Para este día teníamos diseñado una ruta por la parte norte de la Ría de Pontevedra y la parte sur de la Ría de Arousa. Como había mucho que hacer, y teníamos que ser puntuales con la reserva que habíamos realizado para comer, madrugamos un poquito para que nos diera tiempo a todo.
Monasterio de San Xoán de Poio
Muy cerquita de Pontevedra está la localidad de Poio en la que se encuentra el Monasterio de San Xoán de Poio, declarado Bien de Interés Cultura en 1971. La fecha en la que se fundó no está clara, aunque el primer documento referente al monasterio data de mediados del siglo X, en el que se le atribuye la fundación a San Fructuoso, bajo la Orden Benedictina. A finales del siglo XIX, la orden religiosa de la Merced se hizo cargo del convento, en la que siguen hasta la actualidad.
Tras pagar los 2€ del ticket de la entrada, pasamos a ver sus dos claustros y la Iglesia barroca del siglo XVII. Dentro de la iglesia se encuentra el sepulcro de Santa Trahamunda, patrona de la morriña. El primer claustro al que accedimos fue el de las Procesiones, con naves cubiertas con bóvedas de crucería estrellada y una fuente barroca en su jardín. El segundo claustro, el del Cruceiro, nos llamó mucho más la atención, pues tiene un hermoso mosaico, a lo largo de los 200 metros de longitud de sus paredes, del Camino de Santiago Francés. Además, cabe destacar su Biblioteca, el museo de mosaicos y su colección de libros en miniatura en la que está el libro impreso y encuadernado más pequeño del mundo.
El monasterio también cuenta con hospedería. Estuvimos barajando esta opción ya que nos parecía bastante atractivo pasar una noche en un monasterio. El precio de una habitación doble en temporada alta es de 60€ y en temporada baja de 45€ con el desayuno incluido, por lo que tiene un precio bastante interesante. Las reservas se pueden hacer en la web: https://monasteriodepoio.es/
Al salir del monasterio, nos topamos con el hórreo más grande de Galicia con una superficie total de 123,13 metros cuadrados. Estas construcciones, tan típicas de esta comunidad, están destinadas a guardar y conservar los alimentos. Se mantienen elevados sobre pilares para alejarlos de la humedad y de los roedores. Otra peculiaridad más es que permite la ventilación mediante unas ranuras en las paredes.
Combarro
Y tras ver el hórreo más grande, nuestro siguiente destino era el pintoresco pueblo marinero de Combarro, famoso precisamente por su conjunto de hórreos.
Combarro es una parroquia del municipio de Poio que se encuentra a las orillas de la Ría de Pontevedra y que cuenta con algo más de 1500 habitantes. Dejamos el coche en su puerto marítimo, tuvimos suerte ya que no es tan sencillo encontrar plaza al tratarse de un lugar muy turístico.
Llegamos a la amplísima Praza da Chousa que nos da acceso al casco antiguo. En esta misma plaza empezamos a ver los primeros hórreos, pero esto no fue lo que se quedó mirando Rocío, que se detuvo ante lo que parecía ser una estatua a la que observó durante un rato y posteriormente fotografió. Desde la lejanía observé todo esto, intentando mantener la risa, porque no se trataba de una estatua, sino de un mimo. Cuando se lo conté, cambió totalmente el semblante de su cara; cuando volvimos a pasar por esta plaza para marcharnos, tuvo que dejarle alguna monedilla para compensarlo.
Su pequeño casco antiguo está declarado Bien de Interés Cultural. Con sus más de 30 hórreos a orillas de la ría (cerca de 60 por todo el pueblo), casas de granito, calles estrechas, sus cruceiros y sus coloridas plantas, lo convierten en uno de los pueblos más bonitos de toda Galicia. Personalmente, fue el que más me gustó de todos, es precioso. Paseamos por sus calles e hicimos mil fotos, cada rincón nos parecía encantador. Lo interesante llega hasta la Praza da Fonte y, desde ahí, se puede bajar a la Playa de O Padrón. Tuvimos la suerte de visitarlo bastante temprano, por lo que todavía no había muchos turistas. Con un par de horas es suficiente para verlo al completo. Cuando volvíamos hacia la Praza da Chousa, centenares de personas comenzaban a llegar.
