hacer.
Si lo hubiéramos visitado en verano, habríamos intentado verlo sobre las 12h que es cuando el sol entra por el cañón y los colores se vuelven más vivos pudiéndose observar los haces de luz; pero en el mes de octubre ese fenómeno no sucede, por eso reservamos a primera hora para tener el resto del día disponible.
Regresábamos a Page y aprovechamos para comprar comida ya que íbamos a hacer un par de excursiones por sus alrededores. Nuestra primera parada fue Horseshoe Bend o Curva de la Herradura de Caballo. Situado a 5 millas de Page, es un atractivo turístico que los navajos han comenzado a monetizar cobrando 10$ por el parking. Esta medida ha sido muy reciente y consideramos que el precio es abusivo ya que se trata de una visita de 20 minutos, hacer foto y marcharte. Horseshoe Bend es un meandro, con forma de herradura, del río Colorado que desprende una belleza descomunal. Desde el parking recorrimos un sendero de tierra de unos 10 minutos hasta que llegamos al mirador que tiene barandilla para no matar del susto a las personas con vértigo como yo; y es que, el Colorado ha logrado cavarle 300 metros de profundidad a la tierra en este punto. Hicimos las mil y una fotos y nos aproximamos lo máximo que nuestra cabeza nos permitía al precipicio. Había personas jugándose la vida por sacarse el mejor selfie. De locos. Para terminar nuestra visita y aprovechar los 10$ del parking, decidimos que sus instalaciones eran las perfectas para comer las cositas que habíamos comprado.
Continuamos el camino rumbo a Marble Canyon, uno de los tantos cañones originados por el río Colorado. Había unos cuantos miradores por el camino con unas vistas espectaculares, aunque la carretera en sí la disfrutamos muchísimo con el coche. Llegamos hasta Navajo Bridge, un puente de arco construido en 1929 que cruza una garganta de Marble Canyon; actualmente solo es peatonal y a su lado hay construido un puente gemelo para el tráfico de coches.
Cuando cruzamos al otro lado del puente, abandonamos el territorio indio ya que este cañón limita la Nación Navajo. Tomamos la primera salida que queda a la derecha y que está señalizada como Lee Ferry Road, también conocida como la ruta de la luna de miel de los mormones. Este sobrenombre se debe a que, antiguamente, cuando los mormones se casaban por lo civil en el estado de Arizona o Colorado, realizaban este camino para tomar un ferry, cruzar el río Colorado y llegar así al estado de Utah para ir al templo sagrado del pueblo de St George y celebrar la ceremonia religiosa. Esta parte está considerada como Parque Nacional; se puede acceder con el Annual Pass, como era nuestro caso, o pagar 15$ por vehículo. La carretera, una vez más, era una maravilla. Pasamos por Cathedral Rock, que parecía sacado de Monument Valley, y a continuación vimos unas rocas en equilibrio con forma de seta de lo más peculiares. Finalmente, el trazado terminaba en Lee's Ferry, el lugar donde se inauguró el primer ferry sobre el río Colorado en 1871.
Todavía nos quedaba un lugar más por visitar antes de que se escondiera el sol. Deshicimos todo lo recorrido hasta Page y seguimos hasta el embalse de Glen Ganyon. Construido en 1963 y con 216 metros de altura, esta presa es la que da origen al Lago Powell que tardó 17 años en llenarse convirtiéndolo en el segundo lago artificial más grande los Estados Unidos; solo superado por el Lago Mead, también sobre el río Colorado. Actualmente, genera el 6% de la energía de Arizona y el 13% de la de Utah. Como nota negativa, estos embalses son los que provocan que la cuenca del Colorado esté completamente seca.
Para rematar el día, fuimos a cenar a un restaurante mexicano. Lo teníamos cerca de nuestro motel y se llamaba El Tapatio. Con una decoración muy auténtica, nos atendieron en español y el trato fue muy bueno. Pedimos un entrante que incluía nachos, quesadilla y taquitos; además, un plato de tacos y dos micheladas. Fue demasiada comida, con solo el entrante hubiéramos cenado los dos. Nos salió por 50$ con la propina incluida.
8º día 13/10/2019: Monument Valley
Tras desayunar y hacer el check out en Lake Powell Canyon Inn, partimos rumbo a uno de los lugares que más ganas teníamos de conocer: Monument Valley.
Teníamos unas 2 horas y media hasta llegar y paramos a mitad de camino, en una gasolinera, a comprar unos sándwiches y bebida para pasar el resto del día. Tras atravesar el pueblo de Kayenta, cruzamos de nuevo al estado de Utah que está señalizado con un bonito cartel que invita a fotografiarse con él. Las vistas por la carretera eran increíbles, con la tierra rojiza y esas elevaciones rocosas a las que se llaman butt cuando son más altas que anchas y mesa cuando son al contrario. Monument Valley se originó hace unos 50 millones de años, cuando todo era una enorme meseta por la que pasaba el río Colorado; con el tiempo, la erosión del agua fue hundiendo la meseta creando estas curiosas formaciones rocosas que llegan a los 300 metros de altura.
Vimos la señal de acceso al Parque Tribal, pero nosotros seguimos hacia delante ya que antes íbamos a realizar una pequeña parada. ¿Os acordáis de la película de Forrest Gump cuando Forrest comienza a correr sin parar y sin ningún motivo y las personas empiezan a seguirle? Pues el punto donde se paró y finalizó de correr es a día de hoy uno de los más populares y fotografiados del lugar por el precioso telón de fondo que ofrece Monument Valley sobre la carretera. Y allí fue donde nos dirigimos, un punto sin señalización donde los navajos han plantado su pequeño stand de suvenires para hacer negocio. Íbamos con algo de cuidado, porque al fin y al cabo es una carretera por la que pasan coches y mientras realizas las mil y una fotos tienes que estar con los ojos puestos en todas las direcciones, pero las fotos quedaron preciosas. Fueron varios los coches que pararon para hacer la codiciada instantánea el rato que estuvimos. Siempre viene bien esto para dejarle la cámara o el móvil a otra persona y así poder salir los dos juntos ya que la carretera no era lugar para plantar un trípode.
Ahora sí, nos dirigimos al Parque Tribal de Monument Valley, situado en Arizona a pesar de que todo el valle está entre ambos estados. El acceso al parque es de 20$ por coche y es válido para un día. Nuestro alojamiento estaba dentro del mismo recinto, es el único hotel dentro del parque. Su nombre era The View y es el hotel más caro que cogimos de todo el viaje: 242,61€ por una habitación para una sola noche que bien merecieron la pena. El desayuno no está incluido y en recepción nos lo ofrecieron por 12$ por persona que nos pareció correcto. No nos dejaron ir todavía a la habitación porque la estaban preparando, pero decidimos hacer uso de su enorme terraza con vistas al valle para comernos los sándwiches que habíamos comprado.
Para visitar el parque existen dos opciones: la primera es la más económica y se trata de recorrer con el propio vehículo una pista de tierra de 17 millas que no está en muy buenas condiciones, pero que con cuidado se puede hacer perfectamente; y la segunda es contratar una excursión, que puede salir entre 65 y 85$ por persona, en la que además de hacer dicha pista te permiten acceder a otra pista privada. Nosotros nos decantamos por la primera opción y es la que recomendamos, sobre todo si se lleva un coche SUV.
Nos adentrábamos en el lejano oeste con nuestro coche, sonaba la canción de "la muerte tenía un precio" para meternos de lleno en el papel. Por estas tierras se han rodado las grandes películas de western como La Diligencia, Fort Apache y Río Grande. Sus formaciones rocosas de color ocre rojizo sobre la inmensa planicie alzaron a la fama al director John Ford que a su vez catapultó a John Wayne como actor. El famoso Delorean de regreso al futuro lo recorrió a la velocidad de la luz perseguido por indios. Un lugar lleno de espiritualidad y considerado sagrado por los navajos ya que, según sus creencias, alguna de estas formaciones son dioses.
Nos daba la bienvenida un trío de formaciones que son de las más fotografiadas y que reciben el nombre de The East and West Mitten Buttes y Merrick Butte. Las dos primeras tienen forma de manopla y parecen totalmente simétricas, la tercera toma el nombre de uno de los exploradores que descubrieron la zona. Otras formaciones tienen forma de elefante o camello, pero hay una que es más curiosa todavía al asemejarse a una monja dando clases a dos alumnas a las que han bautizado como The Three Sister. Desde luego que hay que echar un poco de imaginación. Cerca de ésta última se encuentra el John Ford’s Point, uno de los mejores miradores del valle y el punto más masificado. Sobre un peñasco saliente se ofrece la posibilidad de poder fotografiarte a los lomos de un caballo. Nosotros encontramos nuestro propio peñasco en el que nos hicimos un montón de fotos. Las vistas son inmejorables. Los indios tienen montado aquí varios puestos donde venden navajas y joyas bastante caras, pero totalmente artesanas.
