Estas navidades pasadas mi pareja me sorprendió con un fabuloso regalo: ¡¡un viaje a Roma!! Era un lugar que siempre había soñado visitar y que por distintas razones nunca lo había hecho. Todo lo que tiene que ver con la historia de Roma me entusiasma por lo que estaba muy ilusionado.
El regalo incluía los vuelos y el hotel. Partiríamos el viernes 22 de marzo por la mañana y regresaríamos el lunes 25 por la noche. Casi 4 días completos que tendríamos que planificar para ver lo máximo posible. Para ello, nos ayudaríamos de una guía de Roma que me regaló mi hermana, se llama: "Guías visuales: Roma".
Antes de viajar compramos las entradas para la visita de los Museos Vaticanos y la Capilla Sixtina. Lo realizamos vía www.museivaticani.va; el coste de las dos entradas fue de 42€ con los gastos de gestión incluidos. También adquirimos las entradas para el Coliseo, Foro Romano y Palatino que es una entrada unificada. Las compramos en coopculture.it por 58€ las dos con guía en español para el Coliseo que incluía visita a la zona de la arena, los subterráneos y vistas panorámicas desde la zona alta.
Viernes 22 de marzo de 2019 - Recorriendo la zona norte del centro histórico
Llegábamos un poco antes de las 13h al aeropuerto de Roma-Fiumicino. Lo primero que hicimos fue dirigirnos hacia las taquillas de tren para comprar el ticket del Leonardo Express que conecta el aeropuerto con Roma directamente. El precio es de 14€ y tarda poco más de media hora en llegar a la estación de Termini. Nuestro hotel estaba muy cerca de esta estación, su nombre era Hotel Acropoli de 2 estrellas. Bastante básico y sus instalaciones no eran las mejores. Tras realizar el check in, salimos a la calle a buscar un restaurante para comer.
Fuimos por la zona del Esquilino, nombre que proviene de la colina en la que se encuentra siendo la mayor de las siete de Roma. Paramos en Panella a comer, situado en el 54 de la Via Merulana. Pedimos unos nidos de pasta con tomate fresco y crema de parmesano buenísimos; y un cacio e pepe, el plato más tradicional de la ciudad que consiste en tonnarellis con pimienta negra y queso pecorino. Para beber tomamos dos copas de vino blanco y una botella de agua. Salió todo por 41.50€.
Nuestra primera visita fue a la Basilica di Santa Maria Maggiore, considerada la más grande de las iglesias dedicadas a la Virgen Maria en Roma. Según cuenta la leyenda, el Papa Liberio tuvo un sueño en el que la Virgen le ordenaba construir una iglesia allí donde encontrara nieve. Una mañana calurosa de un 5 de agosto del 356 comenzó a nevar en el Esquilino y lo tomó como una clara señal.
El exterior de la basílica es precioso, hay que verla por delante y por detrás. Por delante destaca su campanario medieval y la columna de mármol de la Piazza di Santa Maria Maggiore que está coronada por una Virgen y un Niño. La parte trasera da a la Piazza dell'Esquilino que está gobernada por un obelisco egipcio que se colocó en 1587 por orden del Papa Sixto V para guiar a los peregrinos. En su interior hay una gran variedad de estilos arquitectónicos y destacan sus dos capillas. En una de ellas está la tumba de Sixto V. El techo nos llamó bastante la atención, se dice que el oro con el que está hecho fue el primero que trajo Colón del nuevo mundo.
Continuamos la marcha dirección a la Piazza della Republica, una plaza construida durante el desarrollo urbanístico llevado a cabo una vez Roma fue declarada la capital de Italia. En el centro de la plaza se alza la Fontana delle Naiadi de 1888; y los pórticos de los edificios de alrededor están llenos de bancos, agencias de viajes y cafés. Al otro lado de la plaza están las Termas de Diocleciano y la Basílica de Santa María degli Angeli e dei Martiri a las que no entramos por falta de tiempo.
Llegamos a la Fontana dell'Aqua Felice en la que destacaba un grotesco y desproporcionado Moisés. Junto a la fuente se encuentra la iglesia Santa Maria della Vitoria. Entramos en su interior para ver una de las esculturas más famosas de Bernini: El éxtasis de Santa Teresa. Esta bella escultura está rodeada de polémica ya que la expresión facial de Santa Teresa refleja un éxtasis vinculado con el placer sexual.
Y de Bernini a Bernini. Fue el turno de visitar la Piazza Barberini en la que destaca una de las fuentes más notables de Bernini: La Fontana del Tritone. El dios marino Tritón figura arrodillado soplando sobre una caracola de la que brota agua.
