Después de un verano algo atípico debido a la pandemia del covid, tuvimos que improvisar un poco nuestras vacaciones. Nuestro viaje principal fue a Galicia, pero como desde Valencia hay un gran trecho, planificamos una ruta para conocer algunos de los pueblos más bonitos de Castilla y León y así alargar nuestras vacaciones. Nos sorprendió gratamente e incluso algunos lugares nos enamoraron. Esta comunidad, que tanto padece de la España vacía, tiene un grandísimo patrimonio y lugares preciosos que no sufren tanto la masificación turística.
A la ida a Galicia, como estábamos frescos, decidimos hacer una única parada en Puebla de Sanabria. Fue a la vuelta donde pusimos toda la carne en el asador y exprimimos al máximo los 4 días que dedicamos a nuestro regreso a casa por tierras castellanoleonesas: Las Médulas, Astorga, Urueña, Pedraza, Sepúlveda, Maderuelo, Ayllón y Medinaceli. Ese fue nuestro orden. Exceptuando Astorga y Las Médulas, que es un paraje natural, todos están inscritos en la lista de Los Pueblos Más Bonitos de España.
Puebla de Sanabria
Llegamos a este precioso pueblo zamorano sobre las 16h de la tarde. Lo primero que hicimos fue dejar las maletas en nuestro alojamiento: Hostal Carlos V. Totalmente recomendado. Nuestra habitación estaba genial, con una comodísima cama y todas las necesidades del mundo. Además, había que sumarle las bonitas vistas al pueblo. El desayuno, que no suele estar incluido, era tan completo que con uno tuvimos para los dos. En total nos salió por 66.50€ sumando el desayuno.
Rodeado por el río Tera y el río Castro, esta villa medieval amurallada fue de gran importancia a nivel defensivo al situarse en un punto estratégico en la frontera con Portugal. Su casco antiguo está declarado Conjunto Histórico gracias al patrimonio arquitectónico y monumental que ha dejado el paso del tiempo. Sus casas de piedra, algunas con escudos nobiliarios en sus fachadas, tejas de pizarra, balcones de madera y sus calles empedradas adornadas con bonitas y coloridas flores hacen que pasear por ellas sea el mayor atractivo de Puebla de Sanabria.
Subimos por la empinada calle Costanilla hasta llegar a la bonita Plaza Mayor donde se encuentra algunos de los edificios más emblemáticos como la Iglesia de Santa María del Azogue del siglo XII; la Casa Consistorial del ayuntamiento construido en mampostería con dos plantas porticadas y dos torres gemelas en los extremos; o la Ermita de San Cayetano del siglo XVIII.
Un poquito más arriba se encuentra el Castillo de los Condes de Benavente. Su acceso cuesta 3€ y su visita nos pareció muy interesante. De planta cuadrangular, esta fortaleza del siglo XV ha sufrido numerosas batallas contra los portugueses hasta tal punto que en el siglo XVIII estaba en un avanzado estado de deterioro. Fue a finales del siglo XIX cuando pasa a manos del ayuntamiento y se vuelve a reacondicionar para dotarlo de nuevos usos devolviendo a la fortaleza todo su esplendor. Destaca su Torre del Homenaje, conocida popularmente como "el Macho" que acoge el Centro de Interpretación de las Fortificaciones. En el ala Este del recinto se encuentra la Casa de la Cultura que tiene salón de actos, biblioteca y sala de exposiciones. Una de las cosas que más nos gustó fueron las vistas desde sus torres.
Bordeamos las murallas de la puebla por el interior. Habían numerosas terrazas con vistas magnificas, así que aprovechamos para descansar un momento y contemplar como una pequeña multitud de personas se bañaban a las orillas del paseo fluvial del río Tera. El resto de la tarde la aprovechamos para callejear cada rincón. Era un pueblo muy fotogénico con muchísimo encanto.
Al llegar la noche, que por cierto refrescaba bastante, cenamos en el restaurante El Botánico. Pedimos unas croquetas caseras de jamón y queso, pan de ajo y un pulpo a feira; para beber 3 cervezas y una Coca-Cola. Salimos por 31.80€ los dos. El lugar estaba bien, pero echamos en falta platos más típicos de Zamora como la cecina por ejemplo.
Al día siguiente, antes de irnos, nos pasamos por la estación de trenes. El edificio es un claro ejemplo de arquitectura de la zona con amplios sillares de piedra y tejados de pizarra negra. Tiene una serie de arcos de medio punto y columnas bastante llamativas. Sin duda, es una de las estaciones de trenes más bonitas que hemos visto en España.