A continuación, se encontraba una enorme mesa en la que los curanderos indios van a dar gracias al Dios de la lluvia, por eso lleva el nombre de Rain God Mesa. Al otro lado quedaba Totem Pole, una enorme columna de roca de 116 metros de altura que Clint Easwood escaló en la película "Licencia Para Matar". Casi al final del recorrido está Artist’s Point, otro mirador con unas vistas preciosas que pudimos contemplar con el color del atardecer.
En total, estuvimos algo más de 3 horas para recorrer la pista, parándonos en todos los puntos visitables y haciendo cientos de fotos. Nos dejó enamorados Monument Valley. No hay palabras para describirlo, su belleza visual es única.
Ahora tocaba ir al hotel y disfrutar de nuestra habitación. Todavía quedaba media hora de luz. Lo más interesante de las habitaciones de The View, además de que están limpias, son amplias, y tiene todas las comodidades del mundo; es que tienen una terraza con vistas al valle, exactamente hacia The East and West Mitten Buttes y Merrick Butte. Estuvimos en la terraza viendo como los colores cambiaban dando paso a la noche, fue entonces cuando sucedió el momento más mágico de todo el viaje. Rocío ya se disponía a meterse dentro de la habitación para ducharse y quitarse toda la arenisca roja de encima cuando me fijé que, a lo lejos, una luz se encendió. Pensaba que era algún pequeño poblado hasta que observé que esa luz aumentaba, empecé a ser consciente de lo que era y llamé a Rocío corriendo para que saliera a la terraza. Una gigantesca luna llena salía por el horizonte. Espectacular broche de oro para finalizar el día.
9º día 14/10/2019: Grand Canyon
Monument Valley todavía tenía una cosa más que ofrecernos. Nos levantamos muy prontito, un poco antes de las 7h para ver esa maravilla de la naturaleza llamada amanecer. Salimos con las mantas a nuestra terraza y comenzamos a ver esa línea rosácea sobre el horizonte que avisa de que el sol está a punto de salir. Hicimos apuestas sobre por donde saldría el sol, teníamos la duda de si sería por detrás de uno de los butts; pero finalmente acabó saliendo al lado derecho del Merrick Butte. Todo un espectáculo. Definitivamente, Monument Valley nos dejó momentos que no olvidaremos jamás.
Partíamos ahora rumbo al Gran Cañón. Algo más de 2 horas y media teníamos de camino. Existen 3 entradas al Gran Cañón: West Rim, la más cercana a Las Vegas; North Rim, la más salvaje y menos transitada; y South Rim, la más conocida y la que mejores instalaciones y miradores ofrece. Nosotros íbamos a transitar la South Rim entrando por la Desert View Road.
Al rato de haber entrado a la Desert View, cuando ya pensábamos que estábamos en terrenos del Gran Cañón, vimos señalizado un mirador con el nombre de Little Colorado River. Decidimos pararnos y cuando fuimos a enseñar nuestra Annual Pass nos encontramos con la sorpresa de que todavía era territorio Navajo y aún no estábamos en el Gran Cañón. Ahí estaba la caseta de los navajos para cobrarte un donativo, si es que hacen negocio de todo... El Little Colorado River es un afluente del Colorado, nos asomamos a un vertiginoso mirador, pero poco sorprendente. Volvimos a subir al coche y continuamos nuestro camino.
Ahora sí, un bonito cartel nos daba la bienvenida a Grand Canyon National Park. Un poco más adelante estaban las casetas con los Rangers para cobrarte la entrada o bien enseñarles el Annual Pass. Además, te daban un mapa con información de todo el South Rim en castellano.
El primer mirador donde nos detuvimos fue Desert View. Este punto es bastante completo ya que hay gasolineras, restaurantes, servicios e incluso una torre de observación inspirada en una torre india Anasazi. Fuimos directos al mirador. Por fin teníamos el Gran Cañón ante nosotros, la obra maestra que ha tallado durante millones de años el Río Colorado sobre una vasta planicie creando uno de los fenómenos geológicos más increíbles del mundo. Aunque algunos estudios indican que el Gran Cañón tiene 6 millones de años de antigüedad, cerca de 2000 millones de años de historia han quedado expuestos en las cortezas de sus rocas. Su profundidad máxima llega a los 1.829 metros; su anchura está cerca de los 29 kilómetros; y tiene un desnivel de 2.400 metros, lo que hace que se propicien cinco de las siete grandes zonas climáticas. Por todo esto y mucho más, está considerado una de las grandes maravillas naturales del mundo y fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1979.
Desert View es uno de los pocos puntos que nos permite ver el Río Colorado y ofrece uno de los mejores miradores. No entramos a la torre ya que leímos que las vistas que ofrece son las mismas. Lo que sí que hicimos fue aprovechar para comer una pizza y un sándwich junto a unos refrescos por unos 25$ aproximadamente en una de las tiendas que había.
A continuación de este mirador, hay otros dos seguidos llamados Navajo Point y Lipan Point. El primero tenía unas vistas similares a Desert View sin llegar a ser tan espectacular; y el segundo está considerado un lugar privilegiado para la observación de aves. Salimos de nuevo a la carretera, que, por cierto, también era sorprendente. Lo que te sueles imaginar del Gran Cañón es un gigantesco desierto, pero lejos de esto, tiene una gran vegetación. La carretera está rodeada de árboles, se dice que hay cerca de 1.700 especies vegetales catalogadas. Jamás nos lo hubiéramos imaginado así.
Nuestra siguiente parada fue Moran Point, otro mirador más con unas vistas de ensueño. Posteriormente, paramos en un par de puntos por la carretera, ya que, aunque no esté señalizado, hay lugares con vistas igual de hermosas en las que prácticamente estás solo. Siempre hay que andar con mucho ojo, ya que fueron varias las personas a las que vimos jugarse la vida para hacerse la foto más arriesgada, en algunos momentos sentimos incluso miedo por ellos y mi vértigo se disparaba.
Llegamos a Grand View Point, uno de los más conocidos ya que desde aquí parte un sendero que desciende hasta Horseshoe Mesa. Observamos una vez más las distintas tonalidades de las rocas sedimentarias; a medida que el día avanzaba esta tonalidad iba variando. Descendimos un poquito por el sendero, pero no mucho ya que está catalogado para caminantes experimentados al tener un desnivel de 800 metros en 4,8 kilómetros de recorrido.
Dejamos el coche en un área de descanso y fuimos a pie hacia Yaki Point, el único mirador que no es accesible con vehículo privado, aunque algunas personas se saltaban las señales y accedían. Hay gente poco respetuosa. Siempre se tiene la posibilidad de coger un Shuttle Bus desde el Visitor Center. Estuvimos andando cerca de unos 20 minutos hasta llegar al mirador, por el camino se nos cruzaron varias veces manadas de venados bura. Los veíamos a lo lejos cruzando la carretera, por este motivo está prohibido el acceso con coches privados. Nosotros nos quedábamos quietos, mirándolos, no queríamos molestarlos. Las vistas desde Yaki Point son también espectaculares, aunque después de tantos miradores, el factor sorpresa empezaba a desaparecer. Al volver, un venado macho con grandes cuernos se nos puso en frente. Se detuvo, nos miró y empezó a salir toda una manda entera. Al menos estuvimos 10 minutos parados hasta que desfiló el último. Fue un momento precioso.
Llegábamos al final del recorrido, donde se encuentra el Visitor Center. Este debería de haber sido el lugar de partida para conocer el Gran Cañón, pero nuestra ruta nos obligó a realizarla al contrario. Es el lugar con más turistas y había un sin fin de parkings. Existen varios miradores espectaculares en este punto, el más conocido es el Mather Point. Se hacía hasta difícil hacerse una foto en primera línea con tantos chinos haciendo turismo, con lo tranquilos que habíamos estado en el resto de miradores. Empezaba a atardecer, el viento empezaba a soplar con fuerza y el frío aumentaba. El cielo comenzó a ponerse rojizo, las sombras se apoderaban del Gran Cañón. Fue un bonito atardecer, una pena que el ocaso sea a espaldas del cañón.