Seguimos nuestra ruta hasta llegar a la Piazza di Spagna. En el siglo XVII esta plaza y su entorno era considerado territorio español y todo aquel que traspasaba sus límites se arriesgaba a ser disparado por el ejército español. Salimos por la iglesia de Trinità dei Monti que tiene una de las vistas más bonitas de Roma en la que se llega a ver la Basílica de San Pedro. Bajamos la concurrida Escalinata de Piazza di Spagna hasta llegar a la Fontana della Barcaccia, también obra de Bernini.
Entramos a San Nino, una heladería que tenía muy buena pinta. Pedimos dos helados grandes uno de yogur y nutella y el otro de oreo y "San Nino". La sorpresa fue cuando fuimos a pagar, 24€ por los dos gelatos. "Gelatos" nos quedamos. Pagamos la novatada del primer día. Nos sentamos en la escalinata a disfrutar de ellos; hay que reconocer que estaban buenísimos. Cuando estábamos terminándonoslos vino un policía a indicarnos que no se podía comer en la escalinata. La verdad es que en la guía que teníamos estaba puesto que no se permite comer, pero no lo vimos.
Pasamos por la Fontana del Babuino, una de las 6 estatuas parlantes de Roma. En ellas se colocaban críticas de forma satírica cuando la libertad de expresión no estaba permitida en la Roma papal. Llegamos de esta manera a Piazza del Popolo. Lo primero que nos llamó la atención fueron las dos iglesias gemelas de estilo neoclásico: Santa Maria dei Miracoli y Santa Maria in Montesano. A pesar de parecer idénticas, una de ellas es ligeramente más estrecha. En el centro de la plaza hay un obelisco egipcio y en la parte norte la Porta del Popolo y la iglesia de Santa Maria del Popolo a la que no pudimos entrar por estar celebrándose una misa.
Con la noche ya encima, tomamos la Via del Corso hasta aproximarnos a la famosa Fontana de Trevi, nuestro siguiente punto de visita. Nos adentramos en una pequeña plaza llenísima de gente con una gigantesca y bellísima fuente de 20 metros de ancho por 26 de alto totalmente iluminada. A pesar de ser la fuente más famosa de la ciudad, y puede que del mundo, data de 1762 y fue obra de Nicola Salvi. Neptuno es la figura central acompañado de dos tritones. Estuvimos un rato hasta que pudimos colocarnos en primera fila de la fuente. Como dicta la tradición que marcó la película "3 monedas en la fuente", lanzamos una moneda para repetir nuestro viaje a Roma. Este acto provoca que cada año se saque cerca de un millón de euros de la fontana que son donados a fines benéficos.
Llegaba la hora de cenar, fuimos a tomar el aperitivi a Angolo Sciarra (Via Marco Minghetti, número 8). Pedimos para beber una copa de vino blanco y una pinta de cerveza Moretti roja. El precio del aperitivi era de 10€ por consumición y las tapas que sirven son elección del chef. Nos sacaron palomitas, papas caseras, pizza, montadito de tomate, croqueta de patata, minibocata, queso y tortilla.
Queríamos ir a ver el Coliseo iluminado de noche, así que dimos un agradable paseo recorriendo la bonita y arqueada calle de la Via della Pilotta hasta llegar al Mercado de Trajano. Este mercado, que data del siglo II, está considerado una de las maravillas del mundo clásico; albergaba unos 150 comercios y oficinas. Nos quedamos boquiabiertos al pasar por el Foro di Agusto (dedicado al dios Marte el Vengador) y el Foro di Nerva bajo la luz de la luna llena. Fue un momento mágico.
Al fin llegábamos al Coliseo. Era lo que más ganas tenía de ver de Roma y no me defraudó. Su cálida iluminación nocturna le daba un toque especial. Lo bordeamos por todos lados y finalmente nos detuvimos a tomar unas cuantas fotos. En menos de 3 días estaríamos viéndolo por dentro, la emoción aumentaba.
Con esta gran primera toma de contacto nos fuimos hacia el hotel que estaba a unos 15-20 minutos a pie del Coliseo. Llegábamos sobre la media noche bastante cansados, tocaba reposar para otro gran día que nos esperaba.
Sábado 23 de marzo de 2019 - Vaticano y Trastevere
Nos levantamos pronto, pues teniamos la entrada para los Museos Vaticanos a las 9.30h. Cogimos el metro en la estación de Termini dirección a Battistini y bajamos en Ottaviano; el ticket de billete sencillo cuesta 1.5€. Camino hacia el Vaticano nos encontramos con varias personas que intentaban vendernos un tour guiado por los museos. No les hicimos ni caso, pero al menos nos indicaban hacia qué dirección debíamos de dirigirnos.