El motivo de que hayan tantos hórreos a orillas de la ría de Pontevedra se debe a que, antiguamente, muchas personas trabajan en el campo al otro lado de la ría. Por lo tanto, su medio de transporte era una barca. De esta manera era más sencillo y cómodo guardar los productos que se cosechaban.
O Grove y la Isla de la Toja
Seguimos nuestra ruta hasta O Grove, saltándonos la masificada y conocida ciudad de Sanxenxo. Esta ciudad está situada en la parte sur y final de la Ría de Arousa y es conocida como la Capital del Marisco por celebrarse en ella una de las fiestas gastronómicas más famosas y con más historia de toda Galicia: La feria del Marisco que tiene lugar en la semana del 12 de Octubre.
Con tal presentación, os podéis imaginar a qué veníamos aquí. Durante el día anterior, Rocío estuvo insistiendo para lograr una reserva en un buen restaurante de esta localidad. Es bastante complicado ya que casi todos los teléfonos comunican, pero finalmente lo logró y reservó en la Taberna Lavandeiro.
Nos pegamos un buen homenaje con una mariscada con buey de mar, cigalas, langostinos, berberechos, mejillones, zamburiñas, ostras y navajas. Todo de gran calidad y buenísimo. Lo acompañamos con un par de copas de albariño y finalizamos con una tarta de queso al horno que es de las mejores que me he comido en mi vida y mira que he comido muchísimas. Aunque a decir verdad, todas las tartas de queso que comí en Galicia eran una delicatessen. Además de buen producto, también recibimos un muy buen trato. Salimos por 68€ los dos. Muy buena relación calidad-precio.
Después de esta hartá de comer, fuimos a dar un paseo por la Isla de la Toja, unida a O Grove mediante un puente. Esta isla es famosa por sus baños termales, casinos, campos de golf y sus hoteles de lujo; pero lo que a nosotros nos llamó la atención era la Capilla de San Sebastián del siglo XIX dedicada a San Caralampio y a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros. Yo no había leído nada sobre ella, pero Rocío sí y me puso a prueba preguntándome, a medida que nos acercábamos, si sabía de que estaba hecha la capilla. Desde lo lejos, y con mi miopía, me parecían piedras, luego papel, luego latas y finalmente me di cuenta... eran conchas, toda su fachada estaba recubierta de conchas de vieiras. Por este motivo se le conoce también como la Capilla de las Conchas. Este material actúa como un aislante natural frente a la humedad, es por este motivo que podemos verlo en otras construcciones próximas al mar.
Antes de abandonar O Grove, hicimos una última parada en la Playa de la Lanzada. Se trata de una de las playas más famosas de Galicia y se encuentra en el istmo que une la península de O Grove con tierra firme. Sus cerca de 3 kilómetros de longitud están rodeados por un entorno natural protegido de dunas.
Cambados
Y de la capital del marisco, pasamos a la capital del Albariño. Llegábamos sobre las 17h. a Cambados, famosa por sus bodegas de vino Albariño, de hecho en 2017 fue elegida Capital Europea del Vino. Un pueblo marinero que tiene muchísimo que mostrar con un gran patrimonio histórico situada a las orillas de la Ría de Arousa.
Lo primero que hicimos fue callejear por el casco antiguo. Cambados está lleno de pazos que son antiguas casas señoriales, con escudos nobiliarios en sus fachadas, muy características de Galicia. Muchos de estos pazos se han reconvertido en museos o salones de boda. Aunque no se pueda acceder a su interior, algunos son muy llamativos por su exterior. Pasamos por la Casa das Cunchas, un edificio construido en el siglo XIX decorada con conchas de vieiras en sus paredes, un pequeño homenaje al mar y a los marineros que usaban antiguamente la casa; el Pazo de Fajardo del siglo XVII; la Casa Fariña; el Pazo de Ulloa, un emblemático edificio del siglo XV en el que han vivido distintos personajes importantes a lo largo de los años; y, finalmente, llegamos a las Ruinas de Santa Mariña.