Nos despedíamos de Grand Canyon National Park y partíamos hacia Williams, situado a una hora en dirección sur. A la entrada vimos una señal sobre la calzada que nos indicaba que estábamos rodando sobre la Ruta 66, ya que esta mítica carretera pasa por mitad de un pueblo que todavía vive anclado a la fama de la The Main Street of America. Llegamos a nuestro motel, era un Americas Best Value Inn que nos salió por 59.64€ con desayuno incluido. La habitación era normalita sin excesivos lujos, pero por el precio que tenía estaba muy bien. Fue el lugar más barato donde nos alojamos en todo el viaje.
Fuimos a cenar a un restaurante cercano que se llamaba South Rims Wine & Beer Garage. El sitio estaba muy chulo, con un Pontiac GTO de 1967 en su interior. Nos atendieron muy amablemente, la camarera se enamoró de los ojos de Rocío y no me extraña. Nos dejamos recomendar un poco y terminamos tomando una Pretzel Burger con salsa de champiñones, queso suizo y bacon para compartir. La mejor hamburguesa que hemos comido en Estados Unidos, buenísima. Para beber tomamos una cata de 4 cervezas. No estaban mal, pero en esta materia, los europeos estamos muy por delante. Nos salió por 35$ con la propina incluida.
Y con esto finalizamos prácticamente la primera parte de nuestro viaje. Terminaba nuestro recorrido a los grandes parques nacionales y comenzaba otra distinta, más urbana, pero no menos espectacular.
10º día 15/10/2019: Recorremos la histórica Ruta 66 con llegada a Los Ángeles
Antes de abandonar Williams, dimos una vuelta por su centro. La calle principal, por la que pasa la U.S.66, está llena de negocios y moteles con cierto toque vintage y aroma a carretera; incluso hay un antiguo burdel convertido hoy en día en hotel. Entramos en una de las tantas tiendas de recuerdos, todo era referente a la Ruta 66. Por último, pasamos por la estación de tren; desde allí parte todos los días un antiguo tren de principios del siglo XX en dirección al Gran Cañón.
Y nos pusimos a rodar. Para este día, el día con más kilómetros a recorrer de todo el viaje, tenía claro que quería ser yo quien llevara el coche por la Ruta 66. Siempre he soñado con este viaje, y aunque solo fue un tramo, me hacía muchísima ilusión.
No hay que confundir la Ruta 66 con la Interestatal 40, que es una autovía con la que se solapa en ocasiones y es la que acaban tomando la mayoría para llegar hasta Los Ángeles, una de las culpables del abandono de la Mother Road. La Ruta 66 se inauguró en 1926 para unir la ciudad de Chicago con Los Ángeles enlazando 8 estados por sus 3980 kilómetros. Fue el principal itinerario para los emigrantes que viajaban al oeste; especialmente en los años 30 durante las tormentas de polvo de Oklahoma, hecho que inspiró el libro "las uvas de la ira" donde se le mencionó por primera vez como la Mother Road. La economía de los pueblos que la atravesaban se vio enormemente beneficiada. En 1985 fue descatalogada al ser sustituida por la red de carreteras interestatales, pero los mismos pueblos que se habían visto favorecidos fueron los que lucharon para mantener viva la carretera y fundaron las Asociaciones de la Route 66 declarándola Ruta Estatal Histórica. Hoy en día, recorrerla es volver atrás en el tiempo, una experiencia que quería vivir.
Pasamos a paso de tortuga por Seligman, un pequeño pueblo lleno de moteles retro de lo más peculiares. Al abandonarlo, comenzaron una serie de letreros muy curiosos de Burma Shave que compartían consejos que no llegábamos a entender muy bien, pero nos entretenía durante los largos kilómetros rectos de carretera. Llegamos a Hackberry General Store, una tienda de suvenires donde hay que detenerse de forma obligatoria. Situado en un pequeño pueblo fantasma con coches de los años 50 abandonados, antiguos surtidores de gasolina e incluso una antigua tienda de recambios de neumáticos; la General Store es el lugar ideal para comprar cualquier recuerdo de la Ruta 66. Hay de todo lo que se te pueda pasar por la cabeza. Nosotros aprovechamos para comprar placas de matrícula de coches de alguno de los estados por los que pasamos.
Nuestra siguiente parada fue ya en Kingman, una ciudad bastante grande sin mucho encanto. Fuimos al Visitor Center que se encuentra en una antigua central eléctrica, pero tampoco nos paramos mucho rato. Más interesante nos pareció la locomotora de vapor que se exponía al otro lado de la carretera. Lo que sí que hicimos fue aprovechar para comer en uno de los restaurantes más famosos de la Ruta 66: Mr. Dz Route 66 Diner. Su apariencia es muy retro con paredes de color rosa y verde y un interior que te lleva a los años 60. Pedimos dos hamburguesas y dos Coca-Colas. El precio total con la propina fue de 27$. A pesar de la fama que tiene, las hamburguesas no eran nada del otro mundo, la carne estaba muy hecha. Mejores pintas tenían sus famosos batidos que no llegamos a probar.
¿Quién dijo que la Ruta 66 era recta? Los siguientes kilómetros atravesaban las Black Mountains y la carretera se volvía sinuosa con un sin fin de curvas y una estrechez en la que rezaba por no cruzarme con nadie. Al menos el paisaje era espectacular, pero la carretera me obligaba a tener mi vista al frente. Rocío se reía de mí y me preguntaba: "¿qué, estás disfrutando la Ruta 66?" mientras lanzaba mil maldiciones por mi boca. Pero todo tiene su recompensa, las curvas terminaban al entrar al pueblo que más nos gustó de toda la ruta: Oatman.
Oatman es como irte al viejo oeste, pero con turistas. Su antigua mina de oro, la que antaño fue la más grande de toda Arizona, hizo que se fundara en este lugar tan remoto Oatman. La mina fue descubierta por Joe Jeneres y se hacía valer de asnos para el transporte de materiales. Tras el abandono de las minas, se convirtió en una ciudad fantasma que fue resucitada gracias a las películas de western. Entre otras se rodó "La conquista del Oeste". Como curiosidad, Clark Gable y Carole Lombard pasaron en este lugar su noche de bodas. Hoy en día, el pueblo sobrevive con 150 habitantes; y los descendientes de los asnos de Joe Jeneres que quedaron abandonados, caminan hoy a sus anchas por las calles de Oatman como reclamo turístico. Las casas se han convertido en tiendas de suvenires ambientadas en el oeste; y en temporada alta hay representaciones a diario de duelos con revolver.
Rocío aprovechó para comprar una pulsera de la Ruta 66 y regalármela; era mi premio por haber recorrido un tramo de la carretera que tanta ilusión me hacía. Al abandonar Oatman, unos burritos se nos pusieron delante; tuvimos que esperar a que se quitaran del camino para poder proseguir. Ahora ya salimos a la Interestatal 40 ya que el trozo de la U.S. 66 que quedaba no ofrecía nada más interesante.
Abandonamos Arizona y pasamos a California. Al atardecer paramos en Peggy Sue's 50's Diner, otro de los famosos restaurantes de la Ruta 66 anclado en los años 50. Su fachada es bastante llamativa al tener forma de gramola. Cuando entramos, lo primero que hicimos fue visitar su tienda. Además de tener muchísimas cosas sobre la Ruta 66, también hay cositas interesantes de dibujos animados. Por ejemplo, había mil cosas de una de mis películas favoritas de dibujos: Pesadilla Antes de Navidad. Pasamos a su comedor: la primera zona está ambientada en los años 50 con taburetes fijos en la barra y sofás para las mesas; la segunda zona era más restaurante, pero igualmente te atendían las camareras con el atuendo típico de la época. Pedimos unos batidos de fresa, que por cierto fueron enormes y te daban para rellenarlo. Buenísimos, hubiéramos seguido tomando batido hasta reventar.
Con la noche ya encima, partimos rumbo a Los Ángeles. A medida que nos acercábamos, el tráfico y la velocidad de los coches aumentaban. Aquello parecía la ley de la selva. Si anteriormente había comentado que en EEUU se conducía bastante bien, Los Ángeles es la excepción. La ciudad está llena de autovías con una inmensidad de carriles. En alguna no pudimos tomar la salida a tiempo porque los camiones no nos dejaban incorporarnos, Google Maps nos tuvo que recalcular un par de veces la ruta a nuestro hotel. Finalmente, pudimos llegar a Hotel Dixie, nuestro alojamiento para las 3 siguientes noches. La reserva la hicimos por Airbnb y se trataba de una habitación privada de una particular que estaba genial, todo muy bien cuidado. Nos salió por 318,01€ las 3 noches.