No tuvimos que hacer cola al tener la entrada comprada online y accedimos antes de la hora sin ningún problema. Los Museos Vaticanos alberga una de las colecciones de arte clásico y renacentista más importantes del mundo. Su distribución por salas va por arte egipcio y asirio; arte griego y romano; arte etrusco e itálico; arte cristiano y medieval; arte de los siglos XV-XIX; y arte religioso moderno. Hay tanto que ver y tanto que asimilar que al final no se acaba prestando atención a obras importantes. Por ejemplo, pudimos ver obras de Dalí sin que nadie le hiciera ni caso. Una de las esculturas más destacada de los museos es la de Laocoonte y sus hijos luchando contra dos serpientes. Está en perfecto estado de conservación y data del siglo I d.C. Algo que nos maravilló de los museos fueron los techos, todos eran de gran belleza.
Si tuviera que destacar dos puntos importantes en los Museos Vaticanos esos son las estancias de Raffaello y la Capilla Sixtina. Dentro de las estancias de Raffaello, que fueron las dependencias privadas del Papa Julio II, está uno de los frescos que más ganas tenía de ver: La escuela de Atenas. Representa un debate sobre la búsqueda de la verdad entre filósofos griegos y en la que el artista honró a muchos de sus colegas retratándoles. Por ejemplo: Leonardo Da Vinci como Platón, Bramante como Arquímedes o Michelangelo como Heráclito.
La Capilla Sixtina es la capilla principal del Palacio Vaticano y sus paredes y techos fueron pintados al fresco por los mejores artistas de la época como Botticelli, Perugino, Ghirlandino, Signorelli o Michelangelo. De este último son las obras más destacas como el Juicio Final que fue descubierto en 1993 y los frescos del techo de la Creación y la Caída. Estuvimos un largo y tendido rato admirando estas magníficas obras mientras los guardias no paraban de repetir: "Silenzio per favore, no foto, no video". Desde luego que la Capilla Sixtina está a reventar de turistas y muchos de ellos tienen poco respeto a lo que se considera un lugar sagrado.
Con esto finalizaba nuestra visita a los Museos Vaticanos. Prácticamente lleva toda la mañana hacerlo y toca ir abriéndose hueco entre grupo y grupo de visitas guiadas. Las escaleras que hay para salir de los museos son espectaculares; es una escalera de doble hélice diseñada por Giuseppe Momo en 1932 y está inspirada en la escalera de caracol que Donato Bramante diseñó para que el Papa Julio II pudiera entrar en su residencia en carruaje.
Fuimos a comer a la Taverna Lino, situado en el 18 de la Via Tunisi. Pedimos dos pizzas, una de jamón al horno con champiñones y la otra de salmón y calabacín; para beber 2 cervezas Moretti roja. Salió por 32.50€, pero tengo que decir que fue el lugar más mediocre donde comimos; las pizzas eran muy normalitas. Tampoco puedo decir que fuera malo.
Nos dirigíamos hacia la Basílica de San Pedro. Accedimos por la Porta Angélica a la plaza más famosa del mundo y de nombre homónimo a la basílica. Directamente nos pusimos a hacer cola para entrar pues todo el mundo nos había comentado que la hora de cola no te la quitaba nadie; sin embargo, estaríamos entre 15 y 20 minutos. Fue impresionante entrar, una serie de sentimientos encontrados me envolvió. Estaba en el edificio católico más importante del mundo, el lugar donde está enterrado San Pedro; pero eso no me impedía pensar en el alarde de poderío que hacía la iglesia católica.
la basílica es enorme con 190 metros de longitud y 46 metros de altura teniendo una capacidad para 20.000 personas. Su construcción finalizó en 1626 y entre los arquitectos más famosos que participaron destacan Bramante y Michelangelo. En su interior hay obras muy importantes como La Pietà de Michelangelo o el Monumento al Papa Alejandro VII de Bernini. El Trono de San Pedro en la Gloria está situado al final del templo, filtrándose una tenue luz sobre su ventana; fue realizado también por Bernini en 1665.
Subimos a la cúpula de San Pedro, proyectada por Michelangelo y terminada después de su muerte. Para ello compramos el ticket de 10€ que incluye la mitad del ascenso en ascensor y la otra mitad a pie: 320 escalones que no te los quita nadie. Pudimos observar la cúpula por dentro y las hermosas vistas hacia la Plaza de San Pedro y toda Roma. Mereció la pena subir tantas escaleras.