Las Ruinas de Santa Mariña Dozo era una antigua iglesia, de estilo gótico marinero y rasgos renacentistas, construida sobre una capilla románica del siglo XII por orden de Lope Sánchez de Ulloa y que más tarde restauró y amplió su hija María de Ulloa, señora de Cambados y madre de Alfonso III de Fonseca, a finales del siglo XV. Quedó abandonada en el siglo XIX y poco a poco fue quedando en ruinas. Actualmente queda parte de la torre, los arcos de piedra del interior de la iglesia y alguna que otra capilla. Su uso pasó a ser el de cementerio y en él está enterrado el hijo de Valle Inclán que murió siendo un bebé. Los restos de la iglesia fueron declarados Monumento Nacional en 1943 y está adscrito en la Asociación de Cementerios Significativos de Europa. En palabras del escritor gallego Alvaro Cunqueiro, está considerado "el más melancólico camposanto del mundo". Nos pareció un lugar mágico y misterioso.
Al lado de las Ruinas de Santa Mariña se encuentra el Mirador de A Pastora. Unas escaleras que parten desde el Parque de María Castaña llevan hasta la piedra del Calvario, en lo alto del monte. Tiene unas muy buenas vistas la Ría de Arousa y a los preciosos viñedos de Cambados. Cuenta la leyenda que el demonio quiso tentar a Cristo en este lugar y mirando al horizonte le dijo: "Si postrado me adorares, todo cuanto ves te daré, menos Fefiñanes, Cambados y Santo Tomé", que son los tres barrios que conforman Cambados.
Volvimos a bajar a la antigua villa de Cambados y esta vez pasamos por la Casa dos Fraga, un majestuoso edificio convertido en la Biblioteca Municipal; y por el Convento de San Francisco, aunque de este convento queda poco y sobre él se construyó la Iglesia Parroquial de San Francisco. Con esto volvíamos al coche para movernos al barrio de Fefiñanes.
Tocaba el momento de conocer la plaza más famosa de Cambados, la plaza de Fefiñáns. Esta preciosa plaza, que antiguamente albergaba el mercado semanal, está compuesta por el Pazo de Fefiñáns, el Arco-Puente -antiguamente existían cuatro, pero fueron derrumbados 3 para facilitar el acceso al mercado- y la Iglesia de San Benito, un templo de origen románico que fue reformada en el siglo XV y reedificada en el siglo XVII. Durante este verano, había una exposición de Manolo Paz en la plaza titulada "Os mares dos mundos" con 25 toneladas de antiguas redes de pesca convertidas en obras de arte.
Todo el protagonismo de la plaza se lo lleva el Pazo de Fefiñáns. Con forma de L, se trata de un palacio de estilo renacentista del siglo XVI que fue construido por orden de Don Juan Sarmiento Valladares, consejero de Felipe II. El pazo acabó en manos de los marqueses de Figueroa y sus descendientes conservan a día de hoy su titularidad. En 2012 fue declarado Bien de Interés Cultural. En la planta baja del pazo se encuentran dos bodegas: la Bodega Palacio de Fefiñanes (la más antigua de la ciudad) y la Bodega Joaquín Gil de Armada. Y con estas bodegas, no es de extrañar que los preciosos balcones circulares que están en las esquinas del Pazo parezcan que tienen forma de copa de vino.
Desde luego que Cambados nos dio para mucho y eso que nos dejamos el barrio de Santo Tomé, una antigua villa marinera en la que se encuentra las ruinas de la Torre de San Sadurniño, una de las imágenes más icónicas de Cambados. Se trataba de un antiguo bastión que servía de defensa contra los ataques vikingos.
Pontevedra
Todavía nos quedaba una ciudad más por ver. Esta sería nuestra tercera noche en Pontevedra y todavía no habíamos tenido tiempo de visitar la ciudad. Así que, en cuanto llegamos, nos lanzamos a la calle para ir a conocer el casco antiguo de Pontevedra, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1951 y uno de los mejores conservados de España.
Seguimos el camino de las conchas desde nuestro hostal hasta llegar a la Plaza de la Peregrina, donde se encuentra la Capilla de la Virgen Peregrina con esa peculiar planta con forma de vieira. El santuario fue construido en 1778 por el arquitecto portugués Antonio Souto y es el símbolo del Camino de Santiago Portugués. La estatua de Ravanchol se encuentra delante, el "alma del Carnaval de Pontevedra".