11º día 16/10/2019: Hollywood y Downtown de Los Ángeles
Nos levantamos y fuimos a desayunar a la cafetería del hotel; pedimos cada uno unos pancakes junto con una limonada y un café que salió por unos 25$ aproximadamente con la propina incluida. Posteriormente, nos dirigimos a la parada de metro de Hollywood/Western y compramos dos tarjetas de metro que eran válidas para 24 horas. No vimos ninguna dificultad en comprarlas, las máquinas las podíamos configurar en español por lo que era sencillo seguir los pasos. La tarjeta, que es recargable, tenía un coste de 1$ y el bono de 24 horas era de 7$. Si se va a coger poco el metro es mejor pagar por viaje que sale a 1.75$.
Bajamos en Hollywood/Highland. Estábamos en uno de los lugares más visitados y fotografiados de Los Ángeles: el Paseo de la Fama. Al salir de la estación empezamos a ver esas famosas estrellas rosadas que inundan su acera rindiendo homenaje a algún personaje del mundo del espectáculo. Existen 5 tipos de estrellas distintas identificadas con un icono: una cámara para la industria del cine; un televisor para la industria televisiva; una máscara para la industria teatral; un gramófono para la industria de la música; y un micrófono para la industria de la radio. Son más de 2.000 estrellas las que hay colocadas desde que en 1960 se recibiera la primera del director Stanley Kramer. Y tener una tiene un precio, aunque muchas veces lo hacen los patrocinadores para dar publicidad a la persona homenajeada; actualmente tiene una tarifa de 40.000$ que sirve para mantener en óptimas condiciones el Paseo de la Fama.
Íbamos como el que busca a Wally, mirando al suelo intentando reconocer a la persona nombrada en cada estrella y buscando la de los personajes que más ilusión nos hacía para fotografiarnos con ella. Yo encontré la que quería justo delante del mítico Grauman's Chinese Theatre, la estrella de Michael Jakcson estaba justo ahí. Este famoso teatro, con forma de pagoda china, tiene en su exterior otro de los atractivos turísticos del lugar al estar impresas las huellas de pies y manos de multitud de artistas como Groucho Max, Marilyn Monroe, los actores de Harry Potter, Robin Williams, Arnold Schwarzenegger o el mismo Michael Jackson, aunque sus huellas las colocaron sus hijos para homenajearle en 2012. A continuación, se encuentra el Dolby Theatre, el lugar donde se celebra la ceremonia de entrega de los Premios Óscar. Y lo mejor de todo, es que pudimos ver la famosa alfombra roja que se extendía por toda la calle hasta la puerta del Dolby Theatre por motivo de la celebración de los Latin American Music Awards que tendrían lugar al día siguiente. Anexo a éste edificio se encuentra el Hollywood and Highland, un centro comercial de varias plantas desde el que pudimos ver el paseo de la fama entero con los rascacielos del Downtown de fondo e incluso el famoso letrero gigantesco de Hollywood del Monte Lee.
Volvimos a tomar el metro para bajarnos en Union Station, la estación de tren más grande de la zona oeste de los Estados Unidos. Esta preciosa obra arquitectónica fue construida en 1939 y comparte el estilo colonial español con el art decó de su decoración interior; con suelos de mármol, techos de madera, lámparas colgantes de 1.360 kg y sillones de cuero de los de antes, su sala de espera es toda una preciosidad.
Al salir de la estación, visitamos El Pueblo de Los Ángeles, donde en 1781, 44 españoles fundaron la ciudad. Este colorido y vistoso barrio con casas de estilo colonial está lleno de restaurantes y puestos callejeros alrededor de Olvera Street. Entramos dentro de la Iglesia de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles, la que fue la iglesia más importante de la ciudad ya que data de 1814, es conocida también como La Placita. Seguimos paseando hasta llegar al barrio de Chinatown y posteriormente nos dirigimos hacia el Ayuntamiento que fue el edificio más alto de la ciudad hasta 1964.
Y llegamos a The Last Bookstore, una biblioteca que se ha hecho famosa gracias a las redes sociales como Instagram por lo fotogénica que es y porque te incitan a hacerte fotos. Tiene dos plantas y lo más interesante se encuentra en la segunda con túneles, ventanas y pasillos creados todos con libros. Es realmente bonita. Además, tiene una gran colección con más de 250.000 libros de los cuales el 80% son usados. La tienda fue abierta en 2011 sobre un antiguo banco y cuando ya la era digital había colapsado a los libros de papel; una gran apuesta y un gran disfrute para los amantes de los libros que ha logrado llamar la atención del público joven. Disfrutamos muchísimo esta visita e hicimos fotos de mil maneras.
Llegaba la hora de comer y fuimos a Grand Central Market, un mercado gastronómico con todo tipo de opciones que se encuentra en frente del Bradbury Building, una de las joyas arquitectónicas de la ciudad. Después de ver todos los puestos de comida nos decantamos por DTLA Cheese and Kitchen; pedimos dos bocatas que estaban muy buenos y dos cervezas de raíz australianas que se llamaban Bundaberg Root Beer y que sabían más bien a jarabe. El precio: 36$, caro para lo que era.
Seguimos nuestra ruta pasando por varios museos como el MOCA (Museo de Arte Contemporáneo) y el curioso The Broad (Museo de Arte Moderno) cuyo edificio tiene forma de panel poroso. Justo a continuación de éste último se encuentra el Walt Disney Concert Hall, un edificio increíble diseñado por el arquitecto Frank Ghery para la sede de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles y que a nosotros nos pareció un calco del famoso Museo Guggenheim de Bilbao. Entramos dentro, pero no había nada que ver a no ser que vayas a un concierto por lo que no perdimos más tiempo en él.
Nuestra última visita por el Downtown de Los Ángeles fue el US Bank Tower, el segundo rascacielos más alto de la ciudad con 310 metros de altura y 73 plantas. En lo alto de todo se encuentra OUE Skyspace, un mirador panorámico al descubierto con unas vistas de infarto. Pagamos los 25$ cada uno que cuesta la entrada. Bastante caro, pero creo que valió la pena. Había una opción que era de 33$ y te incluía poder lanzarte por un tobogán exterior que une la planta 70 y la 69, pero no lo recomendamos a no ser que quieras parecer un rico lanzándote por un tobogán de poca altura por 8$. Al llegar arriba, antes de acceder al mirador, había una zona interactiva donde podías simular que grababas una canción en un estudio o sentirte un famoso saliendo del salón de la fama con los paparazzi fotografiándote. Cuando salimos al exterior tuvimos Los Ángeles a nuestros pies, las paredes del mirador son de cristal por lo que puede llegar a dar algo de vértigo. Además, en una de las paredes, habían pintada una de esas alas que tan de moda están para fotografiarte con ellas. Al ser al descubierto, hacía bastante fresco, por lo que tras ver un bonito atardecer, nos metimos dentro para ver como anochecía y la ciudad se iluminaba.
Tomamos el metro en Pershing Square. Aquella noche había quedado con dos amigas en Hollywood que curiosamente acababan de realizar la Ruta 66 y estaban en Los Ángeles. Fue una gran alegría para mi poder verlas y poder contarnos nuestras aventuras durante estos días. Cenamos en el Cabo Wabo Cantina que hay en el Hollywood and Highland; pedimos una quesadilla, unos nachos, taquitos y cervezas que nos salió por unos 20$ por persona.
Tras dar una vuelta por el Paseo de la Fama y ver como los jóvenes empezaban a salir de fiesta, nos fuimos a descansar a nuestro hotel.
12º día 17/10/2019: Universal Studios
Desayunamos en la habitación unos dulces que habíamos comprado días antes en Las Vegas. Este día estaba destinado entero al parque Universal Studios que, además de contener uno de los estudios cinematográficos más antiguos, contiene un parque de atracciones totalmente tematizado.
Tomamos la línea roja del metro hasta la parada de Universal Studios City. En esta ocasión, en lugar de rellenar la tarjeta con el bono de 24 horas, recargamos por viaje ya que solo lo íbamos a coger para ir y volver. Una vez allí, teníamos la posibilidad de tomar un autobús gratuito que te acercaba hasta la misma puerta del parque, pero viendo la cantidad de gente que había esperando, decidimos continuar a pie. La verdad es que cansa un poquito porque está bastante empinado, pero en unos 20 minutos ya estábamos en la cola para entrar. Una vez dentro tocaba decidir por dónde empezar. Rocío tenía la aplicación de Universal Studios descargada en el móvil y desde ahí podíamos ver cuantos minutos teníamos de cola para cada atracción y en qué momento se realizaban espectáculos en vivo.