Con esto finalizaba nuestra visita al primer pueblo de Castilla y León. Si hubiéramos tenido algo más de tiempo, habríamos ido a ver el Lago de Sanabria, el mayor lago natural de la Península Ibérica que además tiene origen glaciar.
Las Médulas
En nuestro regreso hacia Valencia, la primera parada que hicimos nada más salir de Galicia fue en las Médulas. Situado en la comarca de El Bierzo, es uno de los entornos paisajísticos más asombrosos y singulares que se puedan contemplar. De hecho, está declarado Bien de Interés Cultural, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, Monumento Natural y Espacio Cultural.
Para llegar hay que ir hasta la localidad de Carucedo y, desde allí, seguir las indicaciones hacia Las Médulas. El camino se complica un poco en el pueblo de Orellán por la estrechez de la carretera, pero al salir, en seguida se llega al parking del Mirador de Orellán, punto de partida para la mayoría de las actividades. Después, hay que seguir a pie la carretera privada que te lleva hasta el mirador. El camino es cuesta arriba y si se hace en horario donde más pega el sol, como hicimos nosotros, cansa un poquito, pero no tiene mayor dificultad.
Las Médulas fue la mayor mina de oro del Imperio Romano explotada a cielo abierto. Se calcula que alrededor de 5.000 kilos de oro fueron extraídos de estas tierras. Para hacerlo, los romanos usaron el sistema conocido como Ruina Montium que se basa en reventar la montaña con la fuerza del agua. Para ello, construyeron una red de canales de más de 300 kilómetros para canalizar el agua de los riachuelos y almacenarla en la parte superior de la explotación para posteriormente introducirla a presión por galerías sin salida. Esto provocaba que la montaña se deshiciera arrastrando las tierras auríferas hasta los lavaderos donde ya se extraía el oro. El Lago de Carucedo se formó tras estas explotaciones y las montañas quedaron reducidas a picos arcillosos de color rojizo que reciben el nombre de picachos.
Los picachos es lo que se puede contemplar desde el mirador de Orellán, una imagen que parece sacada de otro planeta y que nos recordó a lugares tan curiosos como Bryce Canyon (Estados Unidos). Existen varias rutas circulares para recorrer el entorno, pero nosotros no hicimos ninguna por falta de tiempo. Lo que sí que hicimos fue visitar las Galerías de Orellán. El acceso a la galería cuesta 3€ y te equipan con un casco ya que hay zonas donde el techo es bastante bajo. Recorrimos unos 100 metros de un antiguo conducto cuya función era transportar el agua por el interior para reventar la montaña. Finaliza en un balcón natural sobre uno de los picachos, aunque las vistas desde aquí no son nada del otro mundo, las mejores son las del mirador.
Astorga
Llegamos sobre las 18h a Astorga dispuestos a exprimir al máximo nuestra visita. Dejamos el coche en el Parque del Melgar. Desde ahí, nuestra primera impresión de esta ciudad de origen romano no podía ser mejor. Sobre los pies de la antigua muralla veíamos casi boquiabiertos como sobresalía un palacio que parecía sacado de un cuento Disney, el Palacio Episcopal; y, junto a él, la parte trasera de una catedral que prometía.
Como íbamos con el tiempo muy limitado, fuimos directamente a la Catedral, dedicada a Santa María y que data del siglo XIV, aunque tiene su origen ya en el siglo III. El templo es un fiel reflejo de la historia de Astorga, es por ello la mezcla de estilos que presenta desde el gótico tardío, pasando por el renacimiento y barroco y terminando con el neoclásico. Lo primero que nos llamó su atención fue su fachada: su monumental, gigantesca e imponente fachada. Con un retablo barroco en piedra y dos esbeltas torres gemelas que se unen con el cuerpo central por medio de bonitos arbotantes. La entrada para ver el templo por dentro nos costó 6€ por persona, incluía audioguía con el móvil y acceso al museo, catedral y claustro. Lo que mas nos gustó fue el retablo mayor, una obra maestra del renacimiento español de Gaspar Becerra en el que se representa la vida de Cristo y la Virgen María. El coro es otro de sus elementos importantes, con sillería renacentista de nogal sin policromar. Por último, otra cosa que nos llamó la atención, fue el curioso reloj de sol y luna que marca las 24 horas del día y las fases de la luna.
Entre la Catedral y el Palacio se encuentra la Iglesia de Santa Marta y la Capilla de San Esteban. Entre estas dos construcciones, que están contiguas, hay una ventana por la que antiguamente se introducían las mujeres para emparedarse voluntariamente hasta su muerte, una costumbre que apareció en el siglo XIV.