Salimos a la Plaza de San Pedro. Capaz de albergar a 300.000 personas, se llevó a cabo entre los años 1656 y 1667 por obra de Bernini. Son 284 columnas las que bordean la plaza cuyo centro está coronado por un obelisco que fue traído de Egipto en 1586; dos fuentes acompañan a dicho obelisco, una de Bernini y otra de Maderno. Estuvimos disfrutando del lugar mientras el sol comenzaba a esconderse por la cúpula de la basílica.
Continuamos nuestro recorrido por la Via della Conciliazione, donde hicimos una pausa para comprarnos unos gelatos. Esta vez costaron unos 4€, mucho más económicos. Llegamos de esta manera al Castel Sant'Angelo, una fortaleza a las orillas del río Tíber que fue construido en el 139 d.C como mausoleo del emperador Adriano; aunque actualmente funciona como museo. No entramos dentro y seguimos paseando por el bello puente de nombre homónimo que data de la misma época y que fue construido para unir la ciudad con el mausoleo. Los ángeles que se encuentran sobre el Ponte Sant'Angelo fueron proyectados, como no, por Bernini. La composición del puente con el castillo es realmente bonita.
Dimos un largo paseo hasta llegar al pintoresco Ponte Sisto. Construido por orden del Papa Sixto IV en 1474, es la entrada al barrio más bohemio de Roma: el Trastevere. Una banda de música callejera estaba tocando mientras las personas disfrutaban del ambiente creado. Mismo panorama se nos presentó en la Piazza Trilussa dándonos así la bienvenida al barrio.
Entramos dentro de Meccanisimo a tomarnos un aperitivo. El local, situado sobre la misma Piazza Trilussa, tenía una decoración vintage bastante llamativa. Pedimos dos cervezas y nos sacaron una tabla con embutidos, croquetas, albóndigas, pizzas, montaditos... bastante completo y todo muy bueno. El precio del aperitivo era de 10€ por persona.
Fuimos a visitar la basílica de Santa María in Trastevere; primer lugar de culto cristiano de Roma que fue fundada por el Papa Calixto I en el siglo III, aunque la iglesia actual data del siglo XII. En su fachada había unos hermosos mosaicos y en su interior destacaba otro que representaba la coronación de la Virgen.
Recorrimos las calles del Trastevere sin rumbo definido, decidimos perdernos por ellas y disfrutar. Tenía mucho encanto el barrio, repleto de bares y mucho ambiente. Rocío tenía antojo de probar una prosciutteria, que viene a ser una taberna/charcutería. Entramos en Cantina dei Papi, uno de los locales más conocidos del lugar que se localiza en el 34A de la Via della Panetteria. Pedimos una pequeña tabla de embutidos de 10€ y una botella de vino blanco por otros 10€; pasamos un rato muy agradable mientras nos deleitábamos con la comida. Un sitio muy recomendado.
Después de un día tan completo, teniamos los pies reventados de tanto andar. Intentamos coger el tranvía para ir a nuestro hotel; pero en Roma el transporte público es un poco desastre y a partir de ciertas horas, a pesar de haber tranvías, no es posible comprar tickets ya que se venden en estancos que cierran antes. Estuvimos andando hasta llegar a la Piazza Venezia, ahí ya decidimos tomar un taxi que nos salió por 11€.
Domingo 24 de marzo de 2019 - Recorriendo la zona sur del centro histórico
Comenzamos la mañana visitando la Basílica de Santa Prassede, muy cerca de la Basilica di Santa Maria Maggiore. Este pequeño templo, que pasa totalmente desapercibido desde fuera, posee en su interior un gran valor artístico por la calidad de sus mosaicos que fueron ordenados por el Papa Pascual I. Además, guarda la primera obra de Bernini y un segmento del supuesto pilar en el que Jesús de Nazaret fue flagelado.
Seguimos paseando por Parco del Colle Oppio; un parque situado sobre una colina que posee restos del Domus Aurea, un grandioso palacio que fue construido para el emperador Nerón y que ocupaba unas 50 hectáreas. Desde sus jardines hay unas bonitas vistas al Coliseo. Bajamos la colina y llegamos a la Basílica de San Clemente, construida sobre los restos de antiguas viviendas romanas y una antigua iglesia del siglo IV; todo esto se puede visitar accediendo desde la sacristía, pero no pudimos hacerlo porque cuando llegamos estaban realizando una misa en inglés.