Comenzamos por un espectáculo de animales que nos pareció bastante infantil. Como curiosidad, sacaron uno de los buhos que habían participado en el rodaje de las películas de Harry Potter. Nuestra siguiente parada precisamente era el mundo de Harry Potter que a Rocío le encanta. Está recreado al completo Hogsmeade con un sinfín de tiendas de merchandising, puestos de cerveza de mantequilla, el Expreso de Hogwarts e incluso el castillo de Hogwarts. Estaba todo muy logrado y súper bien ambientado con espectáculos al aire libre cada poco tiempo en el que pasaban los alumnos de los distintos colegios como los de la escuela Koldovstoretz o la Academia Mágica Beauxbatons. Tras un primer vistazo empezamos a hacer cola para subirnos a la atracción estrella de Universal Studios: Harry Potter and the Forbidden Journey. Fue en torno a unos 45 minutos de espera muy bien llevados ya que la propia cola se podría decir que formaba parte de la atracción. Entramos en el castillo de Hogwarts que estaba perfectamente recreado, desde las aulas hasta los cuadros hablando entre ellos. Cuando al fin llegamos a la atracción llegó mi pesadilla. Se trataba de una montaña rusa 3D muy real, daba totalmente la sensación de estar viviéndolo, pero por desgracia soy algo mareón y salí algo perjudicado. Me costó casi una hora reponerme en la que Rocío aprovechó para probar otras atracciones de Harry Potter. Me hice una auto-nota mental: no volver a subir a atracciones que sabes que te mareas.
Nuestro siguiente lugar fue el mundo de los Simpsons. Soy un fan de los Simpsons, llevo viéndolos toda mi vida y aunque me hayan repetido el capítulo 50.000 veces, lo vuelvo a ver. Springfield estaba totalmente recreado con su Badulake, el bar de Moe, la central nuclear (o nucelar como diría Homer), la fábrica de cerveza Duff, la estación de policía, Krustyland (donde estaba la atracción principal y me negué a subir); pero hubo algo que fue lo que más ilusión me hizo: ¡¡Krusty Burger!! Así que allí que fuimos para probar la famosa hamburguesa con esa salsa secreta que sospechosamente sabía a la salsa del Big Mac. Al final dos Krusty Burgers y una pinta de cerveza Duff (que no estaba mal) salió por 50$. Capricho cumplido.
Nos disponíamos ahora a visitar los estudios de cine, pero anunciaban que había más de una hora de cola y el espectáculo duraba otra hora más. Como en estas fechas Universal Studios cierra a las 18h para dar paso a las noches de Halloween (cosa que nos pareció fatal porque el precio de la entrada es la misma que en verano que está abierto hasta mucho más tarde), pensamos que igual queríamos invertir el tiempo que nos quedaba en recorrer el resto del parque. A día de hoy pienso que igual debería haber visto mejor los estudios.
El resto del parque Universal Studio no está tan tematizado como la zona de Los Simpsons o Harry Potter, son más bien simples atracciones con algo de ambientación como la de los Minions, a la cual no subí, pero Rocío sí. La atracción de Jurassic World fue bastante divertida a pesar de la hora de cola que había. Esta atracción no mareaba. Íbamos montados en una barquita recorriendo lo que parecía el mundo de Jurassic World mientras te caía agua de todos lados y nos atacaban distintos dinosaurios hasta que, finalmente, la barca descendía en caída libre por una gigantesca rampa a gran velocidad.
Antes de las 18h estaban cerrando ya todas las atracciones para preparar las noches de Halloween. Algunas incluso no abrían en todo el día porque solo estaban operativas por la noche como la de Walking Dead que era una de las que más ganas tenía de conocer. En este sentido fue un poco decepción Universal Studios, no lo pudimos disfrutar como nos hubiera gustado.
Salíamos del parque y ya nos fuimos directamente a nuestro Hotel a descansar. Al poner la televisión estaban emitiendo los Latin American Music Awards que se celebraba en Hollywood.
13º día 18/10/2019: Observatorio Griffith, Berverly Hills, Venice Beach y Santa Mónica
Nuestro último día en Los Ángeles llegaba. Desayunamos de nuevo en el restaurante del hotel un buen desayuno americano con su bacon crujiente, su tortilla revuelta y sus salchichas por 25$ los dos con el té y bebida incluidas. Recogimos todos los trastos y nos despedimos del Hotel Dixie para ir al Observatorio Griffith, situado en Griffith Park donde está el Monte Lee (el de la señal de Hollywood). Este lugar se ha puesto muy de moda desde el estreno del musical La la Land. Accedimos hasta arriba con el coche y al aparcar cometimos el error de pagar el parquímetro. Hasta las 12h del mediodía era gratuito.
Las vistas que hay desde el observatorio son increíbles, se puede apreciar la inmensidad de la ciudad de Los Ángeles. Dicen que los días despejados se puede llegar a ver incluso el Océano Pacífico. Además, tiene también unas vistas inmejorables hacía el letrero de Hollywood. En sus alrededores, hay un busto dedicado a James Dean ya que este lugar fue uno de los sitios donde se rodó la famosa película de "Rebelde sin causa". No entramos al observatorio ya que no disponíamos de tiempo, pero en su interior está el proyector de estrellas más avanzado del mundo.
Tomamos Santa Monica Boulevard, señalizada con los cartelitos de Historic Route 66, para llegar a Beverly Hills, el lugar donde se encuentran las mansiones más lujosas. Aparcamos cerca de Rodeo Drive, y tras hacernos la foto con el cartel de bienvenida, dimos un paseo por sus calles repletas de tiendas con precios prohibitivos para nosotros. Posteriormente, dimos otra vuelta por la zona residencial, aunque no tardamos mucho en volver al coche. Realmente, las mansiones más importantes se encuentran en las colinas, como las de Cielo Drive, lugar donde La Familia de Charles Manson cometió el crimen donde murió Sharon Tate.
Llegamos hasta el final de Santa Monica Boulevard y fuimos dirección a Venice Beach. Para aparcar por estas zonas nos vino muy bien una aplicación móvil que se llama ParkMe que te señaliza todos los parkings y sus precios. Muchos de ellos ofrecen la primera hora gratis. Dimos un paseo por el Venice Beach Boardwalk, un paseo marítimo repleto de tiendas, puestos callejeros, gimnasios al aire libre (donde solía ir Arnold Schwarzenegger a entrenar) y una peste a marihuana considerable. Había mucho arte urbano con graffities muy chulos.
Aprovechamos para comer en Great White, muy cerquita de las letras de Venice que dan la bienvenida al distrito. Pedimos dos bowls: uno de huevo revuelto, pesto, bacon y queso; y otro de salmón ahumado, huevo cocido, cebolla y crema de cebollino. Para beber dos smothies naturales de fresa. Todo estaba muy rico y salió por 55$ todo. Además, nos invitaron a un muffin. Sitio recomendado con muy buena atención.
Volvimos a tomar el coche para dirigirnos a Santa Mónica. El fin de la Ruta 66 se encuentra en su emblemático Pier, un muelle flotante que fue el primer lugar al que nos dirigimos. Una señal a la entrada indicaba el fin de la ruta y una cola desordenada aguardaba a su alrededor para poder inmortalizar la instantánea. Nosotros no fuimos menos, aunque posteriormente vimos señales más chulas que ésta que es la más famosa. Su Pier, que data de 1908, tiene restaurantes, salones de juegos, artistas callejeros e incluso un parque de atracciones que recibe el nombre de Pacific Park con una montaña rusa, una noria, coches de choques y más atracciones. Nos encantó el Pier.
Bajamos a la playa, famosa por ser en la que Mitch Buchannon salvaba vidas en la mítica serie de los "Vigilantes de la Playa". Las casetas de los guardacostas eran tal y como las recordábamos; y como era temporada baja, la playa estaba bastante vacía y pudimos subirnos a una de ellas para meternos en el papel. Comenzaba a atardecer, así que nos sentamos en la arena a contemplar el espectáculo y ver como el sol se escondía por el pacífico. Fue un ocaso precioso, de los más bonitos de todo el viaje. Y es que, esos colores malva de los atardeceres californianos no dejan indiferente a nadie.
Una vez más teníamos que partir de noche. Nuestro siguiente alojamiento se encontraba en Santa Bárbara, a unas 2 horas de Los Ángeles. Por el camino pasamos por Malibú, una pena que fuera de noche y no pudiéramos pararnos a ver sus playas. Nuestro hotel era Orange Tree Inn, el más cutre de todos en los que nos alojamos ya que, a pesar de tener todas las comodidades, la mitad de los enchufes no funcionaban, las paredes tenían moho y el desayuno no estaba incluido. Nos salió por 139,99€ la noche.