Siguiente visita, el Palacio Episcopal, que desde 1962 es el Museo de los Caminos, dedicado al Camino de Santiago. La entrada nos costó 5€ a cada uno y también incluye audioguía, aunque estábamos tan cansados de la anterior que preferimos no escucharlo. ¿Quién pudo proyectar semejante palacio neogótico? Nada más y nada menos que el genio Antonio Gaudí. Todo lo que hizo este hombre me llama la atención, no puedo negar mi admiración hacia él. Todo lo que proyectó parece sacado de un cuento de fantasía. Resulta que Joan Baptista Grau i Vallespinós, obispo de Astorga a finales del siglo XIX, encargó a su paisano, Antonio Gaudí, la proyección del Palacio Episcopal. Tras la muerte del obispo, Gaudí se vio obligado a dimitir por discrepancias con el cabildo. Finalmente, la obra la retomó el arquitecto Ricardo García Guereta y se finalizó en 1913 con variaciones respecto al proyecto original.
Y si por fuera es precioso, por dentro no se queda corto. Un palacio con salón de trono incluido, aunque el salón más bonito de todos es el que ocupa la capilla. Goza de gran riqueza ornamental con mosaicos de cerámica y vidrieras que aportan una gran luminosidad. Por fuera lo rodean unos hermosos jardines en el que nos encontramos con unas figuras angelicales, creadas también por Gaudí, que iban a coronar el palacio.
Seguimos nuestra ruta exprés hacia la Playa Mayor. Por el camino, vimos varias fachadas con murales pintados muy chulos. Destacaba uno sobre las guerras napoleónicas y otro dedicado a las cajilleras de mantecadas, un oficio que se ha ido perdiendo con los años y que era realizado por las mujeres que se encargaban de hacer las cajillas de papel para las mantecadas, el dulce más famoso de la ciudad.
La Plaza Mayor es una plaza cuadrangular porticada que se podría decir que tiene más de 2000 años ya que se asienta sobre el antiguo foro romano de Asturica. El Ayuntamiento es el edificio más representativo y preside la plaza con sus dos bonitas torres y una espadaña central donde se encuentra el reloj y la campana acompañada de Juan Zancuda y Colasa, dos figuras vestidas de maragatos que marcan las horas.
Ya con la noche encima, nos disponíamos a buscar un sitio para cenar. Terminamos en el Bar Restaurante Blas, un lugar que recomendamos tanto por la calidad de la comida como por el buen trato que recibimos. Además de las mantecadas, en Astorga también es muy famoso la cecina y el chocolate y aquí tenían la combinación perfecta: cecina marinada con aceite de oliva y virutas de chocolate y queso. Estaba espectacular. También pedimos una presa ibérica buenísima. La acompañamos con una copa de vino y una cerveza; y rematamos con una tarta de queso. Costó 45,20€.
Para dormir fuimos al Hostal Juli que se encuentra en San Justo de la Vega, un pueblo que está pegado a Astorga. La habitación doble salió por 45€. Una opción económica, pero sin mucho que destacar. Al ser un restaurante con alojamiento, había bastante ruido por la noche.
Urueña
Abandonamos la provincia de León para pasar a la de Valladolid. Llegamos por la mañana a Urueña, una pequeña villa de menos de 200 habitantes que conserva gran parte de su muralla medieval. El pueblo se encuentra casi en su totalidad dentro de las murallas, por lo que se mantiene en un perfecto estado de conservación que le ha valido para que fuera declarado Conjunto Histórico en 1975.
Además, fue la primera Villa del Libro en España (actualmente existe otra más en Cataluña). Esta propuesta de turismo cultural es la que le ha dotado de mayor encanto pues cuenta con más de una decena de bibliotecas, la mayoría de ellas especializadas en alguna temática concreta. Muchas están decoradas en su exterior con letras u objetos decorativos vintage relacionados con los libros. Y si no fuera suficiente esta oferta, también dispone de 5 museos destacando sobre todos ellos el centro e-LEA Miguel Delibes, un espacio para la lectura, escritura y sus aplicaciones.