Pasamos a nuestra siguiente visita: la Basílica de San Pietro in Vincoli. Este templo fue construido en el siglo V para albergar las cadenas con las que San Pedro fue encarcelado en Jerusalén. Otro de los atractivos es el mausoleo del Papa Julio II, famoso por la impresionante escultura del Moisés de Michelangelo. Era una de las esculturas que más ganas tenía de ver y no me defraudó. Hay que tener en cuenta que el proyecto original constaba de más de 40 figuras de mármol y se iba a ubicar en la Basílica de San Pedro, pero una serie de reducciones de presupuesto y la muerte del mismo Julio II terminó todo en mucho menos. Tras visitar el templo, decidimos volver a la Basílica de San Clemente para ver si había suerte; esta vez había otra misa, pero en italiano. Nos quedamos sin poder visitar sus subterráneos.
Rocío había quedado con Antonio, un amigo que, casualmente, estaba también en Roma. Nos disponíamos a buscar un autobús en el Coliseo para acercarnos al Panteón de Agripa donde nos esperaría su amigo. Tras entrar en un estanco para comprar el billete por 1.5€, fuimos a la supuesta parada de autobús, pero por allí no pasaba nadie. Por lo visto, los fines de semana, medio Roma se corta al tráfico y las paradas de autobús son desplazadas. No quedaba otra que ir andando. Todo los aledaños al Coliseo estaban a rebosar de gente, junto al calor insoportable e impredecible de marzo, daba un poco de agobio. Salimos a la Via dei Fori Imperiali, repleta de artistas callejeros de toda índole. Fue agradable pasear con el Foro de Cesar como telón de fondo, el que fuera el primero de los foros imperiales ha quedado reducido a 3 columnas corintias.
Seguimos hasta llegar a la Piazza Venezia, lugar donde está el controvertido Monumento de Vittorio Emanuele II, primer rey de la Italia unificada. Esta colosal construcción fue inaugurada en 1911 y tiene 135 metros de anchura por 70 de altura. Sus imponentes escaleras y sus majestuosas columnas dóricas han provocado que los romanos más clasicistas le pongan el sobrenombre de "la máquina de escribir" por su similitud. Sin duda es un lugar que no pasa desapercibido por nadie.
Finalmente, llegamos al impresionante Panteón de Agripa. Tras encontrar al amigo de Rocío, entramos dentro. Construido en el 126 d.C, es la obra arquitectónica mejor conservada de la antigua Roma. Fue el templo romano dedicado a todos los dioses y, gracias a que posteriormente fue convertido en iglesia, el edificio sigue en pie. Su cúpula, mayor que la de la Basílica de San Pedro, es todo un símbolo de Roma. Posee orificio en su parte superior de casi 9 metros de diámetro siendo ésta su única entrada de luz natural. En el interior del Panteón me llevé una sorpresa, pues allí estaba la tumba de Raffaello. Desconocía por completo que se encontraba allí enterrado.
Nuestra siguiente visita fue a la Piazza Navona; de estilo barroco, es una de las más bonitas de toda Roma y está situada sobre lo que antiguamente era el Circo Agonal. Tres fuentes presiden la plaza siendo la Fontana dei Quattro Fiumi la central y más impresionante de todas ellas. Inaugurada en 1651 y proyectada por Bernini, representan los ríos Ganges, Danubio, Nilo y de la Plata. Se dice que la figura que representa el río de la Plata tiene el brazo en alto encarnando el miedo de Bernini a que la iglesia de Sant'Agnese in Agone, la iglesia central de la plaza, se derrumbase. Hasta el siglo XIX, la Piazza Navona se inundaba en el mes de agosto por el agua que brotaba de sus fuentes. Saliendo de la plaza por el sur, llegamos a un trozo de mármol ya desfigurado que recibe el nombre del Pasquino, otra de las estatuas parlantes de Roma. En esta había un mural donde los ciudadanos todavía pegan protestas.
Tocaba buscar un lugar para comer, fuimos a una de las pizzerías más famosas de Roma: Pizzeria Baffetto (Via del Governo Vecchio 114). Tuvimos que aguardar una larga cola, pero en unos 15 minutos ya estábamos dentro. En su pared hay fotografías de personas famosas que han comido en el local. Pedimos 3 pizzas de distintos sabores, todas ellas buenísimas y con una masa muy fina. Su fama era bien merecida. No siempre la calidad va ligada al precio, salimos a 16€ por persona contando con las pintas de cervezas que nos pedimos. Todo un acierto. Posteriormente, tomamos el famoso café italiano en el Bar del Fico, conocido por su abundante aperitivo que no llegamos a probar.