14º día 19/10/2019: Santa Bárbara, Solvang, San Luis Obispo y Big Sur
Para este día teníamos un recorrido diseñado para llegar hasta Monterey por la State Route 1, también conocida como la Pacific Coast Highway, en la que realizaríamos varias paradas y atravesaríamos la región del Big Sur.
Como no teníamos el desayuno incluido, abandonamos rápidamente el hotel y nos dirigimos al Downtown de Santa Bárbara para buscar un lugar para tomar algo. El coche lo dejamos aparcado en una perpendicular a State Street, la calle principal, en una zona que podíamos dejarlo hasta 75 minutos de manera gratuita. De este tipo de aparcamiento hay bastante y varía el número de minutos que puedes dejar el coche, está bastante bien señalizado.
Al pasear por Santa Bárbara daba la sensación de estar en uno de los tantos pueblos blancos de la costa del sol. Esto es debido a que se trata de una antigua ciudad colonial española que se fundó en 1782 bajo el nombre de Misión y Presidio de Santa Bárbara. Hoy en día es una ciudad de veraneo para las personas adineradas, y eso, se notaba en el ambiente. Desayunamos en una cafetería cerca a El Paseo, una zona comercial llena de tiendas de todo tipo, aunque toda la calle principal estaba repleta de tiendas. Recorrimos State Street hasta llegar a Stearn’s Wharf, el muelle más antiguo de California que data de 1872. Sobre él hay restaurantes y ofrece unas magníficas vistas a la playa con sus altísimas y características palmeras. De golpe miré mi reloj y me di cuenta que ya hacía 2 horas que habíamos dejado el coche y solo teníamos 75 minutos. Dejé a Rocío atrás y aceleré el paso para llegar al coche, temía por una multa, pero por suerte no sucedió nada.
Antes de abandonar Santa Bárbara fuimos a visitar Santa Barbara Old Mission. Las misiones son el lugar donde se alojaban los misioneros y, en este caso, el lugar de fundación de la ciudad. La capilla que hay anexa data de 1820, aunque a Rocío le pareció de cartón-piedra, con una fachada jónica y dos campanarios de doble campana. Para visitar la misión hay que pagar una entrada, nosotros no entramos ya que teníamos mucho para hacer en ese día.
Seguimos nuestra ruta hasta Solvang, situado a 45 minutos de Santa Bárbara. Pero antes de llegar nos detuvimos en Rancho Market, un supermercado bastante conocido que tiene una gran variedad culinaria y en el que aprovechamos para comprar la comida del día. Solvang es un pequeño pueblo de algo más de 5.000 habitantes que fue fundado por inmigrantes daneses en 1911 cuando huían del frío del medio oeste americano. Parecía que habíamos viajado de golpe a Europa, ya que se edificó a imagen y semejanza de los pueblos daneses y no le faltaba ni un perejil: molinos de viento, casas con entramado de madera, panaderías, cervecerías... Nos encantó pasear, aunque fuera durante un corto periodo, por sus calles. Eso sí, el pueblo está totalmente orientado al turismo.
Después de algo más de una hora de carretera, llegamos a San Luis Obispo. Al aparcar pecamos de novatos, vimos que había un montón de parquímetros y pusimos dinero en el primero que nos pareció bien, pues resulta que cada parquímetro es para la plaza de parking que tiene al lado, así que le aumentamos el tiempo al coche de detrás. Menos mal que era barato.
Dimos una vuelta por esta ciudad, de ambiente universitario, hasta que llegamos a la Misión de San Luis Obispo que data de 1772. Toda esta zona tiene su encanto, atravesado por un pequeño arroyo y rodeado de restaurantes. Mi pareja tenía apuntado para ver un lugar que se llamaba Bubblegum Alley, así que fuimos a verlo. Se trataba de un callejón cuyas paredes estaban cubiertas por más de 2 millones de chicle. Asqueroso, a pesar de que Rocío se empeñe en seguir diciendo que fue lo que más me gustó de todo el viaje.
Pasado San Simeón, se encuentra la reserva marina natural de Piedras Blancas. Nos detuvimos en un parking que estaba señalizado como Elephant Seal Viewing Area. En una pequeña playa había una colonia de elefantes marinos tomando el sol muy tranquilamente. La peculiaridad de estos animalitos es que los machos tienen un hocico elongado similar a una trompa corta. Como nos parecía un paisaje espectacular, decidimos que aprovecharíamos para comernos las alitas de pollo picantonas que habíamos comprado en Rancho Market.
Entrábamos al fin a la región del Big Sur. La carretera se volvía sinuosa mientras bordeaba el litoral escarpado. El paisaje era precioso y no podíamos evitar pararnos en cada mirador a contemplar la grandeza del Oceano Pacífico y la belleza de la naturaleza. Nuestra intención era llegar al Bixby Creek Bridge para ver el atardecer desde allí, un lugar que ha ganado fama desde que empezó a salir en el opening de la serie de Big Little Lies, pero no llegábamos ni por asomo. Finalmente, decidimos parar en Gamboa Point que tenía unas vistas espectaculares y desde el que se veía el Big Creek Bridge, un puente de doble arco muy parecido al que queríamos llegar. El atardecer fue precioso y lo disfrutamos muchísimo, otro momento mágico más que sumaba a nuestro viaje. Antes de que anocheciera completamente, hicimos un par de paradas más para contemplar los cielos rojos sobre el océano.
Todavía nos quedaba hora y media para llegar a nuestro alojamiento de Monterey. Íbamos bastante lentos por la carretera ya que, además de que era de noche, empezaron a aparecer bancos de niebla bastante espesos. No teníamos ni idea de cómo encender las luces antiniebla del coche, quizás eran automáticas. Y, por si fuera poco, empezó a pitar un testigo del coche que no sabíamos que quería decir, igual avisaba de la activación de las luces antiniebla o vete a saber, porque después de aquella noche no volvió a saltarnos.
Al fin llegamos a Quality Inn Monterey, nuestro hotel para esa noche. El chico de recepción nos indicó que había un problema con nuestra habitación ya que se había ido la luz, pero nos lo arregló rápido dándonos un upgrade a una habitación enorme que estaba genial. Nos salió por 103,11€ con el desayuno incluido. Una ganga para estar en la ciudad que estábamos.
Fuimos a cenar a Monterey Cookhouse, un restaurante cercano a nuestro alojamiento que nos había recomendado el mismo chico de recepción. La verdad es que estaba genial. Pedimos un crostini bruschetta, un fishermans plate que era básicamente una parrillada de pescado, postre y dos cervezas que nos salió por 65$ con la propina incluida.
15º día 20/10/2019: Llegada a San Francisco con visita a Twin Peaks y Golden Gate
Tras desayunar en el hotel, comenzamos nuestra ruta trazada que terminaría con la devolución de nuestro coche. Lo primero que hicimos fue acercarnos a Carmel-by-the-Sea que pertenece al condado de Monterey. Este bonito pueblo costero es famoso porque Clint Eastwood fue alcalde y en la actualidad reside en él. Aunque no es el único famoso ya que otros actores como Brad Pitt o Kevin Costner también tienen una casa aquí. Hay varias peculiaridades en Carmel como el no tener farolas en sus calles o no estar numeradas las casas; pero la más extraña es que está prohibido andar con zapatos de tacón de aguja para no dañar las aceras. Paseamos hasta la playa que en ese momento era un remanso de paz y, posteriormente, volvimos al coche para poner rumbo a San Francisco.
Teníamos 2 horas de carretera, pero paramos por mitad camino a lavar el coche en una máquina de lavado (que daba un poco de vergüenza con tanta tierra de los desiertos) y llenar el combustible por última vez para tenerlo a tope en su devolución. Al entrar en San Francisco nos enamoramos casi al instante de la ciudad, todo eran casitas coloridas y muy bonitas.
Nuestra primera parada fue en Twin Peaks, 2 pequeños montes de 280 metros de altura que tienen una de las mejores vistas de la ciudad. Al aparcar el coche había señales indicando que no te dejaras nada en el interior del vehículo ya que podrían robarte, y debe de ser muy cierto pues donde lo dejamos había muchos cristales de lunetas de coche. Subimos a uno de los dos pequeños montes y alucinamos con las vistas. Una inmensa ciudad donde sobresalía su Downtown lleno de rascacielos con la bahía de fondo y al otro lado del paisaje su famoso e icónico Golden Gate. Es increíble la extensión que tiene una ciudad que es semejante en habitantes a mi ciudad, Valencia, pero con la diferencia de que casi todo son casitas.