El pueblo, al ser tan pequeño, se ve muy rápido. Una laguna se encuentra a la entrada de la villa; se trataba del antiguo foso que tenía la función de recoger agua y abastecer a la población. Dimos un paseo tanto por sus murallas como por sus calles, entrando en algunas librerías muy llamativas. De hecho, algún libro compramos para regalar. Desde sus murallas se divisan los campos de Castilla y los días claros se puede llegar a ver la Sierra de la Culebra de Zamora y el monte Teleno de León. El castillo, que se encuentra en una esquina del pueblo, ha sido transformado en un cementerio y, antiguamente, servía como línea fronteriza entre los reinos de Castilla y León. La Iglesia de Santa María del Azogue se encuentra junto a la Puerta del Azogue; de estilo renacentista y con elementos góticos, data del siglo XVI. Visitamos también el centro e-LEA Miguel Delibes, el precio de la entrada son 2€ y pudimos ver una exposición bastante interesante que mostraba y explicaba los diferentes elementos y utensilios que han formado parte de la historia de la lectura y la escritura.
Para comer nos costó un poco encontrar un lugar, pues no son muchos sus restaurantes y todos estaban al completo. Se necesitaba reserva. Es increíble lo bien que se lo ha montado Urueña con el turismo para tenerlo casi todo completo y tratándose de una villa con tan pocos habitantes. Finalmente, en la misma plaza principal, la Plaza Corro de San Andrés, nos pudimos sentar en una mesa de la terraza del Mesón Villa de Urueña. Pedimos cecina, tabla de quesos, revuelto de morcilla, croquetas caseras, 3 cervezas y un café. El precio total fue de 28.70€. Relación calidad-precio buena, pero la atención no lo fue tanto ya que estaban un poco desbordados.
Antes de abandonar esta Villa del Libro, fuimos a visitar la Ermita de la Anunciada que está fuera del recinto amurallado, a unos escasos kilómetros del poblado. Esta ermita, de siglo XI, es el único ejemplar completo en estilo románico lombardo de origen catalán de toda Castilla y León. El templo estaba cerrado, pero la visita no fue en en balde ya que desde aquí se puede tener una panorámica excepcional de Urueña y su muralla.
En nuestra opinión, lo más bonito de Urueña fueron sus murallas, la Ermita de la Anunciada y la tematización por ser Villa del Libro. Pero luego, lo que fue el interior del pueblo, no nos llamó tanto la atención.
Pedraza
La tarde la dejamos para conocer Pedraza, un hermoso pueblo medieval amurallado segoviano situado a 2 horas de Urueña. Con a penas 400 habitantes, la villa luce en todo su esplendor con un gran estado de conservación gracias a las tareas de rehabilitación que provocaron que se declarara Conjunto Histórico en 1951.
Entramos con el coche por la Puerta de la Villa, único acceso al recinto que sirve tanto de entrada como de salida. La puerta todavía conserva los portones de álamo negro originales y junto a ella se encuentra un torreón defensivo del siglo XIII que fue usado como cárcel y que se puede visitar por 3€. Nosotros, por falta de tiempo, ya que se trata de una visita guiada de una media hora, no pudimos verla.
Siguiendo las indicaciones, se llega hasta el parking que se encuentra en las inmediaciones del Castillo. No hay forma de perderse ya que es la única calle habilitada para el tránsito de vehículos. Pedraza se encuentra en un punto estratégico entre dos cerros con la Sierra de Guadarrama como telón de fondo y rodeada por los ríos Cega y Vadillo. Su castillo se eleva sobre lo que antiguamente fue un castro prerromano. Esta fortaleza fue construida en el siglo XIII, aunque podría tener un origen anterior ya que se cuenta que en él se refugió el Califa de Córdoba Abderramán III. Su aspecto actual lo aportó la familia Velasco, Condestable de Castilla y Señores de la villa desde el siglo XV hasta el XIX, cuando se abolieron los señoríos en el Reino de España.
Finalmente, en 1926, el castillo fue adquirido por el pintor Ignacio Zuloaga y actualmente es la residencia de sus herederos. Es visitable de forma guiada de miércoles a domingo con un precio de entrada de 7€ y el horario de cada visita suele estar indicado en la puerta de entrada. Llegábamos justo a tiempo al inicio de un nuevo pase. En la visita nos mostraron el patio de armas, el aljibe y el Museo de pinturas de Zuloaga. Nos gustó bastante y jamás me hubiera imaginado que me encontraría allí con uno de los cuadros más famosos de Zuloaga, el retrato de Manuel de Falla que aparecía en los antiguos billetes de 100 pesetas.
Al salir del Castillo, pasamos por la Iglesia de Santa María que se encuentra actualmente en ruinas. Dentro había una exposición de antigüedades que estaban en venta. Seguimos andando por sus preciosas calles empedradas con casas blasonadas que nos indicaban el nivel de importancia que logró tener la villa. El mayor apogeo de Pedraza llegó en el siglo XVI con un destacado papel en la industria textil europea. Recorrer sus calles era como retroceder en el tiempo, todo está cuidado con mucho mimo para que siga desprendiendo ese aire medieval. Además, son muchas las casas que estaban decoradas con vistosas macetas que le otorgaban una mayor belleza.