Volvimos a pasar por la Piazza Navona y entramos a Sant'Agnese in Agone. La iglesia está dedicada a Santa Inés ya que fue el lugar donde fue martirizada. Borromini estuvo involucrado en el diseño de la iglesia. Cuando entramos, una orquesta estaba tocando en directo, dándole un toque encantador a nuestra visita. Su interior es de indudable estilo barroco; la cúpula me llamó la atención, sus pinturas eran preciosas representando el ascenso de Santa Inés a los cielos.
Antonio nos aconsejó visitar la iglesia de San Luigi dei Francesi, así que le hicimos caso y entramos dentro. Pudimos ver los tres primeros cuadros con motivos religiosos de Caravaggio que fueron pintados entre 1597 y 1602 y cuya figura central es San Mateo. Desde luego que en Roma toda iglesia, por insignificante que parezca, tiene una obra de arte en su interior.
Continuamos hasta la Piazza della Minerva que está gobernada por el Obelisco de Santa María sopra Minerva; otra obra de Bernini compuesta por un obelisco, que representa la sabiduría, sobre un elefante que representa la fortaleza; es necesaria una mente fuerte para sostener una sólida sabiduría. Entramos dentro de la iglesia de Santa María sopra Minerva, una de las pocas arquitecturas de estilo gótico de Roma. Su interior alberga tumbas de italianos famosos.
Y de iglesia en iglesia. Esta vez visitamos Sant'Ignazio di Loyola, una de las que más me sorprendió gratamente. Este templo de 1626 tiene la peculiaridad de que carece de cúpula; así que, Andrea Pozzo decoró el techo de la iglesia con trampantojos simulando una cúpula y altas columnas que llegan a los cielos. Está muy conseguido el efecto, todo es cuestión de ponerte en el punto exacto y de golpe todo adquiere profundidad. Para no quedarte con el cuello torcido mirando hacia arriba, hay una serie de espejos para poder mirar por ellos el asombroso efecto.
Volvimos a pasar por la Fontana de Trevi, esta vez la pude ver con la luz del día. Creo que es más bonita de noche iluminada. Antonio nos contó una curiosidad sobre la fuente, y es que, de las 24 ventanas que hay sobre su fachada, una de ellas es un trampantojo y está tapiada y pintada. Exactamente la ventana superior derecha. Se dice que es debido a que el arquitecto de la fuente soñó que su hija se arrojaba desde esa ventana, así que, para evitarlo, decidió tapiarla. La verdad que cuesta verlo y si no nos lo llega a decir jamás nos habríamos dado cuenta. La plaza de la fontana estaba totalmente abarrotada de gente y costaba atravesarla; íbamos con las manos en los bolsillos pues tenemos entendido que en este lugar hay bastantes carteristas.
Llegamos a la gelatería San Crispin que me habían recomendado. La tarrina pequeña costaba 3.5€ y, como me aconsejaron el helado de pistacho, me pedí uno de este sabor que jamás había probado. Estaba bueno y su textura era perfecta, pero creo que soy más de helados típicos como el de chocolate. Con esto, Antonio se despidió ya de nosotros. Había sido un magnífico guía el rato que nos acompañó, y es que estuvo viviendo por un tiempo en Roma.
Paseamos por Via della Pilotta hasta llegar a la Columna de Trajano, una preciosa columna de mármol de 38 metros de altura tallada en espiral en la que se conmemoran las victorias de Trajano sobre los dacios. Una estatua en bronce de San Pedro la corona, aunque antiguamente había una de Trajano. En este mismo lugar Rocío y yo grabamos un video para felicitar en italiano a mi cuñado por su cumpleaños que, curiosamente, también estaba en Italia de vacaciones con mi hermana, pero ellos en Milán.
Volvimos a salir a la "máquina de escribir", digo al Monumento de Vittorio Emanuele II. Queríamos subir para ver el atardecer, aunque ya llegábamos tarde y había anochecido. Hay unos ascensores en la parte posterior que es la única manera de subir hasta arriba; pero no sé cómo le dimos la vuelta al Monumento que terminamos subiendo unas escaleras y salimos a la Piazza del Campidoglio, situado en la cima de la Colina Capitolina y diseñada por Michelangelo. Hay varios edificios de gran importancia como el Palazzo Novo, el Palazzo Senatorio y los Museos Capitolinos; además, está la escultura de la mítica figura de la Loba Capitolina con Rómulo y Remo mamando de ella, aunque se trata de una simple copia ya que el original está en los Museos Capitolinos. Estábamos casi solos en aquel momento y nos detuvimos durante un rato a contemplar desde la colina el Foro Romano antes de decidir dónde ir a cenar.