Una de las peculiaridades de San Francisco son sus infinitas y múltiples cuestas. Menos mal que el coche contaba con cambio de marchas automático. Si hubiéramos ido con uno manual habríamos sudado horrores en esta ciudad. Lombard Street tiene uno de los trozos más empinados con 27º de inclinación y hacia allí nos dirigimos con nuestro Nissan. Para evitar que los coches se aceleraran en este tramo, no se les ocurrió otra cosa que llenarlo de curvas. Exactamente 8 curvas en 125 metros convirtiéndose en la calle más sinuosa de los Estados Unidos y toda una atracción turística en la actualidad. A Rocío le hacía mucha ilusión descender la cuesta, así que ahí estábamos con ella al volante: una curva y otra y otra y otra; y mientras tanto, centenares de turistas curiosos haciendo fotografías. Al finalizar, aparcamos el coche y subimos un poquito andando. De golpe, una banda de unos 50 motoristas descendió por Lombard rugiendo sus motores y quemando ruedas, todo un espectáculo que no sabemos si se debía a algo o era por simple diversión.
Nos dirigimos a nuestro hotel para dejar las maletas. Se llamaba Cow Hollow Inn y estaba en la misma Lombard Street, pero en la otra punta. La habitación estaba genial, con una cama amplísima, todo en perfecto estado, muy limpio. Claro, que el precio fue de 406$ las dos noches y no incluía desayuno. Los precios en San Francisco están por las nubes y cuesta mucho encontrar algo barato.
Para comer, Rocío buscó una de las recomendaciones que le hizo un amigo suyo que viajó anteriormente. Uno de esos restaurantes estaba justo en frente de nuestro hotel. Mel's Drive-in es un restaurante con decoración muy vintage. En cada mesa había una Rockola, esas máquinas antiguas que seleccionabas una canción y sonaba en el local. Nos pasamos un buen rato mirando qué canciones tenía mientras degustábamos 2 ricas hamburguesas con nuestras buenas pintas de cerveza que salió por un total de 49$ con propina incluida. Seleccionamos cada uno una canción de la máquina, costaba tan solo 25 centavos. Una de ellas era una de las canciones que teníamos en nuestra lista de reproducción para el coche: Surfin USA de los Beach Boys; y la otra, la canción favorita de Rocío: Every Breath You Take de Police.
Ahora sí, nos dirigíamos hacia el puente más famoso de California, el Golden Gate. Este rojizo puente une la península de San Francisco con el condado de Marin por el estrecho de nombre homónimo; fue construido entre 1933 y 1937 siendo la mayor obra de ingeniera de su época. Nuestra idea era ir a unos miradores que se encuentran en una fortaleza que data de los primeros colonos españoles, pero nos equivocamos en la salida y cuando nos dimos cuenta ¡estábamos conduciendo sobre el mismo Golden Gate! No lo teníamos planeado, pero el azar así lo quiso. Lo único malo es que, parece ser, la entrada a San Francisco por el puente es de peaje automático. La factura nos llegó ya una vez en España: 8$.
Al fin llegamos a la fortaleza, que está pegada a las aguas gélidas del Océano Pacífico. Hay un parking gratuito donde pudimos dejar el coche. Las vistas a Golden Gate son espectaculares y hay un punto señalizado que se ha vuelto bastante famoso en redes sociales de fotografía como Instagram, donde salen fotos para enmarcarlas gracias a dos altos álamos que encuadran el puente a la perfección. Desde allí vimos el atardecer, un bonito momento que disfrutamos con algo de frío pues el aire que soplaba, sin freno ninguno, era bastante fresco.
Y con la noche cayendo fuimos rumbo al aeropuerto para dejar a nuestro gran compañero de viaje: nuestro Nissan Rogue. Fue una despedida fría después de acompañarnos más de 4.300 kilómetros, pero siempre le recordaremos. Ahora quiero un coche igual para mí. Para volver a nuestro hotel solicitamos un Uber. En California funciona tanto Uber como Lyft muy bien y tienes la opción de compartir coche ahorrándote dinero con ello. Además, luego descubrimos que registrándote en Lyft con un código de Google, teníamos descuento de 5$ en los 10 primeros viajes. Para que os hagáis a la idea, los viajes dentro de la ciudad nos salían por un par de dólares con el código y compartiendo coche (que luego igual no se subía nadie más). Al aeropuerto se subía a los 25$.
Y con todo esto, finalizaba nuestro primer día en la bella ciudad de San Francisco.
16º día 21/10/2019: Downtown de San Francisco, Chinatown, Fisherman's Wharf y Alcatraz
Desayunamos en un restaurante que estaba anexo al edificio del hotel y del que teníamos un descuento por estar alojados en Cow Hollow Inn. El local se llamaba Home Plate y tenía muy buena presencia. Rocío pidió unos huevos Benedict y yo un pancake gigante de dulce de leche y plátano; para beber un café y un chocolate respectivamente. Salió por 50$ con propina, caro para ser un desayuno, pero os puedo asegurar que yo salí rodando, ese pancake era demasiado para mí. De hecho, no volvimos a comer hasta la cena.
Tomamos un Lyft y nos dirigimos al Downtown, exactamente a Union Square, la plaza más importante de la ciudad. Este lugar es el elegido para las ceremonias más importantes de San Francisco, así como para realizar manifestaciones o conciertos públicos. Algunos de los mayores almacenes de la ciudad se encuentran allí como Macy’s, Bloomingdale’s y Nordstrom; aunque no teníamos tiempo para compras.
Anduvimos por Powell Street. Esta larguísima calle es recorrida por una de las líneas de su famoso Cable Car, esa especie de tranvía tan pintoresco que hemos visto en miles de películas subiendo y bajando las cuestas de San Francisco. En 1947 estuvieron a punto de desaparecer, pero los ciudadanos se opusieron y en 1964 fue declarado Patrimonio Histórico Nacional. Llegamos hasta Market Street, donde finalizaba la línea. Estuvimos observando con curiosidad su manera manual de dar la vuelta al Cable Car: sobre una plataforma giratoria los mismos empleados giran 180º, sin ningún tipo de mecanismo automático, toda la maquinaría. El precio del viaje son 7$ y, a pesar de que dicen que es una de las cosas que tienes que hacer en San Francisco, nosotros no subimos.
Nos dirigimos ahora a Chinatown, la segunda comunidad china más grande de los Estados Unidos por detrás de la de New York. Era como estar visitando otra ciudad distinta. Todo estaba en chino, todas las personas eran chinas, todas las tiendas eran de productos chinos, ¿nos habríamos teletransportado a China sin saberlo? Es lo que suele pasar cuando visitas casi cualquier Chinatown, pero en éste era todavía más a lo bestia. Pocos, muy pocos occidentales andaban por el barrio.
Nuestro recorrido a pie continuaba por la ciudad. No sé cuántos kilómetros haríamos ese día, pero con las cuestas parecía que habíamos hecho más de 100km. Eso sí, algunas calles eran preciosas como California Street que contaba con todo: su línea de Cable Car, rascacielos, pronunciadas pendientes y, para rematar, al fondo se veía el Puente de la Bahía. Una imagen para enmarcar.
Continuamos hasta llegar a Ina Coolbrith Park, un pequeño parque con las vistas más bonitas de San Francisco para mí. Se veían a un lado los rascacielos del Distrito Financiero y al otro el barrio de North Beach con el Puente de la Bahía de fondo. Estuvimos un largo y tendido rato haciendo fotos de todo tipo y descansando un poquito que nos lo teníamos ganado. Era un lugar muy tranquilo.
Descendimos hasta llegar a Fisherman's Wharf, el barrio marítimo más turístico de San Francisco. En este lugar se construyó en 1853 el primer puerto de la ciudad y actualmente es una zona de ocio. Paseamos hasta llegar al Pier 39, uno de esos muelles de madera flotantes que está lleno de restaurantes como el de Santa Mónica, pero sin montaña rusa. En este muelle está uno de los mayores atractivos para los turistas ya que hay decenas de leones marinos tomando el sol; era divertido ver cómo algunos empujaban a otros al agua. Nos tomamos unas pintas de cerveza en una de sus cervecerías y, finalmente, pusimos marcha a Pier 33 para realizar nuestra visita a la famosa prisión de Alcatraz.
Como teníamos las entradas anticipadas, solo tuvimos que esperar a que en la pizarra de la cola de embarque pusiera 15.50h, nuestra hora reservada. Cuando llegó el momento subimos a un ferry que nos trasladó a la famosa Isla de Alcatraz, conocida también como La Roca. Las vistas durante este trayecto hacia San Francisco son increíbles. Eso sí, tocaba abrigarse ya que el aire era bastante frío a pesar de hacer un día muy soleado.