Salimos a la Plaza Mayor, una plaza castellana de forma irregular con casas porticadas, creada para que las familias nobles de Pedraza disfrutaran desde sus balcones de los festejos taurinos que han tenido lugar desde 1550. Para muchos está considerada una de las plazas más bonitas de España y no le falta motivos, a nosotros nos encandiló. La Iglesia de San Juan Bautista la preside con su torre románica de doble arquería. El edificio del Ayuntamiento se encuentra al lado del templo. Pudimos entrar ya que en su planta superior suele haber exposiciones gratuitas. De esta manera, pudimos ver la plaza desde su balconada.
Continuamos recorriendo cada calle de Pedraza, el pueblo es pequeño y se ve rápidamente. Hay muchísimos lugares con encanto y nos parábamos cada poco rato para hacer una foto. Nos enamoró el pueblo. Nos pareció el más bonito de todos los que vimos en este viaje por Castilla y León.
Buscamos un lugar para cenar. En Pedraza hay dos platos típicos que son el cochinillo y el lechazo. De hecho, mucha gente de Madrid, viene a comer el fin de semana para degustar semejante manjar, pero por la noche no pega al ser comida demasiado contundente. Cenamos en "El Corral de Joaquina" y pedimos una ensalada de perdiz y chorizo frito, para beber dos refrescos y de postre una tarta de la casa. Salimos por 34,50€.
Y con esto finalizaba nuestra visita a Pedraza. Teníamos el alojamiento en el Hostal Rural Peñas que se localiza en La Velilla, una diminuta localidad que pertenece a Pedraza. La habitación doble costó 55€ y estaba incluido un desayuno completísimo. Una muy buena opción al estar a un simple paso de Pedraza.
Sepúlveda
Unos 25 minutos separan Pedraza de Sepúlveda, nuestro siguiente destino. Salimos pronto del alojamiento para aprovechar al máximo el día. De camino, nos detuvimos en el Mirador de Zuloaga que tenía unas vistas envidiables a Sepúlveda. Se podían divisar prácticamente todos los puntos importantes de esta villa segoviana que está en un entorno privilegiado: el Parque Natural de las Hoces del Río Duratón. Al igual que Pedraza, fue declarado Conjunto Histórico en 1951.
Dejamos el coche en el parking que se encuentra justo a la entrada de Sepúlveda, solo los locales pueden acceder con el vehículo dentro. Caminando por la Calle de los Fueros llegamos a la Casa del Parque de las Hoces del Río Duratón, situado sobre lo que era la Iglesia de Santiago, un antiguo templo románico que se rehabilitó para tal fin. Siguiendo el camino se llega a la Plaza del Trigo, donde se encuentra la Oficina de Turismo y la Antigua Cárcel. La Cárcel es visitable y con el tema del covid solo se puede hacer en grupos reducidos por lo que hay que pedir turno en la Oficina de Turismo. Nosotros pudimos visitarla, el precio es de 3€ por persona. El edificio era la antigua Casa del Concejo y su planta inferior y superior estuvieron siempre destinadas a prisión. En la inferior se encontraban los calabozos y en la última planta las celdas de hombres, la celda de mujeres (una única celda para todas), los baños y el cuarto de guardias. El 24 de diciembre de 1984 fue la última vez que esta prisión tuvo presos alojados.
A continuación llegamos al punto neurálgico de la villa: la Plaza Mayor. Esta plaza rectangular y parcialmente porticada tiene la peculiaridad de encontrarse fuera de lo que era el recinto amurallado. Un edificio barroco del siglo XVIII, que antiguamente fue sede del Ayuntamiento, preside la plaza. Tras él se levantan los torreones de la antigua muralla árabe y que, a su vez, formaban parte del castillo. En el torreón central se alza una espadaña con dos campanas, una de las cuales toca cada día el "Toque de Queda" con 33 campanadas que anunciaban, antiguamente, el cierre de las puertas de la muralla. Quien iba a decir que en la actualidad volvieran a tener casi el mismo significado.