Como al día siguiente era mi cumpleaños, quería cenar en algún sitio más especial para despedir mi edad. Cenamos cerca del Coliseo, en el Ristoro della Salute (Piazza del Colosseo 2/A) que tenía muy buenos comentarios en varias páginas de Internet. El local era bonito por dentro y el personal muy amable. Pedimos antipasto de embutidos, burrata de búfala, risotto con setas y trufa; para beber una botella de vino blanco y de postre un coulant de chocolate. Salió todo por 85€, algo caro. Si se reserva por eltenedor hay descuento del 50%, fue error mío no hacerlo ya que tenía apuntado este detalle en mis notas de viaje.
Camino al hotel, Rocío compró unas velas y una tarta. A las 0:00h, ya en la habitación, colocó las velas sobre la tarta, las encendió y me cantó el cumpleaños feliz. Me hago mayor...
Lunes 19 de marzo de 2019 - Coliseo, Foro Romano, Palatino y Bocca della Verità
Último día en Roma y lo íbamos a hacer a lo grande, con mi cumpleaños y la visita al Coliseo romano. Teniamos nuestra visita guiada a las 10:45h, pero fuimos con antelación para saber bien donde teníamos que acudir, pues aquello está siempre llenísimo de gente y tiene varias entradas distintas. Cuando estábamos por los aledaños, muchas personas de información se nos acercaban para preguntarnos si teníamos una entrada, al mostrar la nuestra, cada uno nos mandaba hacia un lugar distinto para preguntar. Finalmente, el chico de información que estaba en las taquillas de compra de entradas fue quien nos dijo dónde nos teníamos que dirigir exactamente. Acudimos al lugar y otro chico de información validó nuestra reserva; nos dio una pegatina que nos teniamos que colocar. Nada de colas, nada de esperas.
Como aún quedaba un rato, decidimos dar una vuelta por el Coliseo para hacernos algunas fotos. Vale la pena verlo tanto de día como de noche, aunque por las mañanas las multitudes de personas hace que pierda algo de encanto. Esta magnífica obra romana, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1980 y considerada una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, se construyó en el siglo I y su nombre original es Anfiteatro Flavio que hace referencia a la dinastía Flavio de emperadores bajo la que se construyó. El sobrenombre de Coliseo se debe al Coloso de Nerón, una gigantesca estatua de bronce que estaba cerca y que hoy en día ya no existe.
Comenzaba nuestra visita. El primer lugar al que accedimos fue la arena, donde, durante 500 años, se dieron lugar las famosas batallas de gladiadores, caza de animales, ejecuciones, recreaciones de batallas y obras de teatro basadas en la mitología clásica. Impresionaba salir ahí, mi mente no paraba de intentar recrear cómo pudo haber sido aquello hace 2000 años, con sus gradas con capacidad para 65.000 personas llenas.
Lo siguiente que pasamos a visitar fueron los subterráneos. La parte mejor conservada ya que quedó enterrada hasta el siglo XIX, en el que se hicieron excavaciones para su rehabilitación. Nos mostraron una serie de corredores y ascensores manuales por los que se accedía a la arena para salir por trampillas. También pudimos ver el sistema de canalización de agua.
Fuimos a la parte intermedia de las gradas donde se exhiben restos arqueológicos del Coliseo. Hay que tener en cuenta que, cuando el edificio dejó de utilizarse, comenzó a servir como cantera para construir otros edificios y que debido a esto hoy solo podemos ver un 50% de la estructura original. Gracias a que en los siglos XVII y XVIII los Estados Pontíficos lo declararon edificio religioso, los saqueos terminaron.
Finalmente accedimos a la grada superior del Coliseo, las vistas eran tremendas. Esta parte se abrió hace poco al público y solo es posible visitarlo de manera guiada. La parte superior del Coliseo estaba reservado a las mujeres ya que las gradas estaban divididas por clases sociales siendo la parte inferior para las clases altas, las superiores a las bajas y, finalmente, el último anillo para las mujeres. Con esto terminaba nuestra visita, perfectamente guiada y explicada por nuestro guía. Aunque el precio del tour sea algo elevado, sin duda lo recomiendo. Nos encantó.