Aunque se trata de una isla muy pequeña, su historia es bastante interesante. Comenzó siendo una fortificación militar española. Posteriormente, se construyó la Prisión Federal más segura de los Estados Unidos albergando presos tan importantes como Al Capone. Cuando cerró la prisión por orden de Robert F. Kennedy, un grupo de nativos ocuparon la isla para reclamar sus derechos hasta que, finalmente, Richard Nixon tuvo que revocar la política india que ponía fin al reconocimiento federal de las tribus. Las pintadas del período de ocupación de los nativos americanos todavía son visibles en muchos lugares de la isla que hoy en día está declarada como Parque Nacional.
Cuando pusimos los pies en Alcatraz, las sensaciones fueron raras al ver aquella prisión llena de pintadas de los nativos en unas instalaciones abandonadas. Parecían imágenes postapocalípticas. Un Ranger estaba esperándonos para explicarnos un poco la historia de la isla y, posteriormente, fuimos a visitar las celdas con un audioguía en nuestro idioma. La visita a las celdas es lo más interesante de toda la visita a Alcatraz. Recorrimos los pasillos mientras escuchábamos sobre los presos que estuvieron alojados; cómo era su día a día invitándonos a entrar dentro de las celdas; el intento de fuga más sangriento en el que murieron 2 guardias y 3 reclusos; y el éxito de fuga de 3 presos, hazaña que ha sido contada en la famosa película "Fuga de Alcatraz" protagonizada por Clint Eastwood. Además, visitamos el resto de instalaciones como la cocina, el patio o la zona destinada a los guardias. Antes de salir de la prisión, aprovechamos para ver las panorámicas a la ciudad de San Francisco y hacia el Golden Gate. Eran preciosas.
Regresábamos cuando empezaba a anochecer. Fuimos al Pier 39 para cenar en una de las cadenas más famosas de los EEUU: Bubba Gump. Esta cadena de restaurantes se inspiró en la exitosa película Forrest Gump. El menú suele consistir, principalmente, en gambas y marisco. Además, cuentan con una tienda de merchandising con productos inspirados en la película. Bastante original y siempre a tope de gente. Pedimos para beber dos refrescos y para comer un cocktail de gambas y un combo con gambas, bolitas de pescado, pescado frito y patatas. Salimos por 58$ con su propina incluida.
Al terminar, cansados a más no poder, solicitamos un Lyft para que nos llevara a nuestro hotel a descansar.
17º día 22/10/2019: Painted Ladies, Golden Gate Park y Palacio de Bellas Artes
Comenzaba nuestro último día en los Estados Unidos, pero teníamos mucho día por delante para aprovecharlo bien. Fuimos a desayunar al Mel's Drive-in y pedimos unas tostadas de aguacate con huevo benedictino, un café y un chocolate que salió por 29$ con la propina incluida.
Posteriormente, tomamos un Lyft para dirigirnos a The Painted Ladies, famosas por aparecer en la serie de "Padres Forzosos” y ser una de las imágenes más icónicas de San Francisco. Se tratan de 6 coloridas casitas pareadas de estilo de estilo victoriano y eduardino. Realmente, San Francisco está llena de casitas de estilo victoriano, pero la estampa que dejan éstas es de gran belleza con los rascacielos del Dowtown como telón de fondo; un gran contraste. Delante de estas casas está Alamo Square, donde estuvimos un buen rato haciendo todo tipo de fotos, es el lugar ideal para retratarlas. Desde luego que tiene que ser un poco pesado vivir en una de esas casas y tener tal cantidad de turistas fotografiándolas diariamente.
Dimos un largo paseo hasta llegar a Golden Gate Park, el parque más importante de la ciudad siendo uno de los parques urbanos más grandes del mundo superando al de Central Park de New York en un 20%. Al ser tan inmenso y disponer de poco tiempo, tuvimos que seleccionar qué queríamos ver ya que dispone de varios museos, distintos tipos de jardines e incluso una zona donde vive una manada de búfalos americanos. Nuestra elección fue pasear por el parque hasta llegar al Jardín Japonés. Caminamos por National AIDS Memorial Grove, una zona boscosa muy bonita dedicada a todos aquellos que murieron por culpa del SIDA con historias contadas sobre las piedras; pasamos por la Academia de Ciencias de California hasta llegar al Music Concourse Community, una plaza donde se realizan conciertos gratuitos los domingos de verano; y, finalmente, llegamos a los Jardines Japoneses.
Dimos un agradable paseo tras pagar los 8$ por persona que cuesta la entrada del Jardín de Té Japonés o Japanese Tea Garden. El precio nos pareció un poco alto porque realmente no es un jardín muy grande, aunque es realmente precioso y muy bien conseguido. Se construyó en 1894 como parte de la California Midwinter International Exposition que tuvo lugar en San Francisco y, más tarde, Makoto Hagiwara tuvo la idea de convertirlo en permanente supervisándolo personalmente y haciéndose cargo de él hasta que, en 1942, después de que Japón atacara a Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, fuera enviado a un campo de internamiento con miles de familias japonesas. El jardín cuenta con una casa de té, un jardín zen, una pagoda, un jardín de bambú, un lago con peces kois, puentes, cerezos, bonsáis... Te hace trasladarte por un momento a Japón, y lo digo yo que he estado allí. Como curiosidad, la primera evidencia que se tiene de las famosas galletas de la suerte es en la casa de té de este jardín.
Nuestra visita a Golden Gate Park terminó en Stow Lake, un bonito lago artificial con patos donde puedes incluso dar un paseo en barquito. Con todo esto no habíamos llegado ni a la mitad de la longitud del parque que tiene un total de 5 kilómetros de largo. En este punto llamamos un Lyft, ya que tiene carriles para los coches en su interior, para ir a nuestro siguiente y último destino.
Nos bajamos en el imponente y precioso Palacio de Bellas Artes. Se trata de una rotonda inspirada en el estilo arquitectónico del clasicismo de Grecia y Roma con una pérgola que abraza una laguna artificial. Se construyó en 1915 para exponer obras de arte en la Exposición Universal de San Francisco, aunque lo que actualmente vemos es una reconstrucción de 1965. Es precioso y vale la pena ir a verlo. Es uno de los lugares favoritos por los locales para ir a realizar sus fotos de bodas.
Y para despedir San Francisco, y nuestro viaje en general, fuimos a comer a Causwells. Se encuentra en Chesnusts street, una calle con bastante ambiente y numerosos restaurantes que teníamos muy cerquita de nuestro hotel. Nos pedimos dos hamburguesas bastante buenas y dos pintas de cerveza. La única pega de este local fue el precio. Al final entre impuestos, la tasa de San Francisco y la propina, nos salió por 70$.
Y ahora ya sí, volvíamos al hotel para recoger las maletas y llamar un Lyft para el aeropuerto. Durante el trayecto al aeropuerto el conductor nos estuvo contando la burbuja inmobiliaria que había creado Silicon Valley donde se encuentran las empresas tecnológicas más punteras como Apple, Google o Facebook por citar algunas. Estas empresas pagan salarios altísimos a sus empleados y esto ha provocado que el precio de la vivienda suba de tal manera que la clase media no puede comprar actualmente un piso.
Sobre las 17h llegamos al aeropuerto, todo transcurrió sin problemas exceptuando que me dejé unas navajas indias para regalar sin facturar. Al pasar el control saltaron las alarmas y nos tocó dejarlas en el aeropuerto. Un pequeño descuido que hasta los mismos empleados del aeropuerto se tomaron con humor. Sobre las 21h nuestro avión despegó. Terminábamos un gran viaje, uno de los mejores viajes de nuestra vida.
Presupuesto de nuestro viaje
Estados Unidos es un país caro, no os lo vamos a negar. Aun así, pensamos que hicimos un presupuesto bastante ajustado. Todo es cuestión de buscar mucho y saber también lo que queremos y las comodidades, porque, lógicamente, se pueden obtener hoteles mucho más baratos y más caros.
El desglose del presupuesto en euros para 2 personas para los 17 días del viaje quedaría de la siguiente manera:
Vuelos con facturación: 877€
Alojamientos: 1.894,28€
Coche de alquiler para 15 días: 537,40€
Carnet de conducir internacional: 20,60€
Gasolina: 300€
Uber+Lyft+Metro: 84,92€
ESTA: 26,08€
Entradas: 482,50€
Annual Pass: 72€
Comidas: 1.040€
En total para 2 personas sale por 5.334,78€. A esto nosotros le sumamos algunos gastos más como los trenes para llegar al aeropuerto de Barcelona y compra de recuerdos. Pero como ya es algo más personal no lo incluyo.
Por persona sería 2.667,39€
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