Pasamos al otro lado de la muralla por la Puerta del Ecce-Homo, o del Azogue como también es conocida; una de las 7 que todavía quedan en pie. Seguimos las indicaciones hacia la Iglesia de El Salvador. Un sendero de piedra escalonado llevaba hasta la parte alta de la villa donde se encuentra el templo. Declarada Bien de Interés Cultural, esta iglesia es la construcción románica más antigua de Segovia datándose del siglo XI. Toda una joya. Además, cada tercer domingo de mes se celebra la misa de la "Minerva", una tradición de tiempos medievales en la que la cofradía del Corpus Christi recorre en procesión los bonitos pórticos del templo al sonido de los redobles del tambor. Tuvimos la suerte de poder presenciarlo, toda una casualidad que justo fuera el tercer domingo del mes.
Seguimos paseando por la calle Santos Justo y Pastor, nombre que recibe por estar allí el templo románico de nombre homónimo, declarado Monumento Nacional. Actualmente alberga el Museo de los Fueros donde se expone la historia de la villa y te explican la importancia de los Fueros de Sepúlveda de la Edad Media. Ese día estaba cerrado por lo que nos quedamos sin verlo. Siguiendo el camino sin desviarse, llegamos al Santuario de Nuestra Señora de la Peña, otra iglesia románica muy parecida a la de El Salvador. En ella se guarda la imagen de la patrona de Sepúlveda. Este templo tiene un valor añadido ya que está situado sobre una de las hoces del Río Duratón. En la parte trasera hay un mirador donde se puede contemplar las primeras hoces del río y además una panorámica de Sepúlveda.
Con esto dábamos por finalizada nuestra visita, volvíamos a la Plaza Mayor para tomar un refresco y volver a emprender nuestro camino.
Maderuelo
Llegábamos para comer a Maderuelo, otra villa medieval declarada Conjunto Histórico que está a 30 minutos de Sepúlveda. Un poquito antes de llegar se encuentra la Ermita de Castroboda del siglo XVIII y que alberga la imagen de la patrona del pueblo.
Sobre lo alto de una colina y rodeado por el río Riaza se encuentra esta pequeña y bonita localidad que da la bienvenida con la Puerta de la Villa, la entrada emblemática de Maderuelo. El arco de medio punto todavía conserva las gruesas puertas de madera del siglo XV que daban la entrada al recinto amurallado.
Antes de llegar a la puerta, hay un espléndido mirador hacia el río Riaza y el embalse de Linares del Arroyo. Este pantano construido en la época de Franco, cubrió el pueblo de nombre homónimo. En época de sequía, se puede llegar a ver el antiguo Puente Viejo de la época romana semienterrado por el lodo que unía el pueblo con la ermita de la Veracruz. Actualmente, hay un puente nuevo que cruza por encima del río. En nuestra visita, llevaba bastante agua por lo que el antiguo puente estaba totalmente cubierto.
Habíamos reservado para comer en la Posada del Medievo, situada nada más cruzar la Puerta de la Villa. Siempre es aconsejable reservar en estos pueblos segovianos ya que mucha gente de Madrid viene a comer y la mayoría suelen estar completos. Pedimos una ración de torreznos, un entrecot de buey, unas chuletillas lechales, 4 cervezas y una tarta de queso. El precio 73€ en total. Tengo que decir que todo estaba buenísimo, hacía mucho tiempo que no me comía unas chuletillas como esas, pero el precio nos pareció algo elevado.
Nos disponíamos a ver ahora el interior de Maderuelo, casi totalmente solos por las horas que eran. La villa se ve muy rápidamente ya que apenas son dos calles. El encanto medieval se conservaba, pero había un pequeño detalle que lo ensuciaba: la cantidad de coches aparcados dentro de la villa. Para ser un pueblo tan pequeño, creo que este tipo de cosas se podría evitar ya que de punta a punta son prácticamente 5 minutos andando. Pensamos que el pueblo podría ganar muchísimo más si cuidara este tipo de detalles.
Al pasar la Puerta de la Villa se encuentra la Plaza de San Miguel; una pequeña escalinata sube hasta la ermita de mismo nombre. Este templo de estilo románico formaba parte de los muros defensivos. El antiguo torreón se incendió y terminó convirtiéndose en vivienda. Un poco más adelante se encuentra la Plaza del Baile rodeada de casas de finales del siglo XVIII. El ayuntamiento se localiza en un lateral del pueblo, fue la antigua cárcel. La Iglesia de Santa María del Castillo se alza en la plaza más amplia. Su imponente espadaña es del siglo XVIII y cuenta con 5 campanas. Sus diversas remodelaciones la han enriquecido con una gran variedad de estilos, de hecho conserva restos de estilo Califal y en sus muros hay materiales procedentes de las antiguas trece iglesias y conventos de la villa. En la parte final de la villa está la Plaza del Castillo, de la fortaleza solo queda un torreón medio derruido y un aljibe subterráneo.