Nos dirigimos hacia el Foro Romano pasando por el Arco de Constantino que conmemora la victoria de Constantino sobre el emperador Majencio en la batalla del Puente Milvio. El Foro Romano era el lugar donde se desarrollaba la vida pública, cultural y económica de Roma; tras el fin del Imperio Romano, quedó en el olvido y poco a poco quedó enterrado hasta el siglo XX en el que se realizaron las excavaciones. Tras hacer una pequeña cola, accedimos al interior y comenzamos a pasear por la Vía Sacra. A pesar de quedar restos, no es difícil imaginarse como pudo llegar a ser todo aquello y visualizar al mismo Julio César pasear por el mismo lugar por el que lo hacíamos en ese mismo momento. Algunos de los puntos más importantes que vimos fue el Arco de Tito, el Templo de Antonino y Faustina, el Templo de Vesta, la Casa de las Vírgenes Vestales, el Templo de Rómulo, la Basílica de Constantino y Majencio, la Basílica de Aemelia, la Curia (sede del Senado romano), el Templo de Saturno, la Columna de Foca, la Basílica de Julia, el Templo de Cástor y Pólux...
Pero si hay un lugar donde contemplar todo el Foro Romano es la Colina Palatina; el lugar donde, según la leyenda, Rómulo y Remo fueron criados por una loba en una cueva. A la colina se accede desde el mismo Foro. Sobre ella se alzan restos de cabañas que datan del siglo IX a.C. y restos de importantes edificaciones que fueron construidas para la alta sociedad de la antigua Roma como el Domus Flavia o la Casa de Augusto. Fuimos a su mirador para contemplar el Foro Romano, creo que podría decir que son las mejores vistas de toda Roma. El tiempo allí parece haberse detenido, entre ruinas romanas, divisando todo el foro, el Coliseo y las ciento de cúpulas azules de iglesias. Roma tiene bien merecido el nombre de La Ciudad Eterna.
Salíamos del recinto del Foro y Palatino y nos dirigíamos a Santa Maria in Cosmedin, pero antes haríamos un alto en Zerosettantacinque para comer. Este restaurante está situado a los pies del Circo Massimo, en el 65 de la Via Cerchi. Pedimos unos crostinis, una parmigiana de berenjena y calabacín, una pizza diavola de peperoni y dos Morettis rojas que salió por 33.40€. Comimos bastante bien y la parmigiana estaba realmente buena. A Rocío, que llevaba las velas que compró la noche anterior, no se le ocurrió otra cosa que clavarlas en la pizza, encenderlas y cantarme el cumpleaños feliz. No he tenido una tarta más original en mi vida, totalmente a la italiana.
Ahora sí, íbamos para Santa María in Cosmedin, famosa por tener la Bocca della Verità. Nos pareció sorprendente la cola que sobresalía, simplemente para hacerse una foto en la Bocca de la que se dice que, probablemente, se trate de una cubierta de desagüe del siglo IV a.C. La leyenda cuenta que toda aquella persona que introduzca su mano en la Bocca y mienta será mordido. Una escena que hemos visto en decenas de películas. Nos pusimos en la cola. Era larga, pero iba rápida. Antes de nuestro viaje a Roma dije que, a pesar de ser una turistada, quería una foto en ese lugar y no nos íbamos a ir sin ella y menos en el día de mi cumpleaños. Cuando por fin nos llegó el turno, hicimos las fotos que quisímos y, como todo el mundo hacía, le pasamos la cámara a la persona que había detrás nuestra en la cola para que nos fotografiara a los dos juntos. Posteriormente, visitamos el interior de la iglesia que data del siglo VI.
Llegaba nuestra última visita: el Circo Massimo o lo que queda de él, ya que simplemente hay una explanada cubierta de hierba. En su día fue el estadio más grande de Roma y tenía capacidad para unos 300.000 espectadores, casi nada. Lo recorrimos paseando tranquilamente.
Tomamos el metro en la estación de Circo Massimo. Aún teníamos el ticket del bus que no usamos del día anterior, así que nos vino genial. Nos bajamos en la parada de Termini para ir a nuestro hotel.
Tras hacer el check out y pagar la tasa turística que impone Roma (2€ por persona y noche) nos dirigíamos a la parada de la que parte el autobús de Terravision que va al aeropuerto de Ciampino. Rocío había comprado online la noche anterior los billetes por 11.60€, pero de golpe me di cuenta de que la fecha del billete era incorrecta. ¡¡Se habían comprado los billetes para el lunes siguiente!! Un pequeño susto y todo quedó en anécdota ya que por la web Rocío pudo cambiar la fecha sin problemas. Tampoco vi necesario comprar el billete por adelantado, la mayoría de los que hicieron cola para subir al autobús la compraron en el mismo momento al subir, pero más vale prevenir. La duración del trayecto en bus fue entre 40-50 minutos.
De esta manera dejábamos Roma para volver a casa. Una ciudad increíble que todo el mundo debe de visitar. Volveremos, nos quedaron cosas pendientes. Además, para eso tiramos nuestra moneda en la Fontana de Trevi.
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