¿Y quien era Ravanchol? En la década de los ochenta del siglo XIX, un loro con capacidad de repetir sonidos llegó a las manos del boticario Perfecto Feijoo. El loro comenzó a reproducir rápidamente frases que decía su dueño y pronto se hizo popular y querido por las personas que visitaban la farmacia. Una de sus frases más frecuentes era :"Se collo a vara" (Si cojo la vara) que era lo que decía su dueño cuando le recriminaba por mal comportamiento. Ravanchol llegó a meterse con personajes ilustres de la época como Emilia Pardo Bazán o Eugenio Montero Ríos a los que les dedicó una buena retahíla de insultos. Finalmente, murió un 26 de enero de 1913. Al boticario le llegaron muestras de condolencia desde todos los lugares y los pontevedreses decidieron rendirle un homenaje una semana después en los carnavales. Desde entonces, es el símbolo de los carnavales de Pontevedra, que en 1985 decidieron crear esta estatua justo donde se encontraba la farmacia de Perfecto Feijoo.
Continuamos por la Praza da Ferrería, la plaza más emblemática e importante de la ciudad. Su nombre se debe a las forjas que existían en los soportales antiguamente. A un lado de la plaza se encuentran los bonitos Jardines de Castro Sampedro que dan acceso a la Iglesia de San Francisco que data del siglo XIV. De estilo gótico tardío, dicen que fue fundada por San Francisco de Asís, que paró en Pontevedra a su paso por el Camino de Santiago Portugués.
Era la hora de cenar, había muchísimo ambiente en las calles. Decidimos probar suerte en la calle Figueroa, una de las calles más famosas por sus taperías. Tras esperar un poco, logramos que nos dieran mesa en la Taberna de Félix. Pedimos un pulpo a feira, unos pimientos de padrón (que unos pican y otros no), croquetas caseras y berberechos. Las raciones eran abundantes y de buena calidad. Para beber tomamos un par de copas de albariño y rematamos con una tarta de queso. Salimos por 40€ los dos. Muy buena atención y buena comida.
Con esta primera toma de contacto con Pontevedra volvíamos a nuestro hostal para dormir.
Al día siguiente nos levantamos temprano para terminar de ver la ciudad antes de abandonarla. Dejamos el coche en el parking que se encuentra en el mercado de abastos e hicimos un recorrido a pie por sus preciosas calles empedradas. Muy cerquita se encuentra la Praza da Pedreria, su nombre se debe a las actividades de talla de piedra que se desarrollaban antiguamente en este lugar, en ella se encuentra el Pazo de Mugartegui.
Seguimos nuestro camino hasta llegar al Convento de Santa Clara que data del siglo XIII y de estilo gótico. Pasamos por la Iglesia de San Bartolomé para llegar a la plaza más pintoresca y con más encanto de toda Pontevedra: la Praza da Leña. Y con este nombre y, tras contar de donde viene el nombre de las otras plazas, os podéis imaginar que aquí se trabajaba con la madera. En frente de esta plaza presidida por un cruceiro, se encuentra el Pazo de Castro Monteagudo.
Pasamos por la calle Figueroa, en la que cenamos la noche anterior, y volvimos a ver la Praza da Ferraria y la Plaza de la Peregrina. Seguimos por la bonita calle de los soportales y pasamos por la Casa das Compas, de la que dicen que es la casa más antigua de la ciudad, el Teatro Principal y la Capilla del Nazareno. De esta manera llegamos a la Praza do Teucro que se encuentra rodeada de casas nobles. La plaza está dedicada al arquero griego Teucro que, según cuenta la leyenda, fundó la ciudad de Pontevedra.
Y con esto finalizamos nuestra visita a esta bellísima ciudad y nos despedíamos de las Rías Baixas. De Pontevedra nos quedaron varias cosas pendiente como la Basílica de Santa María la Mayor, las Ruinas de Santo Domingo, el Parador Casa do Barón, la Praza da Verdura o la Plaza de Méndez Núñez. Así que ya tenemos motivo más que suficientes para volver.
Regístrate para comentar