Cruzamos el puente nuevo para ir a ver la Ermita de la Veracruz. Eran bastante las personas que estaban en sus alrededores disfrutando de un día soleado y dándose un baño en el río. Para visitar la ermita tuvimos que llamar a la oficina de turismo y un guía quedó con nosotros para abrírnosla y mostrárnosla. Nos cobró 1€ a cada uno por la visita. Esta joya de ermita templaria del siglo XI está declarada Monumento Nacional desde 1924 porque en ella se albergaba uno de los frescos románicos más completos de España. Hablo en pasado porque, tras la construcción del embalse, decidieron trasladar estos frescos al Museo del Prado para poder protegerlos de posibles inundaciones. Actualmente queda la impronta y una trabajada réplica de 2009.
Estuvimos pasando un agradable rato con el guía de la oficina de turismo y nos estuvo contando muchos detalles de Maderuelo. Si hubiéramos dispuesto de más tiempo nos habría encantado hacer una visita guiada con él por el pueblo. Con esto despedíamos Maderuelo y marchábamos hacia Ayllón.
Ayllón
20 minutos separan a Maderuelo de Ayllón, último pueblo de Segovia que veríamos. Por esta villa pasaron los celtíberos, romanos, godos, visigodos, árabes y cristianos; y por sus calles han paseado numerosos reyes como Alfonso VI, Alfonso VII, Alfonso VIII, Fernando III, Fernando IV o Juan II y personajes ilustres como el Cid Campeador, San Francisco de Asís, San Vicente Ferrer o Santa Teresa de Jesús. Por eso no es de extrañar que su lema sea "Ayllón, Historia y Arte" y que fuera declarado Conjunto Histórico en 1973.
El alojamiento que teníamos para ese día estaba en el mismo pueblo: el Hotel Rural El Adarve. Fue al primer sitio al que nos dirigimos para soltar las maletas. Nos pareció super bonita nuestra habitación, con un amplio balcón con vistas a la Torre Martina, un torreón que formaba parte del antiguo castillo situado en lo alto de un cerro donde estuvieron los primeros asentamientos del poblado. La habitación doble costó 66€ sin desayuno.
Llegamos justo a tiempo para visitar la Iglesia de Santa María la Mayor, único templo de la villa donde se sigue celebrando el culto. El templo de finales del siglo XVII, con planta de cruz latina y de estilo barroco, destaca sobre todo por su enorme espadaña de 40 metros de altura que es vista casi desde cualquier punto de Ayllón. Este fue el único edificio que pudimos visitar por dentro ya que, a pesar del gran y rico patrimonio de Ayllón, casi todo está en manos privadas.
Del templo pasamos a la Plaza Mayor, centro neurálgico y punto con más encanto de Ayllón. La plaza, rodeada de casas porticadas con pilares de madera y con numerosos restaurantes, está estructurada de manera uniforme. En ella destacan el Ayuntamiento y la antigua Iglesia de San Miguel. El ayuntamiento fue el antiguo palacio de los marqueses de Villena, construido en el siglo XVI, que fue devorado por un incendio en el que solo se salvó su fachada. La Iglesia románica de San Miguel, que fue el principal templo del pueblo, es hoy la oficina de turismo. Su elemento más representativo es la balconada que está de cara a la plaza para que los miembros del cabildo eclesiástico pudieran asistir a los festejos taurinos. En el centro de la plaza se encuentra una fuente con cuatro caños de estilo romántico construida en el año 1892.
Para terminar el día, cenamos en la misma plaza, en el Gastrobar Kexua. Pedimos 2 cañas; unas croquetas de ibérico; una hamburguesa de ternera con queso cheddar, cebolla caramelizada, huevo, tomate deshidratado y pepinillos; y una tosta con huevo, tomate, anchoa e ibérico. El precio fue de 24.40€ en total. Quedamos bastante satisfechos.
Al día siguiente, tras tomar el desayuno en la plaza, salimos a extramuros para ver el arco medieval que daba la entrada a la villa y que es el único que queda hoy en día de los 3 que hubieron. Justo antes del arco, se encuentra el Palacio de los Contreras, declarado Bien de Interés Cultural. En su fachada isabelina se puede apreciar un cordón franciscano esculpido en piedra con 3 escudos y bajo ellos una inscripción que indica: "Reinando en Castilla y Aragón los más altos príncipes don Fernando y doña Isabel esta casa mandó hacer el muy virtuoso fijodalgo Juan de Contreras en el año MCCCCXCVII". El arco medieval luce un voluminoso matacán y los escudos de los marqueses de Villena. Tras cruzar la puerta, atravesamos el puente romano que cruza por el río Aguisejo, para posteriormente, deshacer todo el camino realizado.
Nos disponíamos ahora a subir el cerro. Llegar no tiene perdida, todos los caminos que suben llegan hasta el Paseo de las Bodegas, unas cuevas excavadas en roca que están algo abandonadas. Desde ahí, unas escaleras nos llevan hasta lo alto. En la cima destaca la estatua del Cristo del Sagrado Corazón que es vista desde toda la villa al igual que la Torre de la Martina. Las vistas son impresionantes, teníamos toda Ayllón a nuestros pies. También se encuentran allí los paradones de la antigua muralla árabe y las ruinas de la iglesia de San Martín.
Con esto volvíamos a nuestro alojamiento para recoger las cosas y continuar con nuestra ruta. Por el camino pasamos por el Antiguo Convento de las Madres Concepcionistas que, cómo no, está hoy en manos privadas y no se puede visitar.
Medinaceli
De camino a Medinaceli, último pueblo de nuestra ruta ya en la provincia de Soria, pasamos por San Esteban de Gormaz y nos llamó muy gratamente la atención. Así que nos lo hemos dejado apuntado para otro viaje.
El origen de Medinaceli viene de Occilis, un antiguo asentamiento celtíbero que posteriormente ocuparon los romanos dejando en la villa su elemento más representativo con el que nos dio la bienvenida: su Arco Romano. Este arco, que data del siglo I, daba acceso al recinto amurallado y es el único de triple arcada de toda la península Ibérica. La villa fue frontera entre cristianos y musulmanes, siendo lugar estratégico del valle de Jalón. Actualmente, con poco más de 700 habitantes, está considerada Conjunto Histórico.
Tras ver el arco de todas las maneras posibles, fuimos a visitar la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción antes de que cerrara. La villa contaba, antiguamente, con una docena de parroquias que el duque de Medinaceli solicitó al Vaticano unificarlas en una sola, la de Santa María, sobre la que se levantó la Colegiata. Su torre, que es vista prácticamente desde todo el pueblo, tiene un cierto aire a las arquitecturas de las mezquitas. En su interior, destaca la talla de madera del Cristo de Medinaceli del siglo XVI que se encuentra tras la reja gótica del altar.
Hicimos una parada para comer. Entramos dentro del Restaurante el Aljibe. Pedimos unas sardinas ahumadas para compartir y luego un plato principal cada uno: magret de pato por un lado y atún en soja por otro. De postre una tarta de queso. Con la bebida costó todo 55.60€. Algo elevado de precio para tratarse de un pueblo, pero estaba todo bastante bueno.
Continuamos nuestra visita por las laberínticas calles de Medinaceli hasta llegar a la Plaza Mayor. La plaza, cerrada y porticada, impresiona por sus dimensiones y se ubica sobre lo que era el antiguo foro romano. En ella destaca La Alhóndiga y el Palacio, de estilo renacentista, de los Duques de Medinaceli. La Alhóndiga es una construcción del siglo XVI de dos plantas de arquería de medio punto; en la planta alta se reunía el Concejo y la planta baja servía de almacén y comercio del grano y otros productos.
Salimos a la Plaza del Beato Julián, nombre que recibe por la ermita que se construyó sobre la casa natal del beato. En la parte sur de la plaza, ya al final, se encuentra la Puerta Árabe, aunque sus cimientos son romanos. La puerta también es conocida como la del Mercado ya que permanecía abierta los días feriados. Continuamos el camino hasta llegar al Castillo, al que no se podía acceder. Su construcción data del siglo XIV y se aprovechó parte de la Alcazaba árabe sobre la que se cuenta que vino a morir el canciller del Califato de Córdoba Almanzor. Finalmente salimos a la Plaza de San Pedro, donde se conserva en el subsuelo un bonito mosaico romano que se puede observar bajando por unas escaleras.
Fuimos a la otra punta del pueblo para ir al Convento de las Hermanas Clarisas de Santa Isabel. Las monjas que viven en este convento tienen un gran reclamo: sus galletas artesanas. No hay que irse de Medinaceli sin probarlas. Nosotros compramos un paquete de la especialidad, estaba deliciosas. Cerca de aquí se encuentra el Beaterio de San Román, que está prácticamente en ruinas, y un nevero medieval de la época árabe que conservaba nieve para las estaciones cálidas.
Con esto finalizaba nuestra visita a Medinaceli. Último pueblo de esta maravillosa ruta con pueblos preciosos y cargados de historia